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Beatriz Quintero: la historia como refugio de vida

Beatriz Eugenia Quintero es una mujer que le ha dedicado 20 años a la historia y en ella ha construido su refugio de vida. Desde el año 2017 el Centro de Investigaciones Históricas José María Arboleda Llorente la acogió como directora. Allí ella recuerda, goza, sufre y vive.

Beatriz Quintero: una guardiana que camina en los senderos de la historia. Foto: Cortesía Iván Soto/El Liberal.

Escrito por: Nasly Lucía Hinestroza Riascos

naslyhinestroza@unicauca.edu.co – *Especial Co.marca/Alianza El Liberal

El camino de Beatriz hacia el inagotable mundo de la historia fue tejido por un hombre que le guarda mucho amor a ella y a la memoria: su padre. Tiempo atrás ella lo acompañaba en su quehacer investigativo cuando acudía al archivo. En él Beatriz vio su reflejo de vida, fue la figura que motivó a aquella niña del pasado a encontrar lo que hoy se ha convertido en su oficina, sus lápices, los libros que cuida y lee, las personas que orienta, los pasillos que camina, las puertas que cruza y los lugares que recuerda.

Caminar en el tiempo

Un tenue calor reposaba en el aire y los rayos de sol se deslizaban sobre las aceras de la calle 3 # 5 – 38 en Popayán. El destino era el Centro de Investigaciones Históricas José María Arboleda Llorente. El reloj marcaba la 1:55 p.m. del 25 de abril de 2024.

La entrada es así: un gran portalón rodeado por un zaguán empedrado coronado por un majestuoso arco de medio punto, el acceso desemboca en el patio central, piso en piedra de río desde el cual se erige la estatua de Manuel José Mosquera, sereno y vigilante. El techo de tejas árabes, los anturios, los geranios, el imperante color blanco en las paredes, los testigos y las sillas de madera, adornan el lugar. Alrededor hay oficinas y cuartos llenos de estantes de libros, viejos pero conservados.

El espacio fue construído en 1788 por José María Mosquera y Figueroa. Con el paso de los años, se dividió en el Archivo Histórico y la Casa Mosquera, que fue ocupada por el General Tomás Cipriano. Esta casa, de una planta, tuvo algunas modificaciones antes del terremoto de 1983, por esta razón no sufrió daños tan grandes como otras casas vecinas, esto se menciona en una reseña publicada en la página web de la Universidad del Cauca.

Mundo ordinario

A las 2:00 p.m., apareció una mujer un poco alta, de contextura mediana, cabello corto color castaño con algunos toques de rojizo, piel blanca, labios tenuemente pintados de un rojo apagado, con ojeras y una vestimenta que combinaba una camisa color beige con estampado de flores y líneas color vino tinto, acompañada con un pantalón negro y zapatos estilo baleta del mismo tono. Completaba su apariencia con aretes, cadena y reloj. Los accesorios compartían algo: el color plateado.

La oficina de Beatriz reflejaba un verdadero paraíso: bibliotecas de madera relucientes, repletas de libros entre los cuales destacaba uno titulado “Catálogo general Fondo David Mejía Velilla” con una marca inscrita que indicaba “Archivo Histórico Cipriano Rodríguez Santa María”. También adornaban la habitación cuadros que retrataban personajes y lugares de gran importancia, como un antiguo dibujo del Panteón de los Próceres, cuyo marco del cuadro mostraba señales de desgaste, y en su interior, las manchas cafés añadían un toque de antigüedad.

El estudio tenía dos escritorios de trabajo: el de la secretaria, Carolina Martínez, y al frente, el de Beatriz. Una mesa de madera color iroko, amplia y bien equipada con computador de escritorio marca DELL, teléfono de cable negro, muñecos de lego, papeles, un organizador de lapiceros con un dibujo de El Principito y un calendario totalmente lleno. Encima de la torre del computador, un gato de porcelana color gris, como alguno de sus gatos, pues tiene dos, además de dos perros.

Navegando en la vida de Beatriz

Esta erudita de la historia, oriunda de la ciudad de Cali, vio la luz del mundo en una fecha que quedó marcada en las grietas del tiempo: el 10 de octubre de 1980. Siempre estuvo hilada en la historia, desde pequeña tuvo contacto con los archivos y libros, eran como su propio hábitat, donde exploraba cada rincón con toda su libertad. Su gusto por la historia fue moldeado por la figura de su padre, Jorge Quintero Esquivel, un historiador que ha trabajado como docente del Departamento de Filosofía de la Universidad del Cauca desde 1981 hasta la fecha.

En la casa de Beatriz siempre hubo muchos libros, conversaciones sobre historia, los colegas de su padre iban a visitarlo y ella escuchaba lo que hablaban.

—Una vez estábamos en el sótano, en la época post terremoto de 1983, y él estaba revisando unos documentos que tenía guardados. Yo lo acompañaba a revisar esos papeles y con el tiempo empecé yo misma como a curiosear.

A Beatriz nunca le gustó su formación del colegio y nunca tuvo una materia favorita, ni siquiera la historia ni las ciencias sociales.

—Debo confesar con gran tristeza que nunca sentí apego por mi formación escolar, yo digo que mi vocación como historiadora nació en mi casa, más no porque yo haya tenido una formación académica sólida en el colegio que me haya inspirado.

Sin embargo, cuando Beatriz llegó a la universidad fue todo lo contrario a lo que se podía esperar. Se destacó por su gran rendimiento académico, fue una excelente estudiante. Desde ese entonces, comenzó a alimentar en mayor proporción ese gusto por la historia.

A los 24 años Beatriz tomó sus maletas y decidió irse a Bogotá para estudiar Historia en la Pontificia Universidad Javeriana, posterior a eso realizó una maestría en Historia en la Universidad del Cauca, para pasar a convertirse en profesora, y en el 2017, adquirió la mención como directora del Centro de Investigaciones Históricas José María Arboleda Llorente.

Las investigaciones que Beatriz ha realizado han girado en torno al periodo colonial, y en cuanto a temas, generalmente, son los relacionados con la historia cultural, la cotidianidad, el hecho religioso y la transcripción de documentos, como la investigación “Listar Historia por autor” del año 2009.

Beatriz es amante del rock en español clásico, es fan número uno de Calamaro, le gusta comer de todo, pero odia el sancocho de cabeza de pescado, aunque eso no quiere decir que no le guste la comida de mar. No le gusta el deporte porque detesta sudar y no se la va bien con los instructores.

—En algún momento intenté ir a gimnasios, pero la verdad es que no soporto a los instructores gritones —dice un poco disgustada.

Durante la pandemia, Beatriz vendió una receta que ella y su madre conocían: antipasto, una salsa de origen italiano que es ideal para picar y acompañar con pasabocas. Ella promocionaba su emprendimiento a través de Facebook, muchas personas lo compraban por su exquisito sabor. “Hoy me llegó en la mañana mi antipasto, quiero decirles que es una delicia. Se los recomiendo. Pedí uno de los pequeños y creo que la mejor elección es el grande”, dijo Paola Astaiza en un comentario en redes.

Recorrido: entrando a la cueva profunda

Los libros como voces del pasado.Foto: Lucía Hinestroza

En medio de pasos cortos, rebozando en emoción, Beatriz recorría pasillos edificados de ladrillos lisos en distintos tonos cafés, sobre los cuales se proyectaban muros blancos que por dentro escondían tapia pisada, argamasa de cal y arena, y por fuera sostenían ventanales de madera mangle. Al traspasar la primera puerta hecha en madera mecano estaban varios estantes inmensos llenos de libros. Todos se parecían, pero con ayuda de la clasificación podían distinguirse:

NOTARÍA 2A. TOMO IV 1968 Nos. 526A652

NOTARÍA 2A. TOMO V 1968 Nos. 653A813

NOTARÍA 2A. TOMO VI 1968 Nos. 814A954

El olor que emanaba aquel refugio de libros era muy peculiar, se sentía un olor a papel envejecido, amaderado, a cuero seco… Un olor a pasado y recuerdos. Aquellos libros eran variados en materiales, había unos hechos en tela, otros en cuero, uno de ellos tenía grabado el nombre “1906, NOTARÍA I, 230, V”. Lucía muy desgastado, la tela estaba un poco manchada y deshilachada. La luz del lugar era escasa, una que otra ventana emanaba algún rayo de luz, el ambiente estaba bastante fresco y el silencio se hallaba en cada parte.

Conservar para entender la realidad.Foto: Lucía Hinestroza

En uno de los cuartos había un grupo de visitantes acompañados de un profesor. Conocían la riqueza histórica del lugar. Beatriz se acercó a ellos.

—¡Buenas tardes!, profe, ¿cómo ha estado? Muchísimo gusto, ¡bienvenidos!, qué pena interrumpir la actividad, están en excelentes manos, los dejo seguir con la visita, luego comentamos un poco lo que necesiten y estaré pendiente.

El recorrido continuó. Una mesa de madera larga, varios atriles sostenían algunos libros y otros reposaban sobre la mesa. Uno de ellos tenía una portada bastante llamativa: el dibujo de una corona, atada a un escudo y torres de castillo.

—¿Y este libro de qué es?

—Ese es un libro del siglo XVIII, son las Cuentas de la Real Casa de la Moneda en Popayán y está pintado a mano.

Libro 3° de la Contaduría.Foto: Lucía Hinestroza.

Compartir la sabiduría

Actualmente Beatriz está adscrita al Departamento de Historia de la Universidad del Cauca y orienta algunos cursos sobre el Periodo Colonial Hispanoamericano y Paleografía. Las materias que ha dado Beatriz han sido bajo la forma de profesora de cátedra, dado que es funcionaria del archivo y por reglamento universitario no puede ser profesora de tiempo completo.

En el aula, Beatriz recibe a sus estudiantes con una sonrisa cálida. Sus clases son magistrales, lleva recursos como documentos y películas, explica un determinado tema y abre espacios para el diálogo. Es muy estricta, pero no se enoja por cualquier cosa, sabe entender a sus estudiantes, es muy amable con las cosas que explica y los favores que se le piden. Además, se presta para conversar. La voz de Beatriz es decidida, siempre tiene claro lo que va a decir.

—Los aspectos que destaco de la personalidad de la profesora Beatriz son su comprensión, empatía, su capacidad para adaptarse a las necesidades del estudiantado, su paciencia para transmitir su conocimiento y su dedicación. Las clases son muy creativas, la conexión que la profesora establece con el estudiantado va más allá de las aulas, pues al ser la directora del archivo siempre está dispuesta a ayudarnos en su lugar de trabajo —dijo Diany Buritica, estudiante de octavo semestre de Historia de la Universidad del Cauca.

Por momentos sus clases se tornan aburridas, quizá por la cantidad de información y es ahí donde van apareciendo los garabatos alrededor de las márgenes, el celular… Pero igual se aprende y ella trata de hacer sus clases un poco más creativas, divertidas, interactivas y participativas, recurriendo a varios métodos de enseñanza como las presentaciones.

—Algo muy chistoso, es que la profe les pone apodos cursis a sus estudiantes. Se aprende los nombres de cada uno, conoce los intereses de cada uno en cuanto a investigación, personalidad, gustos destacados. No es una relación estricta de profesor estudiante, sino que trata de hacerla más personal, pero sin dejar de ser profesional. Es una profesora muy chistosa, una vez nos puso de apodo ‘Los pechochos’ —exclamó Sebastián Sandoval, estudiante de Historia de la Universidad del Cauca.

Beatriz sabe muchas cosas gracias a sí misma y a lo que la historia ha hecho en ella. Cada una de las palabras que pronuncian sus labios despiertan el sentir y cada hecho histórico que relata crea miles de imágenes en la mente de quien la escucha. Así ocurrió cuando contó la historia de Juan Antonio de Velasco, un mulato que nació esclavo y le dieron la libertad cuando tenía entre 17 y 19 años y logró convertirse en un comerciante muy exitoso.

Ser la guardiana del archivo

Eran las 9:02 a.m. del lunes 6 de mayo de 2024, se sentía el frío de la mañana y desde la ventana de la oficina de Beatriz se escuchaban los carros pasar. Estaba acompañada por su secretaria. Esta vez, llevaba puesto un buzo blanco, pantalón color azul medio, acompañada por un accesorio particular: un anillo en el dedo anular de la mano izquierda. Se hallaba en su escritorio sentada frente al computador, muy concentrada.

—¡Buenos días!

—Hola, ¡buenos días! ¿Cómo estás? ¿En qué habíamos quedado? —exclamó Beatriz.

Estaba demasiado ocupada, esperando una reunión virtual con la EPS Sanitas. Beatriz pasa la mayor parte del tiempo en su trabajo, incluso fuera de la jornada laboral. Después de varios minutos de conversación, Beatriz interrumpió abruptamente, le llegó un mensaje, rápidamente volteó hacia su computador y acomodó la cámara.

—Perdón, perdón lo siento —dijo Beatriz con cara de preocupación y respirando rápidamente.

Fueron pocos minutos de conversación, alrededor de 12. Finalizando la charla, su celular marca Motorola emitió una canción: “I´m Yours”, de Jason Mraz. Era una llamada de su hijo.

Beatriz, a primera vista, parecía una mujer llena de calma, pero lo cierto es que vive muy estresada por su trabajo: la respiración agitada, las manos que rozaban su cabeza, las palabras aceleradas y sus pies moviéndose mientras se hallaba sentada frente al computador daban cuenta de ello.

El Centro de Investigaciones Históricas José María Arboleda Llorente, ha tenido 4 directores: José María Arboleda, Diego Arboleda, Hedwing Hartmann Garcés y actualmente Beatriz Eugenia. Ella presentó un proyecto a José Luis Diago, exrector de la Universidad del Cauca, y finalizando el mes de octubre del 2017 él la llamó para decirle que si podía ocuparse de una situación particular que en ese momento tenía el archivo, una vigilancia especial del Archivo General de Nación. El 16 de noviembre de 2017 fue nombrada.

—Para mí fue satisfactorio que la nombraran como directora del Archivo, porque cuando se retiró la directora anterior yo tenía el pálpito que nombraran a algún abogado, politólogo, porque antes ellos eran los que dirigían los archivos. Me alegró mucho, porque es una persona que conozco desde muy pequeña, ella es de la edad de mi hija. Ella es una persona seria, responsable, amable y dispuesta a colaborar con las actividades correspondientes —dijo Zamira Díaz López, profesora adscrita al Departamento de Historia de la Universidad del Cauca.

Posada sobre su escritorio, atendiendo llamadas, recorriendo una y otra vez los pasillos de aquel lugar cubierto de pasado, Beatriz asume grandes retos. Un archivo como ese es una responsabilidad muy grande, es el segundo archivo más importante del país después del Archivo General de la Nación. Beatriz siempre se ha encontrado agobiada ante el reto de cómo las personas pueden acceder al Archivo Histórico José María Arboleda Llorente, por ejemplo, de manera remota.

—Siempre digo que los archivos históricos son como el paracaídas, cuando usted está en caída libre a 3.000 pies de altura, solamente sirve si usted lo abre. No tiene mucho sentido tener un archivo valioso y restringir el acceso de las personas al archivo. Nuestro reto como archivo es seguir garantizando a futuro a las personas ese acceso a la documentación, porque es un derecho —aseguró Beatriz.

Beatriz es muy activa, siempre ha estado digitalizando algunos documentos y es muy abierta para la consulta de los estudiantes. Cuando un estudiante o cualquier persona necesita consultar un documento es bien atendido.

—Ella es muy cumplida, el archivo ha sido una de las entidades de la universidad que más permanentemente está funcionando con todos los reglamentos —expresó Zamira Díaz.

Por su parte, la secretaria de Beatriz, Carolina Martínez, afirmó que ella es una persona disciplinada, que realmente le tiene amor al arte, le gusta hacer las cosas con entrega y que el archivo ha avanzado bastante por su dedicación, ya que ella no lo ve como algo laboral, sino como un reto personal y profesional.

En una entrevista realizada por Martha Pilar Campo titulada “Perspectivas. Entrevista Beatriz Quintero, directora del Archivo Histórico”, Beatriz reveló que en algún momento el ex rector de la Universidad del Cauca, José Luis Diago, le dijo: “este archivo es la joya de la corona, la posesión más valiosa que tiene la Universidad del Cauca porque es la universidad como custodio de la memoria histórica de los colombianos”.

Beatriz Eugenia Quintero ha creado su mundo a partir de la historia y el pasado, los cuales revelan las pistas para entender nuestro presente y darle forma a nuestro futuro. “Los archivos son vitales en procesos de reconstrucción de memoria histórica y garantes de hechos de no repetición”, son palabras de esta mujer que quedarán resonando en el eco de la historia.

*Co.marca es el Laboratorio de Medios Periodísticos del programa de Comunicación Social de la Universidad del Cauca.

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