viernes, junio 20, 2025
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InicioOPINIÓNJesús F. Vega Muñoz - Pbro.El amor a Dios y al prójimo no se deben separar

El amor a Dios y al prójimo no se deben separar

Padre Jesús Fernando Vega Muñoz Pbro

En este domingo XXXI del tiempo ordinario el Señor nos hace una invitación y es a escuchar primeramente, porque muchas veces, no escuchamos la voz de Dios sino que más bien nos dejamos llevar por el ruido y el bullicio de la gente.

Escuchar es sinónimo de obedecer y aquí podemos ver que Jesús destaca lo siguiente, solo Dios es Dios, pues si no creemos en Dios nos crearemos otros dioses a nuestro antojo y nuestra manera.

Amar a Dios más que un mandamiento es un regalo maravilloso pues quien ama a Dios él no lo defrauda, no decepciona, recordemos esto que decía un santo en una oración: tarde te amé Oh hermosura tan antigua y pura tarde te amé. No importa si es tarde, lo importante es amar a Dios esa hermosura tan ant9y pura que siempre está con nosotros.

Jesús nos habla de ese mandamiento del amor Y qué bueno que podamos amarnos los unos a los otros y que amemos nuestra casa comun La vocación mayor del hombre es la llamada al amor. El amor da incluso el significado definitivo a la vida, el amor es uno solo. Uno e idéntico, abraza a Dios y al prójimo, esos dos amores deben estar siempre juntos pues nos dice san Juan “El que no ama a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios, a quien no ve” (1 Jn 4, 20).

Nos dice SS el Papa Benedicto XVI

Si el amor de Dios ha echado raíces profundas en una persona, ésta es capaz de amar también a quien no lo merece, como precisamente hace Dios respecto a nosotros. El padre y la madre no aman a sus hijos sólo cuando lo merecen: les aman siempre, aunque naturalmente les señalan cuándo se equivocan. De Dios aprendemos a querer siempre y sólo el bien y jamás el mal. Aprendemos a mirar al otro no sólo con nuestros ojos, sino con la mirada de Dios, que es la mirada de Jesucristo. Una mirada que parte del corazón y no se queda en la superficie; va más allá de las apariencias y logra percibir las esperanzas más profundas del otro: esperanzas de ser escuchado, de una atención gratuita; en una palabra: de amor. Pero se da también el recorrido inverso: que abriéndome al otro tal como es, saliéndole al encuentro, haciéndome disponible, me abro también a conocer a Dios, a sentir que Él existe y es bueno. Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables y se encuentran en relación recíproca. Jesús no inventó ni el uno ni el otro, sino que reveló que, en el fondo, son un único mandamiento, y lo hizo no sólo con la palabra, sino sobre todo con su testimonio: la persona misma de Jesús y todo su misterio encarnan la unidad del amor a Dios y al prójimo, como los dos brazos de la Cruz, vertical y horizontal. En la Eucaristía Él nos dona este doble amor, donándose Él mismo, a fin de que, alimentados de este Pan, nos amemos los unos a los otros como Él nos amó.

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