Gustavo Adolfo Constaín Ruales. X@moldergc
Capítulo I_84.
Silvio después de las risas y bromas desatadas al haber nombrado a su héroe, se fue a su oficina. Era una inmensa habitación llena de varios artilugios guardados en desorden en estanterías de vidrio y metal. Sobre un inmenso estante de madera de varios niveles, sobresalía en la parte de arriba, cientos de estatuillas, que a lo lejos parecían héroes de acción de comics, ya que todos parecían tener capa, pero no eran capas, eran hábitos de monje. Alfonso que nunca había visto estas figuras, comento en broma ¿esta es tu colección de figuras de acción?, Silvio respondió -son de una edición especial, yo las hice, representan a héroes reales, son “bon homme”, santos, de diferentes lugares del mundo y cada uno es el patrono de una causa noble, pídeles con fe y todo será posible-. Alfonso, no pregunto más, Silvio hablando de su fe y de su iglesia se volvía apasionado, el poeta le contesto, acuérdate -soy un ateo, creyente- y se moría de la risa, Silvio rio de gran manera y le toco el hombro, se siguió riendo, mientras buscaba su escritorio.
En la pared que quedaba atrás del escritorio que estaba en posición hacia el norte geográfico, se veía un afiche, el famoso I Want to Believe de X Files, la serie de culto de la televisión, protagonizada por los agentes especiales del FBI, investigadores de lo paranormal Dana Scully y Fox Mulder. Silvio les explicaba a sus íntimos, que esta serie daba miedo, contaba en ficción, lo que fue muy real. En la pared del lado derecho, sobre un nicho, reposaba una estatuilla de la Virgen morena, regalo de un judío que se la obsequio en un viaje que hizo a Estambul, el profesor. El amigo le confió que un antepasado que fue artesano, hizo una réplica a escala de la verdadera Virgen María, cuando vivía y la reprodujo en una estatuilla. El rostro de la virgen era de una mujer joven, linda, que expresaba humanidad, alegría, sus vestimentas eran sencillas y ha usanza de la época. Quedarse mirándola produce una sensación de éxtasis que da tranquilidad y paz absoluta. La figura, en las noches resplandece con una luz azul-verde-naranja y Silvio contaba al que quisiera escuchar, que dependiendo de la persona que entrara allí, la Virgen cambiaba su semblanza: de alegría, a estar seria. Según esto podía saber en quien podía confiar o no.
Los esotéricos que conocían la historia y sabían por sus fuentes, que el relato era real, le ofrecían cada tanto dinero, oro o un trueque por objetos sacros que la misma iglesia desconocía. Otros por intermedio de terceros, ofrecían otro tipo de trato o trueque por cosas bizarras u objetos desconocidos que no tenían explicación para la ciencia, también le habían ofrecido objetos malignos con determinados poderes.
Sobre el lado izquierdo, en la pared, está enmarcado un mapa de la Tierra, pero no igual a los que conocemos, en este mapamundi, aparecían los continentes perdidos: Albion, Atlántida, Thule, Mu. También se observaban mares, ríos y cordilleras hoy inexistentes. Existían muchos círculos rojos en todo el mapa, que representaban la entrada a la tierra hueca, entre ellos se distinguía La cueva de los Tayos en Ecuador. Se distinguían escritos en lenguas que el hombre moderno nunca ha conocido, lo mismo que símbolos zodiacales y esotéricos por todo el plano. Dibujos de figuras humanas, que representaban tribus, que hoy el hombre apenas está descubriendo y de cuya existencia, si se hicieran las pruebas de carbono 14 en esos lugares, no cuadraría con la antigüedad de la tierra, que nos han contado, nuestro planeta sería mucho más viejo.
Silvio afirmaba que solo los poetas en sus escritos, nos contaban de esta realidad y mencionaba con orgullo, un poema llamado “Canción del olvido”, escrito por un paisano, -un patojo que rebelaba de nuevo, lo que los bardos de la antigüedad ya conocían- aseveraba el apasionado profesor coleccionista de comics.