martes, junio 17, 2025
No menu items!
spot_img
InicioOPINIÓNJesús F. Vega Muñoz - Pbro.Dios Trino nos da Amor a todos

Dios Trino nos da Amor a todos

Padre Jesús Fernando Vega Muñoz Pbro.

Queridas y queridos hermanos, tanto amó Dios al mundo que le entregó a su hijo unigénito, su hijo querido, como él lo había manifestado en el bautismo hecho por Juan, para que todo el que crea en él no perezca sino que tenga vida eterna. Esta palabra de San Juan nos hace volver los ojos a Jesucristo crucificado. Ahora, sus manos que acariciaron, que perdonaron, que multiplicaron el pan, que acompañaron, que abrieron los ojos al ciego, que tomaron de la mano a los difuntos para resucitarlos, están clavadas por amor.

Y sus pies que recorrieron los caminos de Israel, como lo había soñado y añorado profundamente Moisés: “Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros”. Nunca Moisés pensó que aquellas palabras no eran un sueño, eran el deseo de un justo que Dios siempre realiza, porque el amor camina. Hay que ver en ustedes, papás y mamás, cuando uno de sus hijos grita porque hay un peligro o se cae, nadie ha medido la velocidad con que ustedes van a recoger porque lo aman. El amor no se queda quieto, el amor camina, porque Dios no es alguien inmóvil, sino que, como soñó Moisés, camina con nosotros que somos amados por él.

Tanto amó Dios al mundo, como el mundo es, con sus defectos, con sus conquistas, con sus pecados, con sus limitaciones, con sus aberraciones, como es, porque Dios no se queda contemplando dónde encuentra únicamente buenos, nos ama a todos, justos e injustos, buenos y malos, santos y pecadores, para él. Y aquí viene la primera revelación que Jesús hace con esas palabras: somos sus hijas y sus hijos. Tanto amor Dios al mundo que no dudó en entregarnos lo más precioso de sí mismo, su hijo querido. Jesús es entonces el regalo de Dios para todos nosotros.

Qué bello esto que desde niños hemos aprendido a descubrirlo, lo acariciamos en la cuna del pesebre, ponemos nuestras manos sobre sus pies porque nos inspira ternura, sin saber que estamos reconociendo ya desde niños que él es el regalo más precioso de Dios. Él no nos da cosas, Dios nos da amor, y no hay un amor más grande que el que reveló Jesús con sus palabras, con sus gestos, con sus decisiones.

Nuestra tarea entonces, como iglesia, nos lo decía la fiesta de la Ascensión del Señor y la fiesta del Espíritu Santo, es ir como Dios, caminar como Dios, para comunicar a otros el amor de Dios a cada persona humana. En estos momentos tan difíciles que atravesamos en el mundo, tenemos una oportunidad maravillosa, la hemos tenido, demostrar que seguimos a un Dios que es amor, porque nos hemos solidarizado, así sea solo con una palabra, no solo con cosas.

Nos podemos solidarizar con una sonrisa, con una escucha paciente, con un gesto. Sin duda, hemos transmitido, sin pensarlo y sin palabras, al Dios que solo sabe que solo puede, porque Dios es amor. Nos dirá el mismo evangelista San Juan en su primera carta a los primeros cristianos que él evangelizó: “Preguntémonos qué hacer entonces”.

Dios es una familia, por eso Dios es comunión, y nos hizo a imagen suya. En él hay tres personas distintas y un solo Dios. Entonces, aunque para nosotros en el pensamiento sea difícil comprender este misterio que nos desborda ahora y siempre, sin embargo, nos está diciendo que en Dios lo más profundo es su relación, es su comunión en las tres divinas personas, pero sin perder su identidad cada una, porque cada una tiene una misión.

El Padre que nos ama, que nos ha creado, que solo busca nuestro bien, él nos invita, como hacemos nosotros de niños con nuestros papás, a confiar plenamente en él. Hoy, que desgraciadamente hay tantos movimientos que llenan de miedo a la gente, no nos sirve. Dios es amor, y nunca el amor inspira temor. Un amor auténtico es en lo único que uno puede confiar, y en Dios no hay mentira, solo fidelidad, misericordia infinita para perdonar.

Amor loco que fue capaz de ir hasta la cruz para manifestarlo, revelarlo, para que nadie pudiera dudar de cuánto ama a Dios. Tanto ama Dios al mundo que le dio a su hijo, y ese hijo tanto ama que ha sido capaz de entregar no un rastro, toda su vida crucificado. Cuando las multitudes lo aclamaban, cuando había podido ser el que derrocara el imperio romano para apoderarse de su pueblo, no siguió ese camino, ni menos de pedir un ejército de ángeles que lo liberara.

Escogió la tercera vía, la de la Cruz, porque es la única que manifiesta el amor. Solo el que es capaz de dar la vida por el otro ama de verdad. Lo demás se queda en promesas, en palabras, en actitudes que no revelan de verdad el amor. Entonces, el Padre nos pide confiar en él y ser como Jesús, su hijo y nuestro hermano, dóciles a su voluntad.

Pero sin confundir la voluntad de Dios, que a veces pensamos nos viene un mal a esa voluntad de Dios. No, Dios nunca quiere el sufrimiento para sus hijas y sus hijos. Dios siempre quiere la vida, la felicidad, la luz, la eternidad para sus hijos. Entonces, hacer su voluntad es descubrir en los acontecimientos, así sean dolorosos, su presencia, su voz. El silencio de Dios es más elocuente porque es un silencio amoroso que acompaña sin ruido y nos ayuda a relacionarnos con toda confianza con el Padre.

Y buscar como Jesús hacer su voluntad, y nuestra relación con el Hijo, conocerlo, aceptarlo, sintonizar con él, aprender a vivir con la sencillez, con la alegría, con la donación con la que él vivió, y sobre todo amar a los demás como él los amó. Y luego, no un día seguirlo, no se cansará de repetirnos: “Sígueme”. Esa palabra se vuelve no un eco, sino realidad cuando lo aceptamos a él en el corazón.

Y luego, lo mejor que podemos hacer, porque es nuestro hermano y nuestro amigo, es colaborar con el proyecto del Padre, su reino. “Venga tu reino”, nos enseñó a pedir todos los días. El reino del Padre, reino de la verdad, reino de la justicia, reino de la santidad, reino de la gracia, Reino del amor, reino de la paz. Eso es lo que Jesús espera que colaboremos con nuestra vida sencilla, limitada, llena de fallas y pecados. No importa, él mira el corazón.

No se queda en lo que él mismo puede perdonar si nos arrepentimos, pero sí espera, porque nos ha amado tanto, que le demos una mano para que el reino del Padre se establezca y haya una sociedad profundamente humana, solidaria, fraterna, reconciliada. Eso, y cada uno de nosotros, empezando por la casa, lo podemos hacer.

Esa ha sido la gracia que hemos encontrado, porque Dios de los males saca bienes. Volver a vivir en familia, una familia que había perdido al padre. Estamos en unas familias sin padres porque los negamos, los rechazamos, los olvidamos, los despreciamos. Volver a una familia centro de comunión, volver a una familia acogedora, protectora, acompañante de la vida.

Volver a una familia que nos enseña el ABC de la solidaridad, de la ternura, del amor, de la comprensión, de la reconciliación. Y luego, qué hacemos frente a Dios Espíritu Santo. Vivir animados por él, que es amor, y vivir todo desde su amor que está en nosotros. El Espíritu Santo ha infundido en nuestros corazones, decimos antes de rezar el Padre Nuestro, ha infundido el amor de Dios en nuestros corazones.

Con ese amor somos capaces de vivir, de ser felices, de permitir que otros crezcan, de aprovechar la riqueza de la diversidad, no para generar una uniformidad, sino para crear una familia unida, un pueblo que se respeta, que se acepta, que se acompaña, que busca para todos lo mejor.

Qué bello celebrar, en medio de esto que estamos viviendo en Colombia, de la violencia, esta fiesta, porque nos compromete a dejar atrás las falsas imágenes de Dios y acoger al Dios verdadero, hermano y amigo de cada uno y de todos nosotros y de todas las personas de este mundo.

Y Espíritu de amor que nos dinamiza en todas las manifestaciones que podemos encontrar y que significan amor. Donde hay amor, allí está Dios. El que ama ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Él nos dé esa gracia de vivir unidos a él, por como Padre, por nuestra confianza plena, por la búsqueda de su voluntad, seguirlo a él y aceptarlo como nuestro mejor hermano.

Para trabajar con él en la instauración del reino y guiados por el Espíritu, vivir en el amor. La Virgen María, que fue hija predilecta del Padre, madre amorosa del Hijo y esposa querida del Espíritu, nos ayude a ser cristianos como ella, es la perfecta cristiana. Amén.

Artículo anterior
Artículo siguiente
ARTICULOS RELACIONADOS

NOTICIAS RECIENTES

spot_img