CARLOS E. CAÑAR SARRIA – carlosecanar@hotmail.com
La reciente crisis entre Colombia y Estados Unidos, por la política migratoria del presidente Trump y la negativa del presidente Petro a recibir colombianos deportados en condiciones adversas y en contra de la dignidad humana, dará mucho de qué hablar, a favor y en contra de los dos mandatarios.
El presidente Trump está haciendo lo que prometió como candidato, expulsar a los ilegales de su territorio y devolverlos a sus respectivos países, algo que no debiera de extrañarse porque desde hace tiempo se viene implementando; el problema es la forma como lo está haciendo, pues no necesariamente los indocumentados son criminales, narcotraficantes, asesinos, pandilleros, etc., tal como les denomina el presidente norteamericano. Las condiciones de expulsión y transporte de las personas ilegales van en contravía de la dignidad humana y eso es lo que choca, disgusta y genera una serie de reacciones, de toda índole, que se ventilan en la opinión pública y en las redes sociales.
El presidente Petro tiene razón en exigir un trato humano a los deportados colombianos, pero no es prudente desafiar a la potencia económica, considerada la más importante del mundo y de cuyas relaciones económicas se benefician mutuamente tanto Colombia y Estados Unidos, menos en una sociedad como la actual donde manda el capital, principal característica del imperialismo. No se puede negar la dependencia de los países pobres de los ricos, sin que ello signifique arrodillarse al Tío Tom. Las amenazas y acciones de las potencias económicas cuando se pretende actuar en contravía de sus intereses no faltan. De ahí, las sanciones económicas para someter al hambre a quienes se opongan a sus intereses, muchas veces mezquinos, que es lo que ha demostrado Estados Unidos en casi toda su historia.
A los gringos, lo único que les importa es montar en el trono, a alguien que los represente y defienda sus intereses. Y Trump la tiene clara y sabe a qué ha regresado. Con tono arrogante, argumenta que regresa a hacer respetar a Estados Unidos y según parece, a aplicar la sentencia maquiavélica de “el fin justifica los medios”, lo cual no deja de producir miedo, ya que sus pretensiones y acciones pueden amenazar la paz mundial.
Trump seguirá construyendo el muro en México para proteger la frontera e impedir que sigan pasando migrantes a su país; por eso también ha deportado ilegales no mexicanos a México, bajo el argumento de que pasaron por ese país para entrar a territorio estadounidense.
Trump regresa con toda, dió la orden de cambiar el nombre de Golfo de México por Golfo de América y amenaza con apoderarse del Canal de Panamá y ahora pretende acabar con el fenómeno de los migrantes ilegales, de manera inadecuada, es decir, lesionando la dignidad humana.
En cuanto a las relaciones entre Colombia y Estados Unidos debe primar la sensatez, la prudencia, la diplomacia y el diálogo. No generar escándalo a nivel mundial mediante el hecho de asumir posturas y actitudes, que por precipitadas e inconvenientes, deben ser al poco tiempo reversadas.
En Colombia, la denominada oposición que nada tiene de democrática, todo lo aprovecha para venirse en contra del presidente Petro y pretender ganar réditos en tiempos electorales que se avecinan, pero, como dicen los costeños, tacan burro, porque ya casi nadie les cree.
Al presidente Petro le es conveniente, en el tiempo que le queda de mandato, continuar con la cabeza erguida, haciendo esfuerzos para que no fracase su política de Paz Total y lograr llevar a cabo las grandes reformas económicas. A pesar de la mala prensa que cotidianamente se le hace, cuenta con mucho respaldo de vastos sectores populares, que indican una atmósfera favorable, para darle continuidad a sus programas de economía social, cuando el presidente Petro haga dejación del poder el próximo año.