Por: Sebastián Silva-Iragorri
Errar es de humanos, pero lo grave es insistir en el error en lugar de tomarlo como experiencia y acumularlo, corregido, como sabiduría. Los errores se califican por sus resultados y por las lamentaciones, que producen conductas que a veces paralizan la acción y debilitan los impulsos. Siempre hay riesgos y amenazas caminando por allí, pero la prudencia, la observación, la reflexión y el análisis nos permiten evitar y prevenir errores y disminuir sus consecuencias con la mejor actitud positiva y como posibilidad de aprendizaje y mejoramiento. Errores existen en lo personal, familiar, social, educativo, económico, político y en fin en todas las actividades de la vida. He visto a ciudadanos caer en graves errores de procedimientos, persistir en ellos, agravar sus situaciones y perecer en la confusión. Tristes consecuencias, a veces no rectificadas por vanidad u orgullo o por soberbia o terca insistencia en las conductas. La gran advertencia debe ser, que errores en cualquier campo no detenidos a tiempo o no superados, pueden conducir a las personas o a las sociedades a los más hondos precipicios de los cuales es difícil salir.
En la política y en la conducción de los pueblos se cometen infinidad de equivocaciones que por arrogancia no son superadas y continúan su camino destructivo. Civilizaciones enteras han perdido su norte y perecido por continuos y masivos desaciertos de sus integrantes. La descomposición moral es una de las causas de mayor ocurrencia y devastan las comunidades y rompen el corazón mismo de las naciones. Si uno analiza la decadencia y caída de los Imperios, siempre en la parte inicial de su caída está la agonía moral, producto de la pérdida de los valores y la persistencia en las faltas. Todo esto lo sabemos y está en la historia, pero ¿por qué se repite una y otra vez? Roma duró cerca de 200 años en decadencia hasta su división y finalización de su liderazgo mundial.
Colombia, nuestra Patria pasa ahora por unos momentos de enormes discusiones, no puede volver a equivocarse. Lo escriben, lo dicen, se sienten los fracasos en campos muy concretos de la vida nacional, pero se insiste en los errores y se profundizan, se alarma la ciudadanía y nada se consigue. Esto de la salud merece una investigación a fondo, no es posible que se esté destruyendo el sistema y siga un ministro furioso gritando e insistiendo en reformas no apropiadas y totalmente desvinculadas de la real problemática del sector. Íbamos por el camino correcto y avanzando cada vez más en logros en el sistema de salud, ¿por qué destruirlo, por qué introducirle ideologías y politiquería, por qué regresar a épocas ya superadas del sistema, por qué estatizar otra vez su funcionamiento? Se ha advertido por todos los medios que la crisis generada camina y que puede estallar en cualquier momento produciendo una catástrofe social de grandes proporciones. Habrá responsables y deben ser investigados y sancionados pues todo se ha hecho a pesar de advertencias, resultados preliminares, alarmas, urgencias, reclamos y gritos de los ciudadanos pidiendo correcciones.
Lo mismo pasa en el sector energético, que avanzaba bien y con las posibilidades de una ruta trazada de transición alternativa, ahora ya estallaron los problemas, hace días en Puerto Carreño y pronto será en otros sitios. Aquí también hay responsables que deben ser sancionados. Los síntomas de escasez de oferta y baja inversión en el sector nos pueden llevar a una parálisis y apagones que trastornen todo el desarrollo del País y su crecimiento. Si a esto le agregamos la baja inversión extranjera e interna por la incertidumbre creada por los errores grandes cometidos y la intemperancia de los gobernantes, que con mensajes de trinos quieren administrar, estaremos cayendo en un asombroso precipicio que puede perjudicar por generaciones a nuestra Nación.
Pedimos reflexión, serenidad, responsabilidad y madurez en el manejo público y más ahora en época electoral. Vigilemos, pues de nosotros dependerá la salvación de Colombia.