
La Agencia Nacional de Tierras (ANT) ha formalizado 685 hectáreas a favor de comunidades indígenas en el Cauca, beneficiando a más de 2.500 personas. Sin embargo, la región sigue enfrentando desafíos debido a conflictos actuales por la tierra que involucran a diversos actores étnicos y sectores productivos.
La Agencia Nacional de Tierras (ANT) ha dado un paso significativo al formalizar la entrega de 685 hectáreas a cuatro resguardos indígenas en el departamento del Cauca, beneficiando a más de 2.520 personas. Esta acción busca fortalecer la seguridad territorial de las comunidades indígenas, permitiéndoles avanzar en sus proyectos de vida.
Felipe Harman, director de la ANT, destacó que esta entrega representa la culminación de una lucha de más de 20 años por el reconocimiento legal de estos territorios. “Antes, estos títulos coloniales reposaban en la Agencia, pero hoy entregamos lo que en su momento retomamos y agilizamos con mucho rigor“, expresó Harman.

Resguardos beneficiados y hectáreas entregadas
Los resguardos indígenas que han recibido la formalización de sus tierras son:
- Resguardo Nasa Paez de Musse Ukwe (Morales): Constitución con 355 hectáreas, beneficiando a 101 familias.
- Resguardo Tumbichucue (Buenos Aires): Ampliación con 59 hectáreas, impactando a 1.064 personas.
- Resguardo Nasa Pickwe Tha Fiw (Páez, Cauca y Paicol, Huila): Formalización de tres predios que suman 246 hectáreas, beneficiando a 160 familias.
- Resguardo Nasa Paez El Peñón (Sotará): Ampliación con 24 hectáreas, beneficiando a su comunidad.
Conflictos actuales por la tierra en el Cauca
A pesar de estos avances, el Cauca continúa enfrentando desafíos significativos relacionados con la confrontación étnica y poblacional por la tierra, que involucra a comunidades indígenas, afrodescendientes, campesinos y sectores productivos.
Tensiones interétnicas: Las diferencias en la concepción y uso del territorio han generado conflictos entre comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas. En algunos casos, estas tensiones han derivado en enfrentamientos y disputas por la propiedad y gobernabilidad de la tierra. Son muchas las noticias que se han registrado de cómo estas tensiones han escalado a agresiones entre las comunidades por la tierra.
Confrontaciones con sectores productivos: Desde hace décadas, la expansión de los resguardos indígenas ha ido en franca contradicción a la expansión de actividades agroindustriales, como los cultivos de caña de azúcar, ha generado conflictos y, en muchos casos, que iniciativas industriales que antes hacían presencia en el Departamento terminaran tomando la decisión de vender sus inversiones al Estado para que, él a su vez, lo compre y adjudique a las comunidades locales.

El declive industrial del Cauca: ¿Cómo llegamos aquí y qué podemos hacer?
El Cauca, con su ubicación estratégica en el suroccidente de Colombia, ha sido históricamente una región con potencial industrial. Sin embargo, en los últimos años, el departamento ha vivido un proceso de desindustrialización que ha impactado gravemente su economía y la vida de miles de personas. Empresas que en el pasado generaban empleo y desarrollo han cerrado o trasladado sus operaciones a otras regiones, dejando un vacío difícil de llenar.
Este fenómeno no ocurrió de la noche a la mañana. Desde la década de 1960, la participación del Cauca en el Producto Bruto Nacional ha venido disminuyendo. A principios de esa década, el departamento aportaba cerca del 2%, pero para los años 70 ya había caído al 1.5%, y en las décadas siguientes esta cifra se ha mantenido en niveles bajos. Esto refleja un problema estructural: mientras otras regiones han diversificado su producción e impulsado el crecimiento industrial, el Cauca ha quedado rezagado.
Más recientemente, la situación se ha agravado por factores como la violencia, los bloqueos y la incertidumbre económica. Durante el paro nacional de 2021, el 27% de las empresas del departamento suspendieron completamente sus operaciones y otro 34% trabajó a menos del 25% de su capacidad. Esto significó una pérdida millonaria para los empresarios y, sobre todo, la desaparición de empleos formales para cientos de trabajadores. Algunas empresas no lograron recuperarse y cerraron definitivamente.
Casos como el de Alpina ilustran cómo las industrias han debido tomar decisiones drásticas. Aunque la empresa no cerró su planta en Caloto, sí trasladó parte de su producción a otras regiones, reduciendo su impacto en la economía local. Otras compañías simplemente se fueron del Cauca, afectadas por la falta de seguridad y las dificultades para operar en un entorno inestable.
La desindustrialización del Cauca no solo implica pérdida de empleos. También significa menos oportunidades de innovación, menos inversión en tecnología y una mayor dependencia de la economía informal, que hoy supera el 60% en el departamento. Sin industria, no hay transformación de materias primas ni generación de valor agregado, lo que limita el desarrollo económico y condena a la región a seguir dependiendo de sectores de baja productividad.

Pero esta crisis también representa una oportunidad. Es el momento de repensar el modelo productivo del Cauca y diseñar estrategias para atraer inversión, mejorar la infraestructura y fortalecer sectores emergentes como la agroindustria, la tecnología y la economía digital. Esto solo será posible si hay un compromiso real del sector público, la academia y el empresariado para crear condiciones que permitan recuperar el tejido industrial del departamento.
El Cauca no puede seguir perdiendo empresas sin hacer algo al respecto. La clave está en generar estabilidad, impulsar el desarrollo empresarial y garantizar que las industrias que aún operan encuentren razones para quedarse y crecer. Porque sin industria, no hay progreso, y sin progreso, el futuro del Cauca seguirá siendo incierto.
Territorio e industria: el equilibrio necesario para el futuro del Cauca
La expansión de los resguardos indígenas y la política de adquisición de tierras por parte del Estado son estrategias legítimas para la protección de la identidad cultural y los derechos de las comunidades ancestrales. Sin embargo, estas políticas no pueden ser impulsadas de manera aislada, sin considerar su impacto en otras dimensiones del desarrollo regional. La industrialización, un factor clave para la generación de empleo, inversión y crecimiento económico, debe ser parte del debate cuando se define el futuro del territorio en el Cauca.
El departamento enfrenta un desafío complejo: mientras que la demanda de tierras por parte de las comunidades indígenas y campesinas ha crecido, la industria se ha reducido de manera preocupante. En gran medida, esto se debe a la falta de condiciones adecuadas para su instalación y permanencia. La inseguridad física, marcada por la presencia de grupos armados y el recrudecimiento del conflicto, ha sido un obstáculo evidente. Pero la seguridad jurídica también es un factor determinante, y ahí es donde las políticas de ordenamiento territorial deben ser diseñadas con un enfoque de equilibrio y desarrollo sostenible.
La inversión productiva requiere certeza sobre el uso del suelo, estabilidad en las reglas de juego y claridad en las condiciones para operar. La expansión de los resguardos y la consolidación de territorios con usos exclusivos para comunidades indígenas han generado incertidumbre en algunos sectores económicos, especialmente porque, en varios casos, el crecimiento de estos espacios no ha estado acompañado de reglas claras sobre la convivencia con otros actores productivos. Si en la apuesta por la protección de usos y costumbres se eliminan de facto las condiciones para que la industria se instale en la región, el resultado será la exclusión de cualquier actividad económica a gran escala y la consolidación de una economía de baja productividad, con limitadas oportunidades para el empleo formal.
No se trata de negar el derecho de los pueblos indígenas a preservar su identidad y territorio. Se trata de reconocer que el Cauca necesita un modelo de desarrollo integral, donde la protección cultural no implique el cierre absoluto a otras formas de producción. Los resguardos pueden coexistir con zonas destinadas a la industria y la agroindustria, siempre que haya una política clara de planificación del suelo, seguridad para la inversión y concertación entre comunidades, empresarios y el Estado.
Si el Cauca aspira a superar la pobreza y la informalidad, es indispensable que la política de tierras no se convierta en un freno para el desarrollo industrial. La solución no está en sacrificar la identidad cultural ni en imponer un modelo económico ajeno a las dinámicas locales, sino en encontrar puntos de convergencia. Es posible proteger el territorio y, al mismo tiempo, garantizar que haya espacios para la inversión productiva, pero para ello se necesita una visión equilibrada, que vaya más allá de la reivindicación histórica y considere el bienestar de las futuras generaciones.
El reto es claro: sin industria, sin inversión y sin seguridad jurídica, el Cauca seguirá dependiendo de economías frágiles y con pocas oportunidades de desarrollo. La clave está en diseñar una política de ordenamiento territorial que garantice tanto la protección de los derechos de los pueblos indígenas como las condiciones necesarias para que la industria florezca y contribuya al progreso de toda la región.

Derechos de autor: Agencia Nacional de Tierras – ANT