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Manual de desencanto para una vida digna 14

Por: Javier Orlando Muñoz Bastidas.

Precepto.

Es necesario asumir los ideales superiores, como aquello que fundamenta la dignidad existencial del individuo.

¿Qué es un ideal? Es la consciencia clara y radical que todo se puede transformar y crear de nuevo. Un ideal es la posibilidad de proyectar un anhelo universal. No depende del individuo, sino que es lo que hace posible la individualidad. En el ideal se concentra una plenitud de las fuerzas, mediante las que se se construyen nuevos niveles de lo real.

Por eso es importante realizar una re-construcción de todo el sistema de la sensibilidad y del pensamiento. En dicha re-construcción se puede identificar el proceso mediante el cual se hizo posible el impacto afectivo de la sensibilidad, y la consciencia del pensamiento. ¿Por qué un bloque de sensibilidad puede tener un significado? ¿por qué se pueden crear y determinar certezas o sentidos de algo?

Pero también se pueden proyectar nuevos sentidos, que tengan un impacto de universalidad, es decir: proyectar sentidos universales, sentidos que sean importantes porque permiten y garantizan una evolución infinita.

Por eso son fundamentales los ideales: porque van más allá del individuo y se proyectan hacia la posibilidad de una individualidad singular. Digámoslo más claro: un ideal puede crear la individualidad, pero va más allá del simple individuo, en tanto en el ideal se crean y se proyectan anhelos universales.

Pero lo universal no es lo que ya existe, sino lo que podría y debería existir. Por ejemplo: el anhelo de que la existencia sea una posibilidad infinita de creación de lo nuevo y superior, es universal, no porque así lo sea, sino porque así lo podría ser. Se puede asumir la existencia como aquello que se mueve en un ciclo definitivo, o se la puede asumir como una posibilidad infinita de transformación y creación. Lo primero es una mera supervivencia, lo segundo es una dignificación de la existencia misma.

¿Qué es un ideal sino el deseo de lo mejor que podríamos llegar a ser? En el ideal se juega el ser de la existencia.

¿Qué es lo superior? Lo superior sólo es posible desde la consciencia de la necesidad de una transformación integral de todo lo que existe. Lo superior se opone radicalmente a la supervivencia y a toda determinación. Lo superior es la certeza definitiva que todo puede ser diferente. Sólo que lo superior no pre-existe, no es algo hacia lo que haya que tender. Para decirlo claramente: lo superior hay que crearlo. Eso es todo. La elevación consiste en crear el sentido y el espacio en el cual elevarse.

Lo superior es la fuerza que impulsa el anhelo hacia la idea de lo mejor. Tal vez la existencia puede asumirse y comprenderse como ese anhelo de mejoramiento infinito. Eso es la existencia: el anhelo ideal de lo superior.

¿Pero por qué los ideales dignifican la existencia? Porque permiten el despliegue de fuerzas insospechadas e impensables. Como tenemos claro que nada tiene sentido, y que por eso es posible y necesario crearle un sentido a todo, entonces la creación de un ideal superior que fundamente la existencia, hace que sea digna y noble la acción del existir. Todo lo que existe es una creación de sentido; pero sólo en la creación de un sentido ideal y superior es que se puede comprender la potencia y la dignidad de la creación.

Pero avancemos más: no se trata simplemente de la creación de un ideal superior, se trata de que éste sea el fundamento de la existencia. Para esto es necesario ir más allá de la inteligencia y de la voluntad: se requiere la fuerza del valor. No nos referimos a realizar una nueva valoración de la existencia, se trata, por el contrario, de sustentar la existencia misma en el valor de la creación del anhelo del ideal.

¿Cómo tener valor, o cómo aprender a tener valor? Es necesaria la afirmación del desencanto, que se expresa: en la capacidad de decir ¡No más!, en aprender el arte de tomar distancia y en la determinación de realizar los procesos con rigor y seriedad. La fuerza del valor es el resultado de un ejercitamiento interno, en el que se comprende que todo puede empezar de nuevo siempre.

Práctica de desencanto.

Aprender el sagrado arte de decir: ¡No pasarás!, a todo lo que va en contra de la dignificación fundamental de la potencia infinita de la individualidad.

Práctica de dignificación:

No permitir que ni una sola acción, ni un solo sentimiento y ni un solo pensamiento que implique una “supervivencia”, se logre instalar en el sistema complejo de la consciencia individual. Ni uno solo, aunque sea considerado como lo “mejor” o lo más “importante”.

Tal vez la existencia consista en eso: en tomar consciencia que lo imposible no existe, en el despliegue sincrónico de las potencias integrales.

¡Íncipit!

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