CARLOS E. CAÑAR SARRIA – carlosecanar@hotmail.com
En no pocas regiones y localidades colombianas, los gobiernos se hacen casi imperceptibles. No se sienten o se sienten muy poco. No evidencian los cambios que las comunidades necesitan y así prosigue el continuismo cuando hacen dejación del poder y son remplazados por otros.
Los resultados no corresponden a las expectativas que se generaron en las campañas políticas y en el momento de las elecciones. La gente aspira a ver caras nuevas en los diferentes cargos o posiciones de la administración pública. Pero no. Hay excepciones, pero es común ver en los escenarios políticos, a los mismos de siempre, recomendados por los mismos de siempre para que todo continúe igual o peor.
Ya es común observar que cuando se posesionan los “nuevos” mandatarios y llega el momento de conocer la conformación de los equipos de gobierno, en general, éstos son designados más con criterios politiqueros que con criterios meritocráticos. Resultan de las consultas con los directorios políticos que ayudaron a la elección de los gobiernos y como siempre, los repartos burocráticos dejan satisfechos a unos e inconformes a otros.
Ya montados en el poder, el pueblo, el “soberano”, es lo que menos les importa; poco o nada se acordarán de ese ente colectivo denominado pueblo. . Que si se acordaran de él, las cosas serían a otro precio. Así involuciona la “democracia”. Las energías que se expresan en las campañas pierden los ímpetus y ya en el ejercicio del poder los gobernantes se tornan invisibles.
Pasan así los meses y los años, hasta que se terminan los periodos de gobierno y a la hora de los balances, se concluye que los gobiernos resultaron un desperdicio, lo cual no lo van a reconocer los propios gobernantes, aunque la realidad lo evidencie.
En una verdadera democracia, la cercanía entre gobernantes y gobernados debe ser permanente. En democracias inmaduras sucede todo lo contrario. En éstas, la invisibilidad de los gobernantes está mediatizada por la invisibilidad de los gobernados y viceversa. Esta situación exige la necesidad de los pueblos de configurarse en sociedad civil.
Un gobierno visible debe ser público. El concepto ‘público’ tiene varias acepciones. ‘Público’, de corte popular, es decir de reformas sociales; ‘público’ en términos de publicidad, lo que significa que es muy poco lo que tiene que darse en secreto, pues los poderes representativos como por ejemplo, el ejecutivo, deben actuar en esencia a la luz pública. Es obvio aquí, la importancia de la opinión pública. Tan escasa sobre todo en las provincias colombianas, donde los verdaderos opinadores brillan por su ausencia. Un gobierno democrático debe desarrollarse de cara al pueblo, sus decisiones y acciones deben ser públicas, es decir, de beneficio colectivo y además publicitadas. Al pueblo no hay que esconderle la verdad, pues sin verdad no hay democracia.
En su libro: “El futuro de la democracia”, Norberto Bobbio, con respecto al poder visible en los gobiernos locales, entre otras cosas, anota: “Se puede interpretar el ideal del gobierno local como un ideal inspirado en el principio de que el poder es más visible en cuanto es más cercano. De hecho, la visibilidad no depende únicamente de la presentación en público del que está investido de poder, sino también de la cercanía especial entre el gobernante y el gobernado (…) De una acertada cercanía depende lo que los pueblos necesitan.
Cuánta falta hace a los colombianos, una cultura política a favor de la verdad; aquí se arma tremendo escándalo cuando se habla con la verdad; tan necesaria, para evitar falsas expectativas y hacer enterar al pueblo de los alcances y limitaciones del ejercicio del poder; exponer que existen dificultades y que se hace necesario re direccionar los caminos para lograr los cambios que la sociedad necesita. Es lo que sucedió con el reciente consejo de ministros, transmitido directamente por televisión, convocado por el presidente Petro. Los sectores más retardatarios del país, aprovecharon esta coyuntura que no deja de ser electoral, para venirse en contra del presidente.