Por: Sebastián Silva-Iragorri
“Todo tiene su tiempo” es un adagio muy popular y sabio, más en la política como el arte de gobernar y dirigir a las naciones. Cada etapa electoral se ve agitada por temas de fuertes debates y en Colombia no escapamos a esta excitación. Recién firmada el acta de “independencia” en 1810 y cuando aún la tinta de las plumas se encontraba fresca empezaron las peleas entre Centralistas y Federalistas. Es de sentido común, que a una nación que empieza a dar sus primeros pasos le convenga estar bajo un mando central mientras se aprueban sus normas, se consolida su estructura política y jurídica, se aclimata el espíritu de unidad y demás factores y luego sí podría entrar a pensar en posibilidades federales. Creo que Bolívar, Torres y los centralistas tenían razón, era el comienzo y no podíamos atomizarnos de entrada por seguir a Bentham y a doctrinas foráneas no acordes con nuestra idiosincrasia. Así ocurre con los Estado nacientes, empiezan su peregrinaje, se fortalecen y luego vienen las posibilidades de mayor autonomía y liberación. Se demostró por los centralistas un gran conocimiento político y de estructura inicial. Se quería evitar el fraccionamiento y anarquía desde el principio. Estas luchas intestinas nos debilitaron y facilitaron la reconquista española hasta que ganamos la guerra en 1819. Mantener la unidad es difícil. Cómo será que después de 53 años de la declaración de “independencia” se instaura en 1863 un régimen radical que arranca con una federación extrema que apenas duró un poco más de 20 años debido a las contiendas, el desorden, los enfrentamientos, los armamentos y las guerras entre Estados, hasta que la sabiduría de Núñez y de Caro plantearon “regeneración o catástrofe” y fueron a la guerra y la ganaron salvando la república con una Constitución unitaria en 1886, que duró 105 años. En esa Constitución se dan algunos pequeños pasos de descentralización que aumentan con varias de las reformas que fue teniendo en su largo camino. Incluso hoy se eligen alcaldes y gobernadores de forma popular, idea inicial de Alvaro Gómez, respecto a todos los alcaldes. Ahora avanza un proyecto con firmas ciudadanas en busca de un referendo para que los departamentos puedan manejar autónomamente sus rentas y obtengan participaciones nacionales, según sus esfuerzos fiscales. Será otro avance hacia la descentralización. Así poco a poco y después de214 años del grito libertario se van moldeando mejor las perspectivas de un sistema Federal. Nada tiene de malo este sistema, se puede llegar a él con el tiempo, como ha estado ocurriendo. En lo que si no estoy de acuerdo y radicalmente es en la elección de jueces y magistrados por voto popular. Países más avanzados como Estados Unidos con jueces elegidos popularmente se ha visto envuelto en problemas de politiquería judicial. Qué tal aquí en Colombia con jueces y magistrados buscando votos y luego agradeciendo favores y montando maquinarias para quedarse en los cargos. Esto sería la intromisión de la política en la justicia y hoy no tenemos la cultura ni la madurez suficiente para contrarrestar y manejar con independencia, objetividad e imparcialidad esas situaciones. ¿Qué tal con la interferencia de jefes políticos en los diversos niveles y con favores y transacciones por todos lados? Por eso no estoy de acuerdo hoy y dudo estarlo en el futuro en un régimen de elección popular de jueces y magistrados pues no quiero ver más politizada la justicia, cuando lo que queremos es respeto, objetividad, cumplimiento de las leyes y el acatamiento a sus fallos y no como ocurre ahora que hasta el primer mandatario se rebela a las decisiones administrativas o judiciales y condena a quienes las producen dividiendo el país en la más peligrosa y riesgosa intervención. ¿Qué tal esto dirigido por jueces con jefes políticos?
Creo definitivamente que los Centralistas querían salvar la República con un mando unificado inicial y con jueces ajenos al juego electoral. Por ellos hoy existimos.