Por: Alejandro Zúñiga Bolívar, El Liberal.
El reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes por parte de grupos armados ilegales sigue siendo una de las violaciones más atroces de derechos humanos en Colombia. Y aunque el fenómeno sobrepasa las capacidades de cualquier municipio para resolverlo por sí solo, entre una institucionalidad local que opta por la pasividad o por reclamar que otros le resuelvan sus problemas, vale la pena celebrar cuando hay quienes, desde lo local, actúan.
Según cifras de la Defensoría del Pueblo, durante el año 2023 se registraron 184 casos de reclutamiento forzado de menores, de los cuales 110 fueron niños y adolescentes, y 74, niñas y adolescentes. La mayoría de las víctimas tenía entre 14 y 17 años y, de forma especialmente alarmante, el 68,4% pertenecía a comunidades indígenas. Un dato que nos remite, inevitablemente, a la situación del departamento del Cauca.
La violencia contra los menores en esta región es brutal. De acuerdo con el informe más reciente de la Fundación Ideas para la Paz, el Cauca es uno de los departamentos más afectados por el reclutamiento infantil, junto con Nariño, Caquetá y Putumayo. Los grupos armados ilegales siguen viendo a niños, niñas y adolescentes como carne de cañón para sus intereses, especialmente en territorios en disputa o con débil presencia institucional.
En lo corrido de 2024, el panorama no mejora: organizaciones como Human Rights Watch han alertado que el fenómeno persiste e incluso ha crecido. Infobae reportó en febrero un incremento del 20% respecto al año anterior, con 409 casos en total. La crudeza del conflicto armado en el Cauca no es una frase hecha. Es una tragedia cotidiana. Y en esa realidad, cualquier acción para proteger a los menores, por pequeña que sea, cuenta.
Por eso celebramos las recientes acciones del municipio contra el reclutamiento infantil. En una jornada que reseñamos hoy, autoridades locales, comunidades y organizaciones sociales se reunieron para reiterar un mensaje poderoso: los niños no deben ir a la guerra. No es su lugar. Su lugar está en la escuela, en la cancha, en su hogar, en sus sueños.
Ojalá estas acciones no sean aisladas. Ojalá estén enmarcadas dentro de una estrategia nacional que entienda la dimensión del problema y que actúe con firmeza. Porque necesitamos a una juventud que esté estudiando, soñando, creyendo en sus proyectos. Solo así podremos construir un futuro distinto. Uno donde ser niño no sea una condena, sino la mayor oportunidad.