sábado, junio 7, 2025
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La paz que se construye con el lenguaje

Por: Alejandro Zúñiga Bolívar

Hay algo profundamente incoherente en un discurso que se dice pacifista pero que, al mismo tiempo, lanza palabras que hieren, dividen, estigmatizan o avivan odios. A diario, el presidente de la República parece olvidar que la paz no es solo una promesa de campaña, ni un capítulo en los planes de gobierno, ni una estrategia de negociación con grupos armados. La paz se construye —y también se destruye— desde lo más elemental: el lenguaje.

En lugar de unir, sus palabras separan. En lugar de invitar al diálogo, acusan. En lugar de convocar a la construcción colectiva, señalan con desprecio a quienes piensan distinto. Y en esa forma de hablar que ya se ha hecho costumbre, se esconde una violencia que no necesita armas: la violencia simbólica de creer que solo unos tienen derecho a tener voz, y que quienes no están de acuerdo son traidores, enemigos de clase, vendepatrias o títeres del capital. Esa narrativa, disfrazada de justicia social, perpetúa la guerra. No con fusiles, pero sí con odio.

La paz —esa palabra tantas veces usada como bandera y tantas otras como excusa— no se enseña leyendo discursos aprendidos de memoria ni apelando a consignas vacías. La paz se vive, se encarna, se siente. Y se transmite, también, con la forma en la que un líder habla, escucha y nombra a los demás. No se puede llamar al perdón mientras se insiste en dividir entre buenos y malos, entre pueblo y élite, entre víctimas verdaderas y víctimas “inconvenientes”.

Quien quiera liderar la causa de la paz tiene que entender que no se trata solo de sentarse en una mesa de negociación ni de firmar un acuerdo. La paz comienza cuando se aprende a usar las palabras para sanar, no para herir; para encontrar puentes, no para cavar trincheras. Comienza cuando los líderes, todos, y sobre todo el primero de ellos, dejan de hablar desde el resentimiento para hablar desde la esperanza.

Mientras el presidente no entienda que la paz también se construye con las palabras que dice cada mañana, seguiremos atrapados en una ilusión. Porque no hay paz posible si quien la promueve no la siente primero en el corazón. Y si el corazón está lleno de rabia, no hay libreto que alcance.

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