Por: Alejandro Zúñiga Bolívar, El Liberal.
El reciente escándalo desatado por las revelaciones del ministro Luis Carlos Reyes sobre el listado de parlamentarios que pasaron por su oficina con “recomendaciones” para cargos en las aduanas plantea más preguntas que respuestas. Y la más inquietante de todas es: ¿por qué ahora?
Desde su llegada a la Dirección de la DIAN, Reyes fue un funcionario que hizo de la independencia su bandera, al menos en el discurso. Sin embargo, la realidad mostró que el bajo recaudo tributario, sumado a los constantes cuestionamientos a su gestión, lo dejaban en una posición cada vez más frágil dentro del Gobierno. Es sabido que hubo tensiones entre su despacho y distintos sectores políticos, precisamente por su renuencia a ceder ante las presiones burocráticas. ¿Pero es acaso la exposición de este listado de parlamentarios una respuesta a esas tensiones? ¿O hay algo más?
Una lectura posible es que Reyes, convencido de su rectitud, decidiera por cuenta propia revelar estos nombres para evidenciar las presiones que tuvo que resistir. Según esta hipótesis, el ministro se estaría defendiendo de quienes, en su momento, quisieron doblegarlo y que, al no lograrlo, le pasaron cuenta de cobro en forma de críticas al recaudo y cuestionamientos a su gestión. Una especie de revancha en la que exhibe cómo funciona la política tras bambalinas.
Pero hay otra interpretación, una más pragmática, que lleva a preguntarse si esta jugada no es, en realidad, una estrategia calculada desde el propio Gobierno Nacional. Con la revelación del listado, la opinión pública ahora tiene un nuevo foco de atención, uno que toca a parlamentarios de todas las orillas políticas, generando un escándalo transversal que, de alguna forma, disipa la presión sobre el presidente Petro y las nuevas dudas que han surgido sobre la financiación de su campaña. Si ese es el caso, la decisión de Reyes podría ser un movimiento político con un solo objetivo: abrir un nuevo frente de discusión y restarle protagonismo a la crisis del gobierno.
Lo más curioso de todo esto es que la “firmeza” de Reyes habría durado hasta que las órdenes llegaron de Palacio. Si lo que ahora denuncia es cierto, entonces ¿por qué se mantuvo en silencio hasta este momento? La política, como la vida, tiene tiempos y formas, y lo que resulta sospechoso no es solo el contenido de la denuncia, sino el momento en que se hace.
Y es aquí donde surge una advertencia para el propio Gobierno. Al intentar desviar la atención, podría estar avivando el fuego en lugar de apagarlo. Porque si algo ha demostrado la política colombiana es que la transparencia repentina suele despertar más sospechas que certezas.