Son muchos los decires, por parte no solo de opositores, sobre hechos de enorme corrupción que se refirieron y aun se refieren, de haber sucedido durante el gobierno del presidente Duque. Ahora igualmente viene ocurriéndole al gobierno del presidente Petro. Es verdaderamente inobjetable que, en ambos casos, se concretaron denuncias por hechos de corrupción cometidos y procediendo ya la justicia colombiana con diversas sanciones penales suficientemente conocidas a través de los medios informativos.
Es evidente que en los correveidiles se comenta que, para muchos funcionarios públicos que presuntamente han cometido corrupción, les ha sido posible que en los tribunales les exoneren de toda responsabilidad, porque algunos encargados de administrar justicia, ojalá no muchos, se amangualan con quienes cometen presuntamente el delito, para que la sociedad los siga reconociendo como “gente de bien”.
Es suficientemente conocido que de esa “gente de bien”, luego varios han debido responder por los mismos hechos ya no ante tribunales nacionales, sino ante tribunales internacionales.
Da la impresión que se viene cumpliendo a cabalidad eso que años atrás un presidente consideró pertinente, darle viabilidad a “la corrupción en sus justas proporciones”.
Es tan evidente el descalabro que vivimos en términos de corrupción, que da para que se masifique a través de las redes sociales con gran interés para los colombianos, aquella noticia de que el presidente del Salvador Nayib Bukele, al preguntarle cómo hizo el país mas inseguro para convertirse en pocos años prácticamente en el más seguro del mundo, su respuesta sin dudarlo, la refirió a que en primer lugar hicieron cambio a todo el sistema de justicia, incluyendo a los funcionarios que lo ejercían.
Lo mencionado no es para quejarnos o convertirnos en jueces impolutos. Es para que hagamos una reflexión y luego de ella aportemos en algo a soluciones positivas y efectivas.
Estamos convencidos de que en Colombia hay un problema más de fondo, que lo disfrazamos con el distractor tan efectivo que se hace para que nos dividamos políticamente y económicamente, ubicándonos bajo dos tendencias, derecha o izquierda, que al traducirlo en los lenguajes de moda parece que se ha de decir, libertarios vs progresistas.
En ambos casos encontramos que no hay diferencias, al evidenciar lo real y práctico que se aplica y sucede durante las 24 horas del día de todas las semanas del mes, 24-7: CVY (“ahí como voy yo”) ó CVO (“ahí como van los otros”).
Y quienes lo deciden y lo practican son siempre los funcionarios públicos o privados, como también los que son empresarios, igual que los líderes de cualquier grupo o comunidad religiosa, política o comunitaria. Nos lleva a infinidad de preguntas.
Cuando decidieron acabar con CEDELCA, las Centrales Eléctricas del Cauca y no pudieron pero la diezmaron, quienes lo hicieron qué aplicaron, CVY o CVO?.
Cuando en la Alcaldía de Popayán, quienes decidieron que el servicio de aseo Municipal se pusiese en manos de inversionistas de lucro, qué aplicaron CVY o CVO?
Cuando se habló de ser solidarios con pueblos marginados de la Guajira, llevándoles agua para evitar que se muriesen de sed y compraron vehículos que no sirvieron, qué aplicaron, CVY o CVO?
Continuaremos con el tema.
Cuando será que los Hamas y los Netanyahu van a entender que pueden convivir practicando una economía ausente de la guerra y cuándo será que los Colombianos que practican la economía del egoismo y del CVY(como voy yo), se ponen de acuerdo con quienes dicen ser salvadores de las clases populares y que oprimen y masacran también a quienes dicen defender.
La economía promovida por el recalcitrante egoísmo es una cosa muy diferente a la que tienen que sobrellevar comunidades campesinas del departamento de Norte de Santander y es infame que quienes dicen luchar para defender derechos naturales de los colombianos, descarguen sus odios sobre campesinos que labran la tierra con diligencia y muy lejos de los egoísmos de la economía explotadora que beneficia solo a un pequeño grupo de privilegiados. No veo mayores diferencias entre la torpeza de Hamas y la del ELN, como tampoco entre la economía destructora de Netanyahu y la de quienes continúan insistiendo en no reconocer que Colombia se merece practicar una economía de mayor solidaridad y apoyo mutuo entre todos los colombianos.