Por: Alejandro Zúñiga Bolívar, El Liberal.
El reciente asesinato de dos uniformados en El Plateado, en el corazón del convulsionado departamento del Cauca, es una herida más en la larga lista de violencias que estas comunidades han tenido que soportar a manos de las disidencias de las FARC. Este lamentable hecho no solo representa una tragedia para las familias de las víctimas y la institución armada, sino también una advertencia clara: el control territorial en esta región sigue siendo un desafío monumental, muy lejos de resolverse con gestos simbólicos o estrategias comunicativas.
La decisión del Gobierno Nacional de realizar un concierto en El Plateado, una zona marcada por la violencia, la presencia de economías ilegales y el abandono estatal, parece más un espectáculo diseñado para las cámaras que un paso concreto hacia la transformación de las condiciones estructurales que perpetúan el conflicto. Las comunidades de esta región no necesitan pan y circo; necesitan políticas públicas que reconozcan sus realidades, que enfrenten con valentía las economías ilegales y que fortalezcan el tejido social mediante la presencia legítima y efectiva del Estado.
El Ministro de Defensa y el Gobierno Nacional deben entender que la consolidación del control territorial no es un show para transmitir por redes sociales. No basta con llenar un escenario y esperar que, por arte de magia, desaparezcan las armas y las lógicas de poder impuestas por los grupos armados ilegales. Las soluciones requieren de esfuerzos sostenidos y articulados que combinen medidas de seguridad con inversión social, infraestructura, acceso a la justicia y, sobre todo, alternativas reales a las economías ilegales que han moldeado por décadas la vida en esta región.
El Cauca, con su rica diversidad cultural y su historia de resistencia, merece más que discursos y gestos simbólicos. La construcción de paz en este departamento debe partir de una comprensión profunda de sus necesidades y de la implementación de acciones transformadoras. Esto incluye la sustitución de cultivos ilícitos por economías sostenibles, el fortalecimiento de la educación, el acceso a la salud y la generación de empleo digno.
Pero, para que esto sea posible, el Estado debe demostrar autoridad y legitimidad. Ninguna comunidad reconocerá a un gobierno que llega solo con espectáculos, mientras las amenazas de los grupos armados siguen siendo el pan de cada día. La autoridad se construye desde la coherencia, desde la cercanía y desde el respeto a las necesidades de los territorios. Las familias que habitan en El Plateado y en todo el Cauca no piden regalos ni shows; piden condiciones para vivir en paz y dignidad.
El control territorial no se decreta ni se impone con canciones. Es un proceso arduo y lento que requiere decisiones firmes, respeto por las comunidades y una visión a largo plazo que entienda que la paz no es ausencia de conflicto, sino presencia de justicia, oportunidades y reconocimiento. Sin esto, cada gesto vacío se traducirá en más desconfianza y en más razones para que los violentos sigan extendiendo su dominio.