sábado, septiembre 13, 2025
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La sociedad irracional

Víctor Paz Otero

El mundo burgués acarició la hipótesis de forjar una sociedad que en todos sus órdenes se sometiera al dictado de la razón. Los teóricos marxistas sometieron a una crítica descarnada y disolvente esa, para ellos, ilusión perversa y de imposible realización histórica y por su parte asumieron la prometéica y también ilusoria tarea de instalar en la historia la veleidosa razón.

En fin, el anhelo de fundamentar una cierta racionalidad en la construcción de la historia ha sido, pese a sus cíclicos y poderosos detractores, un proyecto con el que colectivamente han comulgado todas las sociedades occidentales, y progresivamente todas las sociedades del planeta Tierra. Y la razón, pese a sus miserias e imperfecciones, pese a las monstruosidades que se generan de su sueño – como lo anotó Goya – no ha sido un proyecto ni fallido del todo

y por supuesto nunca será un proyecto realizable del todo.

Pero hay sociedades donde la razn parece sentirse mucho más

incómoda y con muchas más imposibilidades de realización que en otras. La sociedad colombiana es un ejemplo aterrador de lo mismo. Una sociedad donde precisamente las fuerzas que niegan y obstaculizan la razón, las fuerzas de lo irracional, tienen prevalencia y predominio y convierten el conjunto del proceso histórico en el

¡ escenario de una aterradora y generalizada barbarie. ¿Qué hay de

I racional entre nosotros? ¿El Estado? ¿La organización económica?

¿Nuestro proceso de modernización? ¿Qué control racional se ejerce sobre el flujo de nuestra historia? ¿Cuáles son los reales y actuantes elementos de civilización que nos permitirán superar ta asqueante incertidumbre del presente y acariciar el precario sueño de un futuro que no sólo sea amenaza sino que también incluya un mínimo elemento de esperanza?

Creo que es inútil e innecesario citar las agobiantes cifras o señalar los macabros episodios que demuestran de manera palpable el avasallante fenómeno de degradación, descomposición e irracionalismo que caracteriza nuestra historia.

Nuestra ucultura” está esencialmente fracturada. Hay un divorcio radical entre ella y la vida. La vida colectiva de la sociedad colombiana parece signada por poderosas y violentas fuerzas disolutivas, fuerzas que ni se orientan, nise someten, ni se regulan por formas institucionales, ideológicas o culturales, sino que funcionan como agentes de lo disolutivo, como poderosos instrumentos de un caos social que de manera irremediable y a muy corto plazo nos están conduciendo al absoluto colapso. No hemos podido aclimatar la razón entre nosotros, a pesar de los varios siglos en que nos hemos alimentado al menos con los postulados teóricos de su discurso. Estamos fracasando en forma violenta, sangrienta y estruendosa en nuestro proyecto de construir la sociedad y la historia. Por eso parece paradójico e increíble que ta única posición lúcida y REVOLUCIONARIA (sí, revolucionaria en mayúsculas) es en este

1 concreto y confuso momento del presente la de invitar a convertirnos

¡ en seres racionales.

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