sábado, septiembre 13, 2025
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La gran búsqueda

Por: Sebastián Silva-Iragorri

Qué más grande labor que buscar la paz, la armonía y la concordia. Líderes del mundo y de nuestra patria se han empeñado en muchas ocasiones a lograr ese sosiego que reclama la comunidad y que permite trabajar y realizar propósitos con igualdad de oportunidades y justicia social.

Se han ensayado muchas formas, estrategias y estilos, han ocurrido guerras y diálogos, se han ejecutado obras sociales y educativas, se han otorgado beneficios e incluso permisividades al tope. Se han producido resultados, medianos, regulares, buenos y rotundos fracasos. En nuestro país, guerras acomodadas a los sentimientos personales y a ideologías excluyentes y violentas con egoísmos y vanidades, se han convertido en obstáculos para aclimatar una paz sostenible y cierta. Tenemos hasta un premio Nobel de paz y esta sigue más lejana que nunca. ¿Qué hacer entonces para no volver a vivir los gravísimos episodios que durante tantos años han asolado nuestra Patria? ¿Qué hacer para desterrar de nuestro suelo hechos tenebrosos y criminales como los que acaban de ocurrir en Amalfi, Cali y Florencia? Lo primero es cancelar la retórica y las promesas, el populismo y la demagogia electoral con la paz. Hay que ser realistas, conocer a fondo la idiosincrasia colombiana, estudiar la historia nacional y extraer de allí enseñanzas de errores y aciertos y lo más importante construir soluciones donde quiera que haya injustas condiciones sociales. Lo esencial es saber combinar acciones que puedan encaminarnos por una ruta de paz. La paz en siglos pasados llegaba, así fuera temporalmente, al final de las guerras. El vencedor imponía las condiciones y los vencidos se plegaban con el orgullo herido a estos requisitos de conducta, pero pronto resurgían problemas por raíces que habían quedado con los resentimientos respectivos, estallando otra vez en alaridos de guerras. Guerras partidistas, por territorios, por ideologías, por poderes, por religión, por centralismos, por discriminaciones y prejuicios. ¿Qué solución para toda esta batalla ahora agravada por el narcotráfico, la minería ilegal y la codicia del dinero fácil y el poder para sojuzgar y humillar? Han sido muchos los ensayos y hasta ahora pocos los resultados. Todo entonces hay que repensarlo.

Creo indispensable realizar acciones simultáneas, empezando desde ya por la cultura, sí, la cultura cívica ciudadana enseñada desde la niñez y sembrada en el alma infantil; pero esto es un proceso largo que debe iniciarse con cátedras obligatorias en las escuelas, de civismo, positivismo, historia de los conflictos y ensayos de principales y posibles soluciones como primeras ideas de caminos de paz, imaginados desde la más temprana edad. También tiene que erigirse en las mentes de todos los ciudadanos el respeto absoluto a la ley y la autoridad que encarnan desde la fundación de las sociedades la armonía social y la seguridad. Igual, desencadenar sin corrupción una avalancha de obras sociales en todos los territorios azotados por la violencia o con el riesgo más alto de padecerla y hacer allí inmediatamente presencia real del Estado con sus autoridades e instituciones más efectivas. Al mismo tiempo, fortalecer la Fuerza Pública y dotarla de toda la tecnología moderna contra drones, reforzando su inteligencia con la más amplia cobertura y eficacia. Luchar de verdad contra la corrupción y sancionar al corrupto con penas que impliquen disuasión y verdadera corrección. Colocar al narcotráfico como delito execrable sin admitir contemplaciones en su lucha hasta desterrarlo definitivamente de nuestro suelo. La ley y el orden deben imponerse siempre y cualquier sometimiento de culpables debe estar acompañado de estrictas medidas y sanciones reales. No podemos seguir en el camino equivocado de la permisividad sino tomar determinaciones respetando las normas legales, pero sin dudas ni vacilaciones. Si todo esto se trabajare al mismo tiempo con toda la voluntad y decisión estaríamos entrando en la verdadera senda de una paz posible y duradera. Nuestro próximo gobernante debe ser un hombre o una mujer de profundos principios y carácter, de gran valor civil y con decisión de buscar la paz integral. Solo así recuperaremos a Colombia.

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