Por: Sebastián Silva-Iragorri
En ocasiones la lluvia que generalmente es benéfica se convierte en tragedia, en avalanchas, en derrumbes, en deslizamientos y penetra en las ciudades, los pueblos, los hogares y destroza y arruina construcciones y cultivos y acaba con la vida de muchas personas trayendo el dolor y las lágrimas a familias, hogares y pueblos enteros asombrados de lo que llaman el poder de las aguas. En estos días las noticias han sido las fuertes lluvias e incluso granizadas que cubrieron el piso del desierto de Arabia Saudita teniendo como resultado la formación de nieves que a simple vista se convierten en un blanco paisaje estremecedor por su excepcional aparición. Ya en el año 2022 había ocurrido algo similar en el desierto del Sahara produciéndose una inesperada y sorprendente nevada.
Dicen y así lo creo, que las estaciones del tiempo con sus 4 etapas principales coinciden exactamente con la creación y desarrollo del Hombre sobre la Tierra. La primavera sería el despertar de mente y conciencia en el avance de la formación integral de las calidades del Ser; el verano tipifica la estructura y la madurez del Hombre en su etapa de producción e impacto de realizaciones; después viene el otoño que descubre aquella sabiduría serena del conocimiento, la experiencia y la educación; luego llega el invierno y aparece la etapa final de la existencia antes del gran paso hacia la eterna vida espiritual. Cada etapa de la vida puede combinar algunas estaciones, es decir, puede haber veranos intensos en el exterior con otoños e inviernos en el alma y a continuación primaveras espirituales de resurrección. Todas las combinaciones pueden darse y eso hace fascinante la vida en su complejidad y sencillez al mismo tiempo, con sus tempestades y moderaciones frente a circunstancias cambiantes e inesperadas. La vida sigue así bella y sorprendente, es el regalo anticipado de la divinidad, es el galardón generoso de una creación infinita que nos permite observar su riqueza, diversidad y evolución. Qué interesante que en los desiertos también llueva, pero aún más maravilloso que el alma se estremezca con la lluvia noble y clara de los buenos pensamientos. En los escenarios de la vida qué mejor que vencer los miedos, las lluvias torrenciales, las tempestades, los mares impetuosos, las fuertes olas y los vientos huracanados. Es en esos espacios en que trepidan las almas y se curten los espíritus, es donde más valoramos el sosiego, la calma, el paso seguro, el ritmo acompasado, el pensamiento efectivo y la elevación del alma en sublimes reflexiones de propósitos y acciones con impactos en la personalidad y el carácter.
En los desiertos de mayor frío en el mundo están la Antártida y el Ártico con prolongadas estaciones y con los riesgos de deshielos y precipitaciones con amenazas de crecimientos y corrientes incontrolables. En los desiertos calurosos como el Sahara, que ahora también tiene nieves que se posan en sus pisos de dunas, se producen resultandos sorprendentes de combinación de calor y frío en el mismo territorio demarcado.
Los patrones o estructuras de las condiciones del clima se alteran bajo unos modos periódicos con consecuencias como deshielos, inundaciones, altas temperaturas, problemas en la salud de las personas y contaminaciones. Todo esto puede suceder o estar sucediendo y ha dado origen a políticas de diversas clases y a la existencia de ambientalistas objetivos y ambientalistas extremos. Se programan Cumbres y se anuncian grandes inversiones, pero los avances son irrisorios, sirven más para promociones políticas. Las Cumbres tienen que dar resultados, las personas morigerar sus posturas pues no es conveniente ambientalistas radicales que paralizan obras y detienen el progreso. Se debe luchar por Cumbres reales con resultados concretos evitando concursos de retórica sin ejecución alguna. Formemos líderes ambientalistas que encuentren el justo medio de defender el ambiente sin detener el progreso de los pueblos y que permitan, sin extremismos y excesos, el desarrollo efectivo y justiciero en favor de toda la humanidad.
