Por: Alejandro Zúñiga Bolívar, El Liberal.
La caída de Nequi ayer generó un torbellino de comentarios en redes sociales, evidenciando una vez más la particular forma en la que los colombianos enfrentamos las adversidades cotidianas. Cientos de usuarios manifestaron su frustración por la interrupción de un servicio que, para muchos, ya no es simplemente una alternativa, sino una necesidad indispensable en su vida diaria. Desde compras hasta pagos cotidianos, Nequi se ha convertido en una extensión del bolsillo para millones. Por eso, su caída, aunque temporal, no pasó desapercibida.
Sin embargo, lo que verdaderamente resaltó fue la creatividad desbordante y el humor que se tomaron las redes sociales. A pesar del malestar, las quejas vinieron acompañadas de memes, chistes y expresiones irónicas que ilustran esa capacidad innata de los colombianos para encontrar el lado amable de las situaciones adversas. Ejemplos como “Llevo dos horas tomándome la sopa esperando que se restablezca el mandingo #nequi” de @AlbeiroCardonaR, o el comentario de @yara_jeison: “Tocó pedir otro desayuno porque el $%& nequi está caído. Pd No hay ollas para lavar”, son solo una muestra de cómo, incluso en medio del caos, el ingenio nacional encuentra formas de manifestarse.
Pero el problema no es para reírse del todo. La caída de Nequi pone sobre la mesa una discusión urgente sobre la dependencia que hemos desarrollado hacia las plataformas digitales y las responsabilidades que estas tienen frente a sus usuarios. El sistema financiero está en plena transformación y, si bien la tecnología ha facilitado la vida de millones, también ha creado una vulnerabilidad que se hace evidente cada vez que estos servicios fallan.
En un contexto donde el efectivo pierde terreno y las plataformas digitales ganan protagonismo, garantizar la estabilidad de estos servicios ya no es solo un compromiso ético, sino una necesidad crítica. El hecho de que las caídas de aplicaciones como Nequi o Daviplata sean cada vez más comunes nos obliga a reflexionar sobre el nivel de preparación de las empresas que las gestionan y los mecanismos de respuesta ante contingencias.
Para los usuarios, estos eventos también representan una lección de prudencia. La digitalización no puede ser absoluta. Diversificar las opciones de pago y mantener al menos una alternativa no digital debería ser una práctica habitual, aunque para algunos esto implique costos adicionales, incomodidades o riesgos que parecían mitigados al no tener que llevar efectivo.
Mientras tanto, queda la reflexión sobre nuestra resiliencia y capacidad para sobrellevar los imprevistos con humor. Si algo queda claro tras la caída de Nequi, es que los colombianos sabemos reírnos incluso cuando la sopa se enfría o las ollas se quedan sin lavar.