Por: Juan Cristóbal Zambrano López
Hay palabras que se dicen rápido, pero que encierran un universo de compromiso. ‘Electo’ es una de ellas. No es un título, es una responsabilidad. No es un logro personal, es un voto de confianza colectivo.
Varios miembros de mi familia han escuchado esta palabra en múltiples ocasiones.
Yo, jamás lo olvidaré, ese mágico instante en medio de la ansiedad y el nerviosismo, cuando contesté la llamada y una voz me dijo: “Juan Cristóbal, felicidades, resultaste electo Consejero de Juventudes”.
Para muchos, puede parecer un cargo menor, un espacio vacío. Para mí y nuestra lista, representa el primer salto al agua, la decisión de lanzarnos sin paracaídas. Es la oportunidad perfecta para servirle a mi amada Popayán, para dar a conocer nuestras ideas, para alzar la voz de mi generación.
No busco contemplación, quiero ser escuchado. No anhelo reconocimiento, anhelo trabajo. Quiero servir a esta tierra que me vió nacer y que hoy me espera para ejercer con compromiso y convicción.
A quienes creyeron en este proyecto, gracias. A quienes me acompañaron con una palabra, una idea o un voto de confianza, gracias también. Sobre todo, gracias a mis compañeros candidatos quienes se lanzaron a la guerra conmigo y en conjunto construimos un escenario donde todas las voces se alzaron para crear este proyecto. Este resultado no es de una persona, es de todo un equipo que dedicó meses a escuchar a los jóvenes, de una generación que decidió hacer política con propósito y no con improvisación.
Soy conservador por convicción, no por costumbre. Creo en los valores que dignifican la palabra servicio, en la disciplina, en el respeto por las instituciones y en el poder transformador de las ideas. Desde ese principio quiero aportar, construir y demostrar que los jóvenes conservadores no estamos anclados al pasado, sino comprometidos con el futuro.
La campaña fue una escuela. Visitamos colegios y calles donde la esperanza parece haberse escondido, donde muchos jóvenes no creen ya en la política porque solo han visto promesas que se las lleva el viento. Pero también encontré rostros que me recordaron por qué vale la pena insistir: jóvenes con sueños, con rabia, con ganas de ser escuchados.
Vimos cómo se repiten viejas prácticas en espacios que deberían ser limpios, transparentes, y formativos. Y aunque esto duele, eso me reafirma que la renovación no depende de los discursos, sino de quienes nos atrevemos a hacer las cosas de manera distinta.
El Consejo de Juventud no puede ser una vitrina vacía ni un premio de consolación. Debe ser un espacio vivo, donde las decisiones tengan sentido y donde la voz de los jóvenes realmente pese. Porque si algo aprendí en esta campaña, es que la juventud no necesita permiso para liderar: necesita oportunidades para ser escuchada.
Ser electo no significa llegar, significa comenzar. No es el final de una campaña, es el inicio de una tarea. Ahora viene lo más importante: honrar la confianza de quienes creyeron en nosotros y demostrar que la juventud no solo participa, sino que transforma.
Desde el Consejo Municipal de Juventud quiero trabajar por una Popayán que escuche a sus jóvenes, que los entienda y los involucre, sobre todo en conjunto con los demás candidatos Conservadores. Que vean en nosotros una fuerza de cambio, no una cifra en las estadísticas. Defenderé la educación, la participación, el emprendimiento y la cultura como pilares del desarrollo juvenil.
Aspiro a que este sea un periodo que marque un antes y un después en la forma como Popayán entiende la participación juvenil. Que los jóvenes tengamos voz, pero también voto en la conversación pública. Que nuestras propuestas lleguen al Concejo, a la Alcaldía, y que se conviertan en políticas reales, no en simples intenciones.
No estoy aquí para representar intereses personales ni colores distintos al de la esperanza. Estoy aquí para servir. Porque entiendo que la política solo tiene sentido cuando se ejerce con propósito y con amor por la tierra que nos formó.
Servir es, al final, el mayor honor que puede tener quien ama a su ciudad. Por eso, asumo este reto con la misma emoción con la que recibí aquella llamada, y con la misma serenidad con la que sé que los resultados no se miden en aplausos, sino en hechos.
Hoy me siento orgulloso de haber escuchado esa palabra, electo, pero más aún del compromiso que encierra.
Porque al final, la confianza no se celebra: se honra.




