jueves, junio 19, 2025
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Promesas

JESÚS ASTAÍZA MOSQUERA.

Estábamos reunidos cuando Mateo, una vez llegó, dijo: que hay para contradecir. Uno de los amigos contestó: estamos hablando de las canciones que más nos gustan. Como cuáles, preguntó sobrado: Para Elisa, Alwais, Your Song, Bésame Mucho, El Reloj, Mi Viejo, Natalí, Zorba El griego, La Incondicional, Solamente Una Vez, Señora María Rosa, Las Acacias…

Ustedes con ese romanticismo no van a llegar a ninguna parte. Actualícense…escuchen la música de hoy. Es hora de cambiar. Vivan la vida, es una sola. No se desgasten. Nos despedimos y Antonio invitó a su casa a rezar la novena del Niño Dios. Te invito Tadeo, pero soportas nuestras creencias.

Llegado el día se reunieron donde Antonio, quien había adornado la casa con lucecitas, ramos de colores y el sencillo pesebre en la hermosa sala.

Antonio llamó a Adelita, su sobrina: les presento a mi sobrina, dijo orgulloso. Luego le sugirió: ¿nos traes unos pasabocas? Cuando de nuevo apareció la joven a Tadeo casi se le salen los ojos. La vio radiante. Un delantal navideño abrazaba su cintura y en sus manos una bandeja con rosquillas y variados dulces que fue pasando con su angelical manera de ser.

Vino luego y se sentó a escuchar la charla. Tadeo, quiso opinar sobre el tema de Dios y una de las señoras pidió no empezar con comentarios que no corresponden al momento ni conducen a nada. Más bien que Adelita nos hable de sus canciones preferidas.

Adelita sin abandonar su bella sonrisa dijo: pues en mi inventario aparecen muchas. Personalmente, me encantan las canciones que me dejaron inolvidables recuerdos. Los arrurrúes de mi mamá para hacerme dormir y el a…e…i…o…u…cantado que me dio el milagro de la palabra. Los villancicos infantiles con mis abuelitos, mis hermanos y mis padres. El inolvidable canto de Noche de Paz, noche de amor, que a la verdad me enternecía y ya en mi adolescencia durante los paseos en verano: El Sotareño, Señora María Rosa y el Regreso, que inundaban el alma de innúmeros afectos.

Perdón, que me extienda, pero ahora que estoy estudiando en Bogotá mi vida es una canción de recuerdos. No hago sino repasar las vigas de mi habitación y el patio. Soy patoja a morir. Recorro mentalmente todas las callecitas de Popayán hasta El Morro con Belalcázar, las vecinas y la muchachada toda.

Me enloquece cada mes recibir la infaltable encomienda de mi mamá: empanaditas, tamales y mantecadas y cuanto se le antoja. Todo lo devoro a pedacitos para no acabarlo como cuando nos llevaban a comer helados de palito que me lo chupaba casi hasta volverlo aserrín. Soltaron la risa.

La llamaron de la cocina y volvió con provocativos vasos de champús y nada que miraba a Tadeo que se le iban los ojos. Al regresar se sentó junto a la silla que le había reservado Tadeo. Conversaron un instante y luego trajo las maracas y tambores, y bien tranquila le dijo a Tadeo: te toca tocar la tambora. ¡Yo!… alcanzó a decir, sin chistar, repuso ella.

Luego agregó: cada uno va a leer una parte de las aspiraciones.

Le pasó la novena a Tadeo. Lee esta estrofa Teo (nadie se la pilló).

Oh! sapiencia suma

del Dios soberano

que a infantil alcance

te rebajas sacro.

Oh! Divino Niño

ven para enseñarnos

la prudencia que hace

verdaderos sabios.

Tadeo se sentía orgulloso. El que nunca había cantado en una novena, ni le había parado bolas a un pesebre, se sintió anonadado.

Cuando finalizó la novena se le acercó a Antonio: ¿puedo venir mañana?

Claro… y los demás días también, si quieres… Cómo no, contestó feliz.

Tadeo, desde ese instante Teo: se sintió volar. Qué discusiones ni qué ocho cuartos.

Al otro día ni dieron las siete de la noche y ya Teo, estaba allí. Adelita lo recibió preguntándole: que recuerdas de anoche.

-Que me cambiaste el nombre.

Ella replicó: qué quiere decir Teo.

-No sé, dijo confuso. Pues ¡Diooos!, respondió Adelita. Lo miró a los ojos: y que más observaste. Teo seguía en el aire. Pues la lectura de la estrofita: la prudencia, que hace verdaderos sabios. Qué es lo que nos falta. Hablar lo importante, lo necesario y lo lógico.

Teo la cogió de la mano y ella feliz completó: entre sí Dios existe o no existe, qué escogerías. Tampoco sé. Pues la primera, porque qué tal que exista y de entrada vamos ganando.

Sonaron las campanitas y comenzó el nuevo día de la novena.

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