El poeta romántico del Macizo
El invitado de hoy es un almaguereño de alma noble, verso al vuelo y caballerosidad a toda prueba. Autodidacta, soñador, romántico y mamador de gallo, nos cuenta en medio de pestañeos y risas, su camino por las letras y la vida.

Por: Antonio María Alarcón Reyna
Familia

Nací el 19 de septiembre de 1941 en Almaguer, mi padre se llamaba Primo Pino López y mi madre Ofelia Gómez. Somos 6 hermanos, Adolfo, Fanny, Jesús, Pablo, Rúrico y Humberto. Tengo tres hijos Primo Andrés, Juan Carlos y Francisco José. Mis nietos son 4, Andrés Fabián, Isabel Sofía, David y Junior. Este es mi núcleo familiar al que se han integrado las esposas de mis hijos.


Estudios

El primero de primaria lo hice en Almaguer, el segundo y tercero en el municipio de Bolívar y después regresé a la complementaria de Almaguer donde terminé la primaria. Hice parte del bachillerato en Popayán, pero no lo terminé. Trabajaba en la Contraloría General de la República y me tocó presentar las pruebas del Icfes para obtener el título de bachiller, pues era necesario para poder seguir trabajando en la institución. En la Contraloría trabajé hasta jubilarme.
Mi preparación académica y muchísimas cosas que aprendí y que luego me sirvieron para avanzar en la vida, me las ensenó mi esposa Flor, con quien me casé cuando yo tenía 22 años y ella 19. Era docente y tenía una enorme capacidad para enseñar y por eso le aprendí mucho. Era la mujer más amorosa del mundo, pero desgraciadamente falleció de una terrible enfermedad cuando solo tenía 39 años, por lo que me tocó la crianza de los hijos a mí. Su muerte fue muy dolorosa porque yo la quería muchísimo y por eso nunca más me volví a casar o a tener una mujer de compañera.
Mi vida laboral empezó muy joven pues desde los 10 años aprendí telegrafía en Bolívar, gracias a un amigo un poco más grande que yo que se llamaba Chepe Rivera y como mi tío era jefe de telégrafos en Bolívar, yo iba todos los días y así aprendí los trucos del oficio. A los 14 años era cartero y a los 19 empecé a ser telegrafista. Luego me nombraron en Belalcázar por allá en 1962 o algo así y estuve como unos cuatro meses, posteriormente me trasladaron para El Tambo y finalmente, me enviaron a Almaguer, pero allá renuncié. Fui notario y alcalde en Almaguer, pero después me vine a Popayán y me nombraron en la Contraloría General de la Nación y ahí me pensioné.
La literatura

Mi papá leía muchísimo y fue notario y alcalde de Almaguer, pero desgraciadamente murió cuando yo tenía 7 años y no pude conocer muchas cosas suyas; Después cuando me fui a Bolívar, conocí a Tránsito Rivera, una mujer que me hizo ayudo mucho cuando yo era niño, me hizo presentar en el Teatro Vallecilla de Bolívar y ahí empezó mi afición por la literatura y los escenarios.
Un sobrino mío, llamado Deiro Pino, que ahora es médico, un día me preguntó que si tenía obras de teatro jocosas y le llevé algunas que yo tenía entre mis cosas, pero al leerlas me dijo que eso no hacía reír a nadie y me sugirió que me atreviera a escribir algo verdaderamente bueno, como una comedia o un sainete y el reto me llevó a escribir “Las penurias de Serafín Paredes”. Hicimos el montaje con los profesores y alumnas de la Normal Santa Clara de Almaguer, y cuando la presentamos, fue la locura, la gente se moría de la risa en la funcióny esa fue mi primera obrade dramaturgia.

Cuando yo era muy niño y estaba en la escuela de Bolívar me encantaba declamar. Mi abuela Lucinda López Aguirre vivía en Almaguer, entonces yo aprovechaba a los comerciantes que iban a Almaguer con sus mulas y mercancía, para enviarle a mi abuela, noticas y pequeños versos que escribía para ella. Ahí empecé a escribir poesía, escribiéndole a la abuela, a las niñas, a las flores, a la vida, al amor, y todo lo que me trajera inspiración, yo lo iba convirtiendo en poesía.
Alguna vez mi hijo menor que estudiaba en la Normal de Varones de acá de Popayán me pidió que le escribiera un poema para enamorar a las muchachas y yo le compuse este que se llama “Te quiero”:
Te quiero sin espacio y sin medida
desde la tenue luz de la alborada
hasta la gris quietud de la callada noche
estelar, romántica y dormida.
Te quiero desde el punto de partida
de mi loca esperanza iluminada
hasta el punto final donde la nada
pulveriza las formas de la vida.
Te quiero hasta lo etéreo, lo infinito
del cosmos sideral del pensamiento
donde tu nombre permanece escrito
en cada línea de mi sentimiento.
Te quiero en el silencio y en el grito
Y en el hondo pesar del sufrimiento
Estos versos los usaba mi hijo, mis sobrinos, sus amigos y todavía hay mujeres que de vez en cuando me cuentan que las enamoraron con este poema,
Influencia literaria
Solo tengo como dos poemas que escribí sin rima, pues mi influencia literaria en la poesía se deriva de leer tanto en esos tiempos, los poemas de escritores que manejaban la métrica en sus versos y la rima le daba ese ritmo a sus poesías.
Como yo declamaba, casi que les ponía música en mi voz, para llegarle al público y eso solo se logra si hay rima. Me aprendí muchísimos poemas que declamaba donde me pidieran, desgraciadamente ya mi memoria me deja espacios en blanco y no recuerdo algunos, pero me encantaba declamar.
Como poetas me gusta muchísimo Rafael Maya, Rafael Pombo que son los que ahora recuerdo, pero eran muchos los que leía y me aprendía sus poemas para declamarlos en fechas especiales o en eventos donde me invitaban a presentarme. Ya no tengo esa memoria de otros tiempos, pero todavía esculco en mis recuerdos y puedo declamar algunos versos ajenos y por supuesto, los míos.
A Popayán me vine por allá en 1978 y también acá encontré espacios donde hacer comedias, presentar sainetes y hacer reír al público, especialmente paisanos que no se perdían una de las funciones que montábamos. Recuerdo especialmente una comedia que escribí llamada “La candidez de Cándido” que presentamos en el Teatro Orfeón Obrero al que no le cabía un vegueño más, pues casi todos los miembros de la colonia de La Vega, vinieron a disfrutar de la presentación. Recuerdo que en esa obra actuó mi hijo Andrés y fue un momento muy pero muy bonito para mí, verlo en el escenario.

Como yo trabajaba en la Contraloría, empecé a organizar veladas y obras de teatro con mis compañeros, además de escribir muchos poemas que ellos me pedían. Eran tiempos de mucha fiesta y por supuesto el aguardiente era el eterno compañero de esas tertulias, realmente yo bebía demasiado y fue algo que desafortunadamente aprendí desde muy joven, pero ahora ya no bebo. Muy ocasionalmente me tomó un par de aguardientes, pero no como esos tiempos medio locos de parrandas y jolgorio.
Mis hijos afortunadamente fueron muy juiciosos en sus etapas estudiantiles y hoy son mi mayor orgullo, cada uno en su campo ha ido logrando metas que los convierten en profesionales exitosos y personas que le sirven a la sociedad. Juan Carlos es escritor y yo pienso que esa inclinación a la literatura fue de alguna manera el resultado de que leyera muchos de los libros que yo llevaba a casa, leía mucha poesía y eso pienso que le sirvió para que sea ahora él, quien escribe muchos libros.
Mis nietos son un poco apáticos a la poesía, aunque a Isabel Sofía, que vive en Cali sí le gusta, pues a ella le escribí muchos versos. También le compuse poemas a su mamá, quien desgraciadamente también murió muy joven.
He escrito mucha poesía sobre todos los temas, incluido el tema político, pero de eso si nunca he publicado nada, pues de pronto me llevan a la cárcel.
Como anécdota recuerdo que una vez estaba con mi hijo Juan Carlos, él era un joven estudiante y pasó una muchacha que le decían María La Lechera y entonces yo escribí el poema “Lupita” para no ponerle María y dejar en evidencia quien era la chica. El poema dice así:
Oh senos de Lupita india coqueta
oh láctea redondez tan desmedida
lástima que la tengas escondida
bajo un rojo brasier de copa zeta.
Para calmar esta avidez secreta
no necesito más china querida
que un octavo nomás de la medida
que produzca en la noche media teta.
Pero si el gusto inmenso yo tuviera
de acaparar la producción entera
entonces indiectita ¿sabes qué?
aunque fuera una estúpida imprudencia
con gusto les hiciera competencia
a los magos de Lácteos Puracé.
He publicado los libros Bajo el Cielo del Cauca, Sonetos, Aromas de Floresta, Poesía Humorística y Jardines del Estío
Pero no solo le he escrito al amor, a las mujeres y a la vida, también le escribo a la luna, a los paisajes, a los pueblos y entre esos poemas tengo uno dedicado a Almaguer que dice lo siguiente.
Qué recuerdos tan queridos
se amontonan en mi mente
cuando evoco en el presente
aquellos campos floridos
con sus pájaros y nidos
y el aroma en el vergel.
Con la dulcísima miel
de la abeja voladora
con mi madre protectora
y el viento sobre mi piel.
Con la mirada inocente
de una niña campesina
en cuya boca germina
como un clavel del oriente.
Con el hermoso poniente
lleno de seres extraños
de diferentes tamaños
que navegan como endriagos
por aquellos rojos lagos
retando al dios de los años.
Con la campiña que imita
un hermoso paraíso
donde el ave en un descenso
se precipita desde una peña
y levita sobre los verdes collados
para buscar los preciados
frutos que son el sustento
y que sirven de alimento
a sus polluelos amados.
Cómo añoro el gran derroche
de mi niñez ya lejana
cazando con cerbatana
los luceros de la noche
para adornar el gran broche
de mi utópica ilusión
cómo añoro el grato son
de las flautas campesinas
hechas con cañas andinas
y arpegios del corazón.
Pero también he dedicado parte de mi producción literaria al tema erótico y son muchos poemas que he publicado, los declamaba de corrido, pero ahora ya la memoria me traiciona. Sin embargo, recuerdo este soneto:
SUEÑO EROTICO
Dormitaban tus seños en el nido
de tu tibio brasier de fina seda
y yo te amaba como Zeus a Leda
con un cálido amor enloquecido.
Tu escote desafiante y atrevido,
me incitaba a viajar por la vereda
de tu cuerpo, romántica alameda
de mi delirio emocional vencido.
Eras un fruto exótico a mis sueños
y eras también la llama de mil leños
que ardía como fragua crepitante.
Y en ese altar ardiente, en ese fuego
sacrifiqué mi corazón, y luego
hecho carbón se convirtió en diamante
Un poeta hecho a pulso
Según Abraham Pino Muñoz, encargado del prólogo del libro Aromas de Floresta, “conmueve e impresiona la habilidad del autor para desgranar con denuedo uno a uno sus poemas con la magia para transportarnos a los espacios, tiempos y circunstancias de la vida macizeña, donde confluyen la conquista, el erotismo, la sensualidad, el deleite, las decepciones, las ausencias, los duelos, las privaciones y las añoranzas. Aparecen por doquier las construcciones simbólicas de los sentidos con una capacidad inusitada para jugar con las palabras y hacerlas poesía. Coloca a la mujer y al hombre, con la complicidad de los paisajes naturales, como sujetos de deseos en el devenir existencial. La lectura de su poesía hace cómplice al lector de este diálogo, conduciéndolo por el laberinto de los versos hacia la fascinante dimensión de lo inesperado.
Primo Rúrico, el autodidacta, pareciera que escribiera para los analfabetos del amor, para los jinetes que son nadie sin su caballo, para los solícitos de un cóndor que nos haga volar retrospectivamente y también en prospectiva más allá del horizonte de los encumbrados cerros tutelares de nuestro majestuoso Macizo Colombiano. Estamos invitados a compartir la prolífica y versátil inteligencia de Primo Rúrico Pino, quien tiene el don, no de hacer poesía, sino de ser la poesía misma.
En palabras de Eduardo Gómez Cerón, que escribió el prólogo del poemario Jardines del Estío, “Don Primo y su difunta esposa son el tronco de una respetable familia de académicos y de la descendencia de éstos, los que, sin duda, hacen honor a la vena y a la sensibilidad poética de sus padres: leyeron, descubrieron y se aproximaron a lo estético desde la más temprana edad, de la mano de su amoroso padre, hombre de letras y persona intachable. Maestro sin aspavientos ni pretensiones”.
