Inicio OPINIÓN Juan Cristóbal Zambrano López Doctor Carlos Guillermo López Dorado, el arte de servir con decencia

Doctor Carlos Guillermo López Dorado, el arte de servir con decencia

Por: Juan Cristóbal Zambrano López.

En la memoria viva del Cauca aún resuena el nombre de Carlos Guillermo López Dorado, un ilustre hijo de Bolívar que dedicó su vida entera a construir región con ideas, obras y visión. Fue más que un político: fue un arquitecto del desarrollo, un servidor público que dejó huella desde los caminos veredales hasta las plenarias del Senado.

Como alguna vez lo tituló un columnista de El Liberal, “Carlos Guillermo es uno de los más inquietos y dinámicos dirigentes del conservatismo”.

Desde sus más tiernos años, vislumbró la verdad conservadora a la cual defendió tesoneramente hasta sus últimos días, luchando con toda honestidad por los valores e intereses del partido.

Hizo sus estudios de bachillerato en el Colegio Champagnat de Popayán para posteriormente continuar sus estudios profesionales de Ingeniería Civil en la Universidad del Cauca. Se inició siendo dibujante de la Secretaría de Obras Publicas del Departamento (de la que posteriormente llegó a ser Secretario tres veces en diferentes gobiernos).

De ser Ingeniero Delegado del Ministerio de Obras Públicas, pasó a ser jefe de construcciones del mismo Ministerio, en ese mismo año resultó elegido Representante a la Cámara por el Cauca, siendo el Congresista más joven de Colombia en aquel periodo.

Carlos Guillermo era un hombre de sabiduría, un hombre de humildad y un hombre sin vanidad. Él le dio forma al país y al Conservatismo en el Cauca como arcilla en sus manos, y lo convirtió en algo hermoso, sin duda alguna, un servidor público que nunca dejó de ser ciudadano.

En sus cargos se destacaba por su lucidez e inteligencia.

Estando en la Cámara de Representantes, renunció a su curul para ser por primera vez Secretario Departamental de Obras Públicas (OO.PP), el entonces joven dirigente conservador Juan Pablo Matta señaló un momento de su vida, en donde al salir una noche de una reunión, mientras ambos esperaban a que recogieran a Carlos Guillermo, le comentó “Yo fui parlamentario y renuncié para ser Secretario de Obras Públicas”, Juan Pablo le preguntó si aquello no había sido un retroceso en su carrera política, a lo que Carlos Guillermo contestó, “ningún honor fue más grande para mí que llegar como Secretario montado en la maquinaria amarilla que llevó la carretera a Bolívar”.

Así hay cientos de historias, llegó a ser Secretario de Obras Públicas, fue Secretario de Hacienda Dptal, Secretario de Agricultura Dptal, Jefe de Planeación Dptal, Director Regional del Instituto Nacional de Fomento, Gerente Dptal del Instituto de Crédito Territorial, Asesor Regional del Ministerio de Transporte, Representante a la Cámara, Senador, y por supuesto, eterno Concejal de su natal Bolívar, Presidente del Concejo en múltiples ocasiones.

Carlos Guillermo llegó a ser un líder nato a nivel nacional, en las correrías de las mejores épocas del conservatismo en la Presidencia fue aquel “que le hablaba al oído” al Presidente de turno.

Muchos años después de su jubilación y su retiro del servicio público, se reunió con el ex Presidente Belisario Betancur, quien al verlo no pudo evitar saludarlo con un honesto “Qué gusto verte gran pendejo”.

En su paso por el Congreso, Carlos Guillermo se dedicó a ser una voz para los sin voz en el Cauca.

Carlos Guillermo no solo fue un hombre de cargos; fue un hombre de causas. Su liderazgo no se trataba de figurar, sino de servir. En tiempos en los que muchos usan la política como trampolín personal, él la vivió como un acto de responsabilidad colectiva. Fue capaz de llegar lejos sin renunciar a sus raíces, y siempre llevó con orgullo el nombre de Bolívar, Cauca, en el corazón y en sus intervenciones. Su oficina no era un despacho frío, sino cualquier rincón del territorio donde hiciera falta escuchar, gestionar y actuar.

Conocía el poder de la política. El poder de hacer de su pueblo y de su país un lugar mejor.

Carlos Guillermo no buscó el poder para sí, sino para ponerlo al servicio de los demás. Tenía la convicción de que el desarrollo del Cauca no podía depender únicamente del Gobierno Nacional, sino de líderes capaces de tocar puertas, hacer gestión y ejecutar con transparencia. Fue de esos que no necesitaban de redes sociales para ser recordados, porque su obra se veía y se sentía en cada rincón donde trabajó. Aún hoy, en un sin número de municipios del Cauca, su nombre sigue siendo sinónimo de palabra cumplida.

Tuvo siempre una capacidad extraordinaria para combinar la técnica con el alma, la obra física con la transformación humana. No concebía un proyecto sin diálogo con la comunidad, sin entender el valor de una escuela, una vía o un acueducto como cimientos de dignidad. Fue uno de los primeros en hablar de planificación regional cuando pocos entendían su importancia. Conocía la topografía del Cauca como la palma de su mano, pero también conocía los dolores de su gente y sentía que su deber era aliviarlos con acción.

En casa, su memoria es más que una fotografía o una historia familiar: es un llamado diario a actuar con decencia, a no rendirse ante la burocracia, a creer que lo público puede ser sinónimo de lo ético. Hoy, cuando el país clama por referentes honestos, me siento afortunado de poder decir que mi abuelo fue uno de ellos. Y si algo me impulsa cada día a seguir en este camino, es saber que la mejor forma de honrarlo no es evocando el pasado, sino trabajando por el futuro con la misma pasión y entrega con la que él vivió su vocación pública.

Como su nieto, es un honor inmenso para mí seguir no solo el legado de Carlos Guillermo López Dorado, sino también el legado de toda mi familia, de mis tíos, mis primos, de mi mamá, quienes han dedicado su vida al servicio público en el Cauca, desde Alcaldías, Secretarías Departamentales, Coordinaciones Municipales, curules en el Concejo, la Asamblea y el Congreso. Su ejemplo de entrega, liderazgo y profundo amor por el Cauca ha sido mi guía en mi corta vida pública. Heredé de él y ellos no solo el apellido, sino el compromiso firme con el servicio, la coherencia en la palabra y la convicción de que la política debe ser una herramienta para transformar realidades. Hoy, desde la juventud, me siento llamado a continuar esta historia, con respeto por su memoria y con la esperanza de escribir nuevos capítulos al servicio de nuestra tierra.