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Diálogo no verbal une todo lo existente

Por: Jesús Helí Giraldo Giraldo

El oxígeno, el hidrógeno, el nitrógeno y el carbono, elementos fundamentales de la existencia son los mismos para todas las especies vivas. Con ellas estamos en constante intercambio, dando y recibiendo. El árbol nos purifica el aire, cambiando gas carbónico por el vital oxígeno. Los animales complementan nuestra vida. El oxígeno está en nosotros, pasa por cada uno sin ser de ninguno, intercambiamos este elemento con todo lo demás. Aún, nuestro peor enemigo está dándonos el suyo, con él compartimos el aire, lo mismo con los animales y las plantas. El homicida lo comparte con su víctima y ésta se lo entrega en el último suspiro; aunque nadie podrá llevarse el aire ni guardarse para sí ese aliento. La vida está en todos y en cada uno, es una sola; no podrá aumentar la suya, el asesino, a costa de la ajena. No podemos acumular vidas, tampoco puede el cuerpo absorber más oxígeno del requerido, a costa de los demás; éste es uno solo, energía y vida; estamos unidos gracias al oxígeno del aire que nos hace inseparables, aunque en momentos de ceguera mental, trate de desconocerlo el inconsciente enemigo humano.

Compartimos el oxígeno con el viento y con el mar, al ser partícipes de la ola y la tormenta; con las plantas y los ríos, las montañas y los animales. Ante el trueno sentimos temor, y disfrutamos, entre todos, el suave viento y la atmósfera tranquila de los días pacíficos. Nos unimos en el terremoto y el movimiento de las ondas subterráneas, en la roca y en el suelo; en la tierra que se estremece, los barcos que naufragan y los edificios que caen. Los animales se asustan y huyen, igual que los humanos, ante el estallido de la bomba. Frente al ruido o la manifestación violenta de la naturaleza somos uno en el terror. La placidez de una mañana tranquila nos hace partícipes de la paz y de la frescura del amanecer, sentimos la invitación al descanso que nos trae el anochecer y el silencio de la medianoche. Recibimos el frío y la lluvia del invierno y el calor del verano, la alegría de la primavera y la frescura del otoño. Las estaciones vienen acompañadas de movimientos, actitudes y disposiciones, propias de cada época, de los seres vivos, demostración patética del diálogo no verbal que une todo lo existente. Apreciamos la belleza de una hermosa melodía y el descanso del silencio; las expresiones de la energía, representadas en la tierra, las vivimos y compartimos todos los que aquí habitamos.

Tres cuartas partes del planeta están formadas por agua, igual proporción conserva el cuerpo humano, estamos hechos de lo mismo. El agua está en los seres vivos, es condición indispensable para la vida junto a la tierra y todos sus componentes.

Los elementos, descubiertos y clasificados en la Tabla periódica química, están en nosotros y, a la vez, conforman el planeta. El aire y el fuego nos competen, los llevamos dentro como la bondad, la pasión, la sabiduría y la ignorancia. Energías no visibles, pero de efectos apreciables manejan las funciones biológicas y psicológicas humanas. A la tierra iremos y en el éter nos fundiremos.

La unidad hace posible nuestra vida terrena, adicionada con el espíritu divino que todo lo abarca sin necesitar espacio, desconoce las fronteras. El espíritu refuerza la unidad, haciendo al ser humano, no solo superior a todo lo creado, sino uno con todos, un solo cuerpo llamado humanidad. Todas las manifestaciones y expresiones de la energía se manifiestan en cada ser humano. La energía eléctrica, mecánica y química, la electrónica y los sistemas se basan en nuestro sistema nervioso.

El software, introducido a la computadora, primero está en nuestra mente; las aplicaciones de aquella, en sus múltiples sistemas, no son más que elementales y mínimas interpretaciones que alcanzamos a traducir de nuestro propio campo mental. La operación matemática aparece en nuestro cerebro antes de ser plasmada en el papel, el artista define primero en su mente la figura. El pensamiento, como onda de energía, no conoce distancias ni tiempo; une y comunica. Mente y espíritu nos ubican en todas partes, uniéndonos al universo. Somos uno con todo porque somos uno con Dios, la máxima energía, la única, presente en cada uno, por los méritos del creador, por ser el amor nos hizo a su imagen y semejanza. Por su generosidad absoluta, transmisora de bondad y grandeza, no por nuestro orgullo y egoísmo, no somos sólo cadáveres.

No son tus ojos los que ven ni tus labios los que ríen;

no caminas con tus pies,

ni con tu corazón palpitas,

no es tu mano la que a tu amigo entregas,

no es tuyo el pensamiento,

ni tuya es la voz que entona las canciones favoritas;

es el ser que a todos pertenece

y por ti se manifiesta

JHGG

Bogotá, 12 de junio de 2025

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