Nació en Popayán un 1 de diciembre. Su nombre de pila es Andrés Mosquera López. Su seudónimo es TITOCÉ.
Por Antonio María Alarcón Reyna
Cuando uno camina con él por las calles del sector histórico de Popayán, nadie lo saluda ni por su nombre ni por su seudónimo, simplemente todos le dicen: poeta.
Y apenas esas cinco letras son pronunciadas por algún patojo raizal o cualquier amigo de este loco enamorado de las letras, parece que un resorte se disparara de su lengua mordaz, y casi que de manera delirante devuelve el saludo con esa cordialidad afectuosa tan suya, e inmediatamente le dispara a quemarropa uno de sus tantos poemas.
Siempre he tenido la impresión de que TITOCÉ anda al acecho de cualquier saludo para acribillar a su interlocutor con un poema. Sus versos son cortos, simples, directos, sin adornos, pero llenos de una profundidad elemental, que precisamente por eso, en algún resquicio encuentran el camino para aproximarse al alma de quien los escucha o los lee.

Por eso no es raro verlo eufórico declamando en el Parque de Caldas, en el Café Colombia, en la esquina del Teatro Valencia o apoltronado en el mueble negro de mi apartamento, mientras de manera personalizada le recita versos a quien quiera oírlos, o a quien no quiera. TITOCE con su mirada y sus ademanes siempre logra atraer a sus “víctimas”, especialmente a las damas, a quienes finalmente deja muertas de la risa o mínimo, con una sonrisa de picardía evocando recuerdos de amores contrariados o dolores lejanos.
Ese es TITOCÉ, el que se burla de su linaje histórico, pues es bisnieto del General Tomás Cipriano de Mosquera, cuatro veces presidente de Colombia. Se ríe porque hay un barrio, un museo, un parque, no sabe cuántas escuelas, colegios, estatuas, bustos, con el nombre de su bisabuelo y él es simplemente TITOCÉ. Un poeta que es feliz con lo que hace para alegrar la vida de quienes lo leen, un poeta que no está preocupado por la métrica y los estilos. Un poeta que camina con su cabello largo, su sombrero de ala corta, sus barbas y su bigote blanco, sus collares, manillas y artesanías que él mismo elabora, en franco desafío a los colores del pantalón verde y la camisa roja que nunca combinan, pero que lo hacen único, anárquico, inimitable y coherente con lo que hace y vive a diario.
El escritor payanés Marco Antonio Valencia Calle, lo describe asi: “Yo diría que es todo un fenómeno literario con un código muy personal, del cual todavía nadie ha dicho nada, sus poemas de extremada sencillez son el producto de esforzados racionamientos para torcerle el cuello a las palabras en la búsqueda de la simpleza de un lenguaje sin moral, de la economía de la frase de un verso asexual e impersonal. Me consta porque se los he visto hacer, allí en el Café Colombia, donde nos conocimos y hemos tenido largas charlas literarias, llenas de café negro, cigarrillos Pielroja, mucha risa.
Para escribir nunca le ha pedido permiso a nadie, no le interesan las modas, ni las tendencias, ni las escuelas literarias, siendo un gran lector y conocedor de la mejor poesía del mundo, pero no le interesa estar en los circuitos de la poética, ni que le publiquen en antologías, ni ser reconocido por los intelectuales de ninguna especie, solo quiere vivir en paz con sus sueños, y a veces le gusta compartir sus elucubraciones literarias, con la gente en recitales, en poemas murales que el mismo imprime, en libros, en tarjetas de cartulina, porque dice que sus lectores siempre encontrarán en una página sus poemas para regalar, entonces les ahorra el trabajo de dañar el libro…algo que lo hace muy feliz y le divierte”.
El mismo TITOCE nos cuenta que sus inicios en la literatura son producto de su entorno familiar “Creo entonces que mis inicios como poeta fueron gracias a esas lecturas que hacía mi madre en voz alta, porque desde entonces yo mismo también comencé a leer en voz alta y a recitar de memoria mucho de esos poemas, de manera que hago lo mismo con mis propios versos”.

Su obra está contenida entre otros libros en “Poemas del sufrimiento”, “lo mejor de las venas cuando lloro”, “Sigue el amor”, “Angustia”, “Puro amor”, “Y no me vuelvo a enamorar”, “Tribunal de penas amargas”, “La palabra es un fusil de Guerra”, “Poemas del amor y la queja”, “Antología poética”, “Verdades de amor en poesía”, “Encontrar el corazón es muy difícil”, “El componedor de candados”, “Huilquipamba y otros poemas de amor”, “Poemas de amor a Federico” y por supuesto en varias antologías de poetas caucanos.
Hoy por hoy, TITOCE se encuentra recluido en sus “cuarteles de invierno” pues por problemas de salud ya no puede salir a recorrer las calles de su amada Popayán que tanto ha retratado con sus cámaras digitales, en un espacio de poesía visual como él mismo la denomina y solo recibe a sus más cercanos amigos, con quienes disfruta leyendo sus nuevos versos y ofreciendo su cálida amistad.
Y NO ME VUELVO A ENAMORAR
Y no me vuelvo a enamorar
por haber sufrido tanto
y por tanto que he sufrido
no me vuelvo a enamorar.
y no me vuelvo a enamorar
por tantos altibajos de la vida
y por toda esa incertidumbre
de mi alma en agonía.
Y no me vuelvo a enamorar
por no tener de nuevo aquella dicha
de un fino rostro, unos ojos y unos labios.
el amor vive sangrando
copas de miel sobre la vida
el amor es, dos sexos opuestos;
en una constante de rechazar al ser querido.
Y no me vuelvo a enamorar
por el miedo que le tengo
a la tristeza.
por el miedo a la amargura.
y no me vuelvo a enamorar
por el miedo al simple hecho,
de decir, de repetir,
que el día que también me quieras,
olvido lo dicho en un principio.
¡Y me vuelvo a enamorar¡