Por: Sebastián Silva-Iragorri
Creo que todos en alguna ocasión hemos recitado “Cigüeñas blancas” de Valencia. Su inicio es: “De cigüeñas la tímida bandada, recogiendo las alas blandamente, paró sobre la torre abandonada a la luz del crepúsculo muriente”. Pero también podemos recitarla al revés y significa exactamente lo mismo: “A la luz del crepúsculo muriente paró sobre la torre abandonada, recogiendo las alas blandamente de cigüeñas la tímida bandada” Qué maravilla, qué construcción poética tan perfecta. Esto podemos interpretarlo con la vida misma y las acciones de los seres. A veces caminamos en un sentido, pero también podríamos hacerlo en otra forma siempre éticamente y llegar al mismo objetivo por un camino distinto. Todo parece estar ligado, cumpliendo un posible destino bajo las circunstancias y modalidades que impliquen nuestra conducta y accionar.
Hay un caso muy interesante que le ocurrió a Gabriel García Márquez cuando estaba escribiendo su novela “Cien años de soledad”. Ante la urgencia y petición para su publicación la dividió en dos partes pues las editoriales que potencialmente iban a publicarla le exigieron la obra, lo que tuviera, para irse formando un concepto real sobre su valor o su descarte. García Márquez atravesaba un difícil momento económico y la esperanza era la novela y así se lo repetía a su esposa cuando esta le reclamaba por las dificultades económicas. Él siempre respondía que saldría de todo apuro económico con esta novela y por lo tanto era urgente el envío de la primera parte, pues no tenía más plata para el correo y así se preparó para enviarla. Muy bien empacada y a las carreras fue con la primera parte a los correos y produjo el envío. Pronto y ante la alarma de todos se dio cuenta que había enviado, por los afanes, la segunda parte y la primera reposaba en la casa. Pensó que todo se vendría al suelo, pues la lógica de la novela y su interpretación necesitaban la primera parte como iniciación y comprensión de toda esa admirable obra. Triste y a la expectativa quedó el autor esperando de pronto alguna respuesta por lo menos amable. Cuál no sería su sorpresa cuando de la editorial le contestaron que esa parte estaba fantástica, pero que necesitaban con urgencia la primera parte para completar el goce de semejante novela y enlazar todas esas historias y así ensamblar toda la obra. ¿Fue un juego del destino, del azar, de la casualidad? No lo sabemos, pero los hechos así se dieron, consiguió con la buena noticia el dinero para el siguiente correo y remitió ahora la primera parte. La novela cobró vida pública, nació para la crítica mundial y su publicación fue un éxito y el comienzo de la prosperidad.
Hay otro caso que me fue relatado por una dama que después de varios matrimonios y ante la muerte de su último marido resolvió viajar a otro sitio del mundo y seleccionó París y al llegar al aeropuerto de su destino se encontró con un antiguo novio que acababa de enviudar y viajaba de regreso a París, abatido y triste en extremo. Se encontraron en ese aeropuerto y él se quedó en París donde su antigua novia apenas llegaba. Vino el asedio correspondiente y a las pocas semanas anunciaron su matrimonio, envejecieron juntos y parece que muy felices hasta la muerte de él. Nunca volví a saber de aquella dama, pero esa acción del destino me llenó de muchos interrogantes.
Estamos pues en presencia de situaciones que nos hacen pensar y reflexionar sobre situaciones y anhelos con la seguridad de que lo conveniente llega. Mi conclusión es lo que siempre se ha dicho que no hay casualidades sino causalidades, que todo ocurre por algo y que cada acto de la vida es una causa que produce resultados y consecuencias en su debido momento. Creo que para mayor acierto es bueno encomendar todas nuestras acciones a Dios siguiendo el consejo del libro de la Sabiduría.