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La relectura: el poder del descubrimiento

Por Elkin Franz Quintero Cuéllar

Las obras rompen los límites de su tiempo

Mijaíl Bajtín

Leer un libro es una práctica frecuentemente subestimada en el ámbito literario. En una era de consumo rápido, donde el valor de un texto suele medirse por su novedad, el acto de volver a leer una obra se convierte en un ejercicio de resistencia que nos permite redescubrir significados ocultos y profundidades insospechadas. Este ensayo explora cómo el paso del tiempo y nuestra evolución personal transforman la experiencia de lectura, revelando nuevas interpretaciones y matices que pueden haber pasado desapercibidos en la primera lectura. En este sentido, se integran las ideas de Antonio Basanta, quien destaca la importancia de la lectura en la construcción del sentido y la interpretación personal.

La relectura de un libro es como un viaje en el tiempo en el que regresamos a una obra familiar para encontrarnos a nosotros mismos en un contexto diferente. Como argumenta Basanta (2017), “la lectura es un acto esencial para combatir la apatía y la deshumanización” y enfatiza que “leer no solo enriquece al individuo, sino que fomenta una conexión con los demás y con la cultura” (p. 35). Cada vez que releemos, lo hacemos desde una perspectiva única, influenciada por nuestras experiencias, emociones y conocimientos acumulados. Con cada relectura, el texto dialoga con el lector de una manera diferente, enriqueciendo la interpretación literaria y fomentando el desarrollo de nuestra identidad personal y cultural. Baker y Green (2018) coinciden en que la relectura “no solo enriquece nuestra comprensión literaria, sino que también contribuye a la formación de nuestra identidad personal y cultural” (p. 250).

La narrativa es un ejemplo claro de cómo cambia nuestra percepción con el paso del tiempo. En Cien años de soledad (1967) de Gabriel García Márquez, una primera lectura puede concentrarse en la riqueza del realismo mágico y en la compleja historia familiar de los Buendía. Sin embargo, en una relectura, se destacan temas más profundos como la soledad, el tiempo cíclico y la fatalidad. El lector, más maduro y con experiencias propias que le permiten empatizar con las decisiones de los personajes, puede detectar detalles y significados que pasaron desapercibidos, experimentando la historia desde una óptica completamente diferente. Así, el acto de releer se convierte en un ejercicio de autoconocimiento, donde los personajes y sus conflictos reflejan nuestros propios dilemas y, a su vez, invitan a cuestionar nuestras propias ideas sobre la vida, el destino y el amor. Como sugiere Rosenblatt (1978), “la lectura es un acto de comunicación entre el texto y el lector que produce significados en el contexto de sus experiencias” (p. 68).

En Los detectives salvajes (1998) de Roberto Bolaño, también encontramos un ejemplo significativo de cómo la relectura enriquece la comprensión de una obra literaria. Para un lector joven, la novela puede cautivar por su retrato apasionado de un grupo de poetas errantes, sumidos en una búsqueda de vida auténtica y subversiva. La emoción y energía de los personajes, con sus viajes y exploraciones, resuenan en quienes están en una etapa de la vida donde buscan su lugar en el mundo. Sin embargo, para un lector adulto o más maduro, la relectura revela una dimensión diferente: emerge una comprensión más profunda sobre las desilusiones, las contradicciones y los límites de una vida guiada por ideales. Los personajes que antes parecían indomables ahora muestran vulnerabilidades y fragilidades, y la novela adquiere un matiz más oscuro y melancólico, convirtiéndose en una reflexión crítica sobre la memoria, la obsesión y las promesas incumplidas del arte y la vida.

La poesía, por su brevedad y densidad, también ofrece un campo fértil para explorar los matices de la relectura. Un poema permite y, en muchos casos, invita a ser releído, ya que cada palabra, pausa y figura retórica lleva múltiples capas de significado que se enriquecen con cada nueva interpretación. En este sentido, un texto poético como Canto General (1950) en especial “Alturas de Machu Picchu” (pág. 37) de Pablo Neruda cambia profundamente con cada relectura. Para un lector joven, este poema puede ser un deslumbrante tributo a la majestuosidad de la ciudad inca y su paisaje. Sin embargo, en una relectura, se puede apreciar la exploración de temas más profundos, como la búsqueda de las raíces y la identidad, así como una crítica social implícita sobre el sufrimiento de quienes construyeron aquella civilización antigua. Neruda emplea la imagen de Machu Picchu como un símbolo de la resistencia y la fuerza del ser humano ante la opresión. En la relectura, el lector puede encontrarse frente a preguntas más amplias sobre la historia, el sacrificio y la vida humana, temas que suelen resonar en una mente más madura o reflexiva.

El contexto histórico y cultural también juega un papel importante en la relectura. Las obras literarias adquieren nuevas dimensiones a medida que los tiempos cambian, y los lectores traen sus propios contextos y valores contemporáneos al acto de leer. Un ejemplo notable es Orgullo y prejuicio (1813) de Jane Austen. Si bien en una primera lectura se puede ver como una simple historia de amor, en una relectura y con una perspectiva feminista, el texto revela una crítica a las limitaciones y desigualdades sociales a las que se enfrentaban las mujeres en el siglo XIX. Basanta (2017) sugiere que “el lector debe situar el texto en su propio contexto histórico, social y cultural para poder comprender plenamente su significado” (p. 92). La relectura permite un análisis renovado y ajustado a los tiempos, lo que da nueva vida a obras clásicas.

Finalmente, el acto de releer se presenta como una forma de autoconocimiento y reflexión profunda. A través de la relectura, no solo exploramos los matices de una obra, sino que también reflexionamos sobre nuestro propio desarrollo. La relectura promueve una forma de metacognición en la que el lector analiza su propio proceso de pensamiento y respuesta emocional, evaluando cómo su perspectiva ha cambiado. Estudios recientes han explorado esta idea, sugiriendo que “la relectura es una herramienta poderosa para el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico” (Smith & Lee, 2020, p. 123). Además, Basanta (2017) menciona que “el lector debe ser consciente de su propia subjetividad y de cómo esta influye en su interpretación” (p. 101), reafirmando que la relectura es un diálogo continuo entre el lector y la obra.

En conclusión, la relectura se erige como una práctica invaluable que enriquece nuestra relación con la literatura. Al revisitar textos conocidos, no solo desentrañamos sus significados ocultos, sino que también nos redescubrimos a nosotros mismos a través de nuestras respuestas cambiantes ante ellos. Así, cada lectura es una oportunidad de crecimiento y reflexión, donde la obra y el lector evolucionan juntos, reflejando y expandiendo mutuamente sus interpretaciones y valores.

Referencias

Austen, J. (1813). Pride and prejudice. T. Egerton.

Baker, C., & Green, A. (2018). The Impact of Rereading on Identity Formation. Journal of Literacy Research, 50(3), 245-263.

Basanta, A. (2017). Leer contra la nada. Ediciones Siruela.

Bolaño, R. (1998). Los detectives salvajes. Editorial Anagrama.

Neruda, P. (1950). Canto general. Editorial Losada.

Rosenblatt, L. M. (1978). The Reader, the Text, the Poem: The Transactional Theory of the Literary Work. Southern Illinois University Press.

Smith, J., & Lee, K. (2020). Rereading as a Tool for Critical Thinking. Journal of Literary Studies, 57(4), 118-135.

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