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Nos unimos o nos hundimos

Juan Pablo Matta Casas

La historia política de Venezuela ofrece una lección crucial para las fuerzas de centro y centro-derecha en Colombia: la fragmentación de los partidos opositores puede allanar el camino para regímenes autoritarios. En la década de 1990, los partidos tradicionales venezolanos, como Acción Democrática y COPEI, se encontraban debilitados y divididos, lo que permitió el ascenso de Hugo Chávez al poder en 1999. La falta de una oposición unida y coherente facilitó la consolidación del chavismo, que ha perdurado por más de dos décadas, consolidando un modelo que ha restringido libertades, deteriorado la economía y perpetuado una crisis humanitaria sin precedentes.

En Colombia, de cara a las elecciones de 2026, es imperativo que los partidos y candidatos de centro y centro-derecha aprendan de la experiencia venezolana. Actualmente, el panorama político colombiano cuenta con múltiples precandidatos que representan estas tendencias, pero que corren el riesgo de dividir el voto y facilitar el triunfo de una opción que comprometa la estabilidad democrática del país. Figuras como Paloma Valencia, Miguel Uribe, María Fernanda Cabal, Andrés Guerra y Paola Holguín del Centro Democrático; Germán Vargas Lleras y David Luna de Cambio Radical; Alejandro Gaviria del Partido Liberal; Francisco Barbosa, Mauricio Cárdenas y Efraín Cepeda del Partido Conservador; Juan Manuel Galán del Nuevo Liberalismo; Vicky Dávila y Juan Daniel Oviedo como independientes, además de los precandidatos del Partido de la U, representan sectores ideológicamente afines que, de no consolidar una coalición fuerte y un candidato único antes de la primera vuelta, podrían ver cómo una opción populista de izquierda se impone en el 2026.

La más reciente encuesta del Centro Nacional de Consultoría (CNC) para la revista Semana, publicada el 29 de enero de 2025, revela una preocupante dispersión del voto en el espectro de centro y derecha, esto significa que si las fuerzas de derecha y centro continúan divididas, un candidato de izquierda llegaría con ventaja a la segunda vuelta y los votos dispersos quedarán sin peso frente a una izquierda radicalizada.

Los ciudadanos están buscando soluciones reales a problemas estructurales del país, y la oposición no puede darse el lujo de presentar múltiples candidaturas con discursos similares sin una estrategia coordinada. En otras palabras, dividir la votación entre múltiples opciones con planteamientos similares es regalarle la victoria a quienes representan una agenda más radical.

La unidad no implica la renuncia a los principios individuales de cada partido, sino la construcción de una plataforma común que priorice el bienestar del país. Es necesario establecer un diálogo sincero y abierto entre las diferentes fuerzas políticas, con el objetivo de conformar una candidatura única que represente a la mayoría de los colombianos que anhelan un país próspero, democrático y en paz. Los intereses personales deben ceder ante la urgencia de presentar una alternativa sólida y viable.

La historia nos ha demostrado que la desunión conduce al debilitamiento y, en última instancia, a la derrota. No podemos cometer los mismos errores del pasado. En 2022, la falta de unidad en la primera vuelta entre sectores que compartían un ideario común fue clave en la derrota de la centroderecha. Si la dispersión de aspiraciones se repite en 2026, el resultado puede ser aún más catastrófico.

En Venezuela, la fragmentación de la oposición permitió que Hugo Chávez se consolidara en el poder, aprovechando la debilidad de los partidos tradicionales y el desgaste de sus liderazgos. Hoy, vemos cómo ese mismo fenómeno podría repetirse en Colombia si los sectores de centro y derecha no logran consolidar una candidatura única antes de la primera vuelta. Los partidos no pueden caer en la trampa del ego político o en la ilusión de que un “candidato puro” podrá vencer en solitario. Sin unidad, la derrota es inminente.

Es momento de dejar de lado las diferencias menores y enfocarnos en lo que nos une: la defensa de la democracia, la protección de las instituciones, la reactivación de la economía y el fortalecimiento del Estado de derecho. Solo a través de la unidad podremos enfrentar con éxito los desafíos que se avecinan y evitar que Colombia siga el camino de Venezuela.

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