jueves, junio 19, 2025
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The Plush Ripper

Gustavo Adolfo Constaín Ruales. X@moldergc

Capítulo II.

El Grimorio perdido. Octava parte.

Los llamados ángeles neutrales, fueron aquellos que no tomaron partido en la batalla más grandiosa que ha ocurrido en las estrellas. No apoyaron al Padre, ni a Luzbel. No fueron maldecidos porque no apoyaron a los rebeldes, pero al no estar del lado del Padre, no podían quedarse en el cielo.

El resultado de la guerra en el cielo que fue confrontación de espada, fuego y poder, produjo que -el tercio de las estrellas- los ángeles traidores y su líder Luzbel el lucero de la mañana cayeran a la tierra, la corona de su líder se perdió en el polo norte.

Los caídos buscaron a sus hermanos, los doscientos ángeles que ya habitaban la tierra. Los vigilantes tuvieron descendencia con las mujeres, sus hijos fueron los gigantes, los nephilim de la Biblia y por esto se condenaron, faltaron a su naturaleza, ser leales. La lealtad significa obediencia.

El encuentro entre ángeles: los caídos del cielo y los habitantes de la tierra no fue de camaradería. Los ángeles expulsados echaron su culpa y odio a los ángeles vigilantes, los culparon de la escritura del libro oscuro y haberlo perdido todo. A su vez, los guardianes por haber perdido el favor del Padre culparon a los hombres, a sus mujeres y sus historias por sus desgracias. Luzbel todavía en su imponencia, los callo a todos. En lo alto de una colina, con su espada al cinto y su lanza, ambas de fuego, les dijo: “hermanos, no lloréis por lo perdido, el destino nos acogió y nos dará un mañana, aún tiene sus hermosas alas, su armadura y un poder que el hombre no posee, todo esto es testimonio de su grandeza, de su origen”. Luego el hijo amado, el ser con sabiduría, elocuencia, belleza y justicia como jamás ser viviente creado, pronuncio su famosa frase “prefiero ser Rey en el abismo, que sirviente en el cielo”, acabándose de condenar. Un poeta nos cuenta que cuando Luzbel vio mirando al cielo lo que había perdido, el amor de su Padre y su omnipotencia, lloro y sus lágrimas al derramarse, formaron los grandes abismos de la tierra.

Esa tarde, cuando el día se dormía y llego la noche, los ángeles rebeldes en una metamorfosis espeluznante perdieron sus rasgos originales. Encima de sus cuerpos de luz, se formo una costra de piel de animal, sus rostros de hermosura deformaron en fisonomías grotescas, terribles y horrorosas. Solo conservaron su estructura, el orden por legiones, sus grados y cargos. Cada uno de ellos fue convertido en el opuesto, por lo cual fue creado, por la sabiduría de Dios. Un ángel creado para la paz se convirtió en un demonio de la guerra y la discordia y así para cada ángel, su virtud se convirtió en su defecto, en su contrario.

En la tierra en el día a día del hombre y los suyos, se escucha un ruido, un murmullo que proviene de las estrellas llamándolo. Dependiendo del susurro podríamos discernir si son los ángeles santos -las dos terceras partes que fueron leales- y el otro siseo podría venir de la tierra abismal, que resuena en la oscuridad del espacio, el llamado de los perdedores, de los caídos, de los rebeldes, los malditos, del mal purísimo.

En esa batalla descomunal en el cielo, en esa guerra de secesión, al luchar por la custodia de dos libros, uno de oscuridad y otro de luz, estos cayeron a la tierra y perdieron al hombre.

En las incontables civilizaciones que ha tenido la Tierra, esta dualidad de gnosis, con el tiempo fueron llamados: el grimorio perdido para el libro oscuro y el “Libro”, para el libro de la luz. Así los denomino el hombre.

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