Por: Juan Camilo López Martínez
Faltan diez meses para la próxima elección del Congreso de la República, y aunque pareciera que aún queda tiempo, lo cierto es que este es el momento oportuno para comenzar a reflexionar, con cabeza fría, sobre lo que necesita el departamento del Cauca en materia de representación política. En la rutina diaria, la ciudadanía suele asociar el poder público a la capacidad de “ejecutar”, a mover recursos, inaugurar obras y gestionar inversiones. Pero esa lógica, útil en lo local, limita nuestra comprensión del papel estratégico que tiene un parlamentario en el andamiaje institucional del país.
Elegir congresistas no es simplemente escoger intermediarios que bajen presupuesto (de hecho, no debería serlo en ningún caso). Es elegir voces. Voces que hablen cuando toca hablar, que incomoden si es necesario, que lleven el nombre del Cauca a los espacios donde se discuten y definen los destinos del país. La función esencial de un legislador no es ejecutar recursos, sino legislar, ejercer control político y, sobre todo, hacer vocería efectiva de los intereses de su región. La palabra “parlamentario” viene del verbo parlar, hablar.
En medio de la grave crisis de seguridad que vive el departamento, donde la violencia armada, los confinamientos, el reclutamiento forzado y los atentados ya no son hechos aislados, sino parte de una dolorosa cotidianidad, se vuelve urgente contar con una representación parlamentaria sólida (independiente de su posición política), que actúe con determinación frente a un gobierno nacional que no siempre ha cumplido sus compromisos con la región.
Es justo reconocer que hay congresistas del Cauca que sí lo están haciendo. Que han alzado la voz con firmeza y dignidad, que han liderado debates, presentado proyectos con sentido territorial y que, incluso desde posturas políticas distintas, han mantenido como prioridad la defensa de los intereses caucanos. Pero ese esfuerzo no puede ser la excepción, ni puede recaer en pocos hombros. Se requiere una bancada articulada, diversa pero cohesionada en la defensa del Cauca, capaz de ir más allá de las dinámicas políticas tradicionales y con ello ser capaz de hablarle al poder central con claridad.
No se trata de aplaudir o criticar por conveniencia. Se trata de representar. De asumir la curul como un espacio para defender la vida, el desarrollo y la justicia en una tierra profundamente golpeada por el abandono estatal. Por eso, de cara a 2026, la ciudadanía debe hacer una revisión más rigurosa de la labor de quienes hoy ocupan esas curules y de quienes aspiran a ocuparlas. ¿Quiénes han cumplido con la vocería? ¿Quiénes han hecho el control político necesario? ¿Quiénes entienden el dolor y el potencial de este territorio?
El Cauca no necesita más operadores de favores. Necesita parlamentarios con voz, con carácter, y con una comprensión profunda de esta tierra compleja y maravillosa.