Por: Alejandro Zúñiga Bolívar, El Liberal.
Primero que todo, las cuchas sí tienen la razón, sobre todo la mía. Hoy, en la Piedra Norte de Popayán, colectivos de jóvenes han convocado una intervención artística para pintar el grafiti “LAS CUCHAS TIENEN LA RAZÓN”. Si bien esta acción podría interpretarse como un acto de solidaridad con los artistas de Medellín que tuvieron que rehacer una obra similar tras su remoción, es necesario abordar esta iniciativa desde una lectura más profunda y crítica. Este graffiti no es una expresión espontánea de memoria colectiva; es, ante todo, una intervención con una agenda política que no podemos ignorar.
En una sociedad tan polarizada como la nuestra, cada acción simbólica, cada pintada y cada consigna terminan absorbidas por las narrativas de los extremos políticos. Los polarizadores y oportunistas de lado y lado ya han aparecido, convirtiendo esta acción en un escenario para sus agendas particulares. En este caso, el verdadero mensaje —la reivindicación de las víctimas y la reconstrucción de la memoria histórica— ha quedado invisibilizado, sepultado por las disputas de quienes siempre buscan protagonismo.
El graffiti, lejos de ser una expresión de solidaridad genuina, parece estar más interesado en graduar a la derecha como negacionista del conflicto armado, aprovechando los desafortunados comentarios y acciones de algunos de sus representantes. Además, pretende mantener vivo el señalamiento contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez por su presunta responsabilidad en los crímenes cometidos por los paramilitares. Estas narrativas políticas, terminan desviando el foco del objetivo principal que deberíamos perseguir como sociedad: visibilizar y dignificar a las víctimas del conflicto armado en Colombia.
Si esta iniciativa estuviera realmente enfocada en las víctimas, la reivindicación no giraría en torno a los victimarios, sean paramilitares o las FARC. En cambio, el esfuerzo se centraría en visibilizar el drama humano de quienes sufrieron la violencia, sin importar de dónde viniera. Por ejemplo, podría haberse enfocado en el flagelo de la violencia sexual, el reclutamiento de menores o las desapariciones forzadas, provocando reflexiones profundas y alejadas de los sesgos políticos. Este tipo de expresiones podrían inspirarse en obras como la película Sounds of Freedom, que aborda la trata de personas desde una perspectiva humanitaria y universal, invitando a la sociedad a cuestionarse y actuar frente a estas tragedias.
Lamentablemente, hoy vemos cómo el simbolismo de una frase tan potente como “LAS CUCHAS TIENEN LA RAZÓN” se diluye en la pelea de trincheras. Las víctimas merecen mucho más que ser instrumentalizadas para agendas políticas. Merecen que su dolor sea reconocido de manera íntegra, sin filtros ni sesgos ideológicos, y que las expresiones de memoria busquen sanar, construir y unir, no seguir cavando las brechas que nos dividen.
Esta intervención, más que un acto solidario, parece ser una pieza más en el tablero político. Ojalá, como sociedad, podamos elevar estas discusiones por encima de las agendas partidistas y centrarnos en lo realmente importante.