CARLOS E. CAÑAR SARRIA – carlosecanar@hotmail.com
La libertad de prensa es condición fundamental de los regímenes democráticos y la piedra en el zapato de las dictaduras y de aquellos que orientan sus vidas en perjuicio de la comunidad. Pero también es apoyo para quienes centran sus esfuerzos en la construcción de una sociedad más equitativa, más justa, más libre y socioeconómicamente mejor distribuida.
Resulta preocupante la escasa circulación de periódicos en todo el mundo. Entre otras razones, la falta de credibilidad de la prensa escrita ha hecho que la gente desestime este importante medio de expresión. La carencia de un periodismo investigativo, la manipulación permanente, las falsas informaciones, el deseo vehemente de promocionar intereses polìticos y económicos por parte de los medios escritos en el mundo, está validando la pérdida de legitimidad de los mismos. Colombia no es la excepción.
En Colombia, el Artículo 20 de nuestra Carta Polìtica “garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación”. Estima además, que no habrá censura y se garantiza el derecho a la rectificación en condiciones de equidad. En otros términos, se trata de la consolidación de una prensa libre pero responsable.
Sin embargo, vale la pena destacar que algunos medios, que malinterpretando la libertad de prensa, cometen excesos y desmanes cuando la información y/o la opinión, al igual que la falta de objetividad van en detrimento de personas, grupos e instituciones. Si bien es cierto que existe el derecho a la réplica, los medios y los periodistas deben ser más prudentes en los contenidos para no verse involucrados en dificultades. No se trata de promover censuras ni trabas a la libertad de prensa. Por fortuna en Colombia ha primado el ejercicio de un periodismo serio y responsable, pero es innegable que se ha venido desvaneciendo en los tiempos recientes hasta el extremo de evidenciar crisis de los medios.
En el siglo pasado y en lo que llevamos del presente siglo, se ha observado un periodismo de gran contenido y compromiso social, de denuncia de corruptos y deshonestos, en contra de quienes perturban la tranquilidad y bienestar público, lo cual no ha dejado de ser molesto a aquellos que se sienten referenciados o aludidos y que en últimas se traduce en un preocupante clima de intolerancia que hace del ejercicio del periodismo, una de las profesiones con mayores riesgos. Pero también se ha observado un periodismo ajeno a la verdad, manipulador y carente de ética.
Pensamos que cuando los medios y periodistas acogen la modalidad de orientar la información y la opinión en defensa de intereses mezquinos de grupos, individuos e instituciones en detrimento del bienestar general de los asociados, se hace mucho daño a la libertad de prensa y a la democracia. Cuando periódicos y columnistas, sin imparcialidad se convierten en voceros de los partidos, de políticos, politiqueros y de cualquier sector o grupo con apetito de poder con el propósito de conseguir adeptos, pautas publicitarias o algún beneficio personal presente o futuro, se degrada la profesión y se lesiona la libertad de prensa.
No es de buen gusto- reiteramos- convertir las columnas de opinión en tribunas electoreras y en espacios para la adulación. Como columnistas podemos ser subjetivos en nuestras posturas pero objetivos al caracterizar la realidad social y la verdad.
La adulación pordebajea al columnista. Los funcionarios públicos deben ser valorados en sus justas proporciones. Tampoco se trata de subvalorar a aquellos cuyas posiciones, cargos y acciones sean objetos de opinión, simplemente porque no nos simpaticen. Ojalá que con el mismo ímpetu con que como opinión pública criticamos sus errores y debilidades, lo hiciéramos cuando se trata de sus logros y fortalezas.