La salida del superintendente coincide con la radicación de la nueva reforma a la salud, en medio de la intervención de IPS que cubren a la mayoría de usuarios y un deterioro en los servicios. El próximo líder enfrentará retos inmediatos mientras se debate la reforma.
Por: Alejandro Zúñiga Bolívar, El Liberal
La salida del superintendente de salud ha sido confirmada en un momento crítico para el sector, cuando las decisiones de la entidad han tenido un impacto directo en millones de usuarios. Durante su gestión, el superintendente lideró una serie de intervenciones a Instituciones Prestadoras de Salud (IPS) que, en conjunto, representan más de la mitad de los usuarios del sistema de salud en Colombia. Estas intervenciones se realizaron con el propósito de mejorar la operación y garantizar la prestación adecuada de servicios, tras detectar irregularidades que ponían en riesgo la atención de los pacientes.
Sin embargo, aunque estas intervenciones se plantearon como soluciones, el deterioro de la prestación de los servicios en muchas de las IPS intervenidas ha sido evidente. Los usuarios han denunciado demoras en la atención, falta de medicamentos y personal insuficiente, lo que ha exacerbado la crisis del sistema de salud. Esta situación ha generado una fuerte crítica hacia la Superintendencia, que, pese a los esfuerzos, no ha logrado revertir del todo la situación en las regiones más afectadas.
En medio de esta coyuntura, también se radicó una nueva propuesta de reforma a la salud, impulsada por el gobierno de Gustavo Petro. La reforma, que busca transformar el modelo actual, sigue generando un intenso debate en el Congreso y entre los distintos sectores de la sociedad. Mientras se define el futuro de esta reforma, la salida del superintendente deja un vacío de liderazgo en un momento en que las decisiones sobre la vigilancia y control del sistema de salud son más necesarias que nunca.
El nuevo superintendente enfrentará grandes retos en el corto plazo, entre ellos: garantizar la sostenibilidad de las IPS intervenidas, mejorar la calidad de los servicios que prestan y asegurar que las condiciones laborales del personal de salud se mantengan estables, todo esto mientras se aprueba la reforma a la salud. Asimismo, deberá lidiar con la creciente desconfianza de la población hacia el sistema, producto de la percepción de abandono y colapso en diversas zonas del país. Además, tendrá que navegar en un entorno político marcado por la incertidumbre sobre el futuro del modelo de salud.
Este será un desafío mayúsculo, en un contexto donde las expectativas sobre la reforma son altas, pero los resultados tangibles aún parecen lejanos. La comunidad médica, los usuarios y los diferentes actores del sector salud estarán atentos a los pasos del nuevo superintendente y su capacidad para estabilizar el sistema en medio de una crisis que parece no tener fin.