sábado, octubre 25, 2025
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Casi un suicidio

Por Donaldo Mendoza

Salir de la casa en Popayán, cada día, representa para personas mayores, especialmente, casi un suicidio. Cada lector tendrá alguna historia trágica para contar. En mi caso, son tres en este año. La primera es de una asesora de Protegemos. Salía del hospital y un soldado, que parecía probar la velocidad de su moto nueva, la atropelló, y le fracturó una pierna en varias partes; eso fue en enero, y hoy, con varias cirugías, anda todavía en muletas.

El segundo caso es el de un anciano mayor de 80 años. Me acostumbré a verlo caminar acompañado de su esposa por las estrechas calles del barrio Palacé. Hasta que un día, luego de ver a la señora salir siempre sola, me animé a preguntarle por el señor. “Ay, profesor, a mi esposo lo atropelló una moto; quiso atravesar la avenida para pasar al barrio Alicante y se lo llevó… No solo le causó fracturas, sino que le dañó unos órganos… Estuvo varios días hospitalizado, y murió”.

El tercer caso, el más reciente y muy doloroso, es el de la ingeniera civil Julia Ruiz. A la altura de La Jimena, cuando apenas había salido de su apartamento, una moto la arrolló. Fue tan severo el golpe, que ella no alcanzó a poner las manos, y su cara dio contra el pavimento, con heridas y fracturas de huesos muy graves.

Las personas mayores, entre sesenta y más años somos los más vulnerables. Nuestros reflejos son algo lentos, los sentidos de la vista y el oído con limitaciones… Y no siempre hay en la casa un familiar para acompañarnos. En suma, somos un objetivo perfecto para el enjambre de motociclistas que circulan por las vías de Popayán; algunos son prudentes, pero no son pocos los que, como dicen, van a mil.

Hará unos cinco años, un caso insólito despertó mi curiosidad en Valledupar –donde circulan tantas motos como en Popayán–: no vi un solo parrillero hombre, solo mujeres. Le pregunté a un amigo la razón, y me explicó que era una medida de la oficina de Tránsito para controlar la inseguridad (con voz en off, comenté: ‘están buscando la calentura en las sábanas’). Observé también que la mayoría conducía sin casco. Sacando pecho, le dije al amigo: En Popayán la Policía Metropolitana hace control para que el conductor y el parrillero lleven cascos, a fin de proteger la vida en caso de accidente…

Traigo esa anécdota porque el control del casco desapareció en Popayán, y ahora las vidas de conductores, parrilleros y peatones corren peligro, aunque la peor parte la lleva el peatón. La inquietud natural es preguntarse si alguna autoridad del Municipio –Policía Metropolitana, Alcaldía– prepara algún plan para, de algún modo, poner orden y/o meter en cintura a esos motociclistas que parece que salieran a las vías en busca de víctimas.

Y me pregunto también si la suerte del adulto mayor, ante tan semejante circunstancia, será encerrarse en su casa, para evitar un suicidio involuntario.

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