Por; Juan Carlos López Castrillón
No sé a quién se le ocurrió la brillante idea – POR PRIMERA VEZ- de prohibir que el símbolo más autóctono de nuestra música, la chirimía, fuera desterrado del parque de Caldas en estas festividades de fin de año, ¿Qué consiguieron? Una gran reacción en contra, que terminó el pasado viernes 27 con un colorido desfile de chirimías, que llenas de alegría, baile y diablo llegaron al Parque con sus tamboras, flautas y charrascas en señal de protesta.
Y lógicamente llegó el reversazo. Pero ya era demasiado tarde, habían pasado 11 días y de nuevo la leche estaba derramada.
Cuando sucedieron los hechos, por allá el 16 de diciembre, día en que empezaban las novenas, pensé que se trataba de una inocentada y que en la “Casa Blanca” estaban muy ocupados jugando aguinaldos anticipados y esa decisión se había colado. Me imaginé que, como en el barrio de antaño, se habrían distribuido los juegos: unos estarían con “palito en boca”; otros corriendo por los pasillos a ejecutar amarrados con el “tres pies”; el obligatorio que además se juega todo el año y se intensifica en estas fechas: “preguntar y no contestar”; pero de seguro el más complicado de jugar, el “Dar y No recibir” trajo una pérdida general, por qué les dieron y recibieron una paliza musical con esa decisión.
Hasta Olmedo Vidal, mejor conocido como Chancaca, se levantó de su tumba para repetir a grito herido su frase épica cuando se despertó en la calle y se le habían llevado la flauta: “ya me robaron la flauta desgraciados, ahora vengan por la música”.
Obviamente esa determinación tocó dos elementos muy queridos y sensibles de quienes vivimos en este valle de Pubenza: el Parque de Caldas y la Chirimía. Primero porque el Parque es de todos desde hace 488 años cuando se fundó la noble villa de Popayán y es el sitio perfecto para que nuestros artesanos, músicos, emprendedores, artistas y empresarios lo disfruten y se expresen. Y segundo, porque la chirimía es sinónimo de calle, de parque y vereda, es aire libre, es espacio público, es libertad, y no necesita escritura de propiedad para ser disfrutada.
De hecho la chirimía iba al campo de batalla en nuestra guerra de independencia acompañando a los ejércitos libertadores en la campaña del sur. El mejor ejemplo de lo anterior es esa pieza maravillosa que se llama la Guaneña, bambuco cuya tonada de guerra servía de aliento en las batallas.
Ya para terminar, un detalle que no es menor: así como las procesiones se hacen con andas y santos, las Navidades se hacen con chirimía, porque vivimos en el Cauca. Que viva la chirimia y ojalá con diablo ¡Carajo!