Amor de biblioteca

Juan Carlos López Castrillón

Un amigo se enamoró de su actual pareja a través de las miradas furtivas que se cruzaban en las silenciosas mesas de lectura de la biblioteca central de la Universidad del Cauca. Vencía su timidez inicial con notas escondidas que le dejaba en los libros que ella leía. Luego pasó a los poemas veniales anónimos en la cartelera. Eso fue hace casi cuatro décadas, cuando nos daban las 10 de la noche y a esa hora aún había asientos ocupados. Obviamente él era el último en irse esperando a ver si ella llegaba antes del cierre a devolver un libro al que se le vencía la entrega. La estrategia le funcionó y de comentar un libro pasaron a un café y al terminar de leerse las obras completas de César Vallejo se casaron. Fue un matrimonio encuadernado.

En esa época La Central abría los sábados y los domingos hasta el medio día, siempre bajo la mirada vigilante pero amistosa de José Maria Serrano, su eterno Director. No había internet, ni celulares, por eso toda la sabiduría de la información se encontraba en las aulas y en la tertulia, pero especialmente en los libros, los mismos que aún reposan en esos anaqueles fantásticos esperando que alguien los visite.

Hoy las 1.541 bibliotecas públicas que hay en Colombia afrontan el gran dilema de su modernización, lo cual significa presupuesto. Según una encuesta del DANE del 2017 el 95% de los usuarios son jóvenes menores de 25 años y más de la mitad son bibliotecas comunitarias. Solo una de cada cinco son universitarias.

La era digital implica que tengan que hacerse nuevas inversiones para que no lleguen a ser habitadas por la soledad, como ya ha ocurrido con varias, me cuenta una persona experta en el tema:
– “el riesgo más grande que tenemos es que los jóvenes no vuelvan y prefieran hacer la consulta virtualmente” me dice.

Hago un sondeo por whats app y le pregunto a varios amigos y conocidos hace cuánto no van a una biblioteca, la respuesta es casi unánime: “desde la universidad” otros me dicen “desde el colegio”. Y es coherente con lo que dice el DANE, a las bibliotecas van los jóvenes y los estudiantes. Pero insisto, la supervivencia de ellas pasa por la innovación y la tecnología. No es un ejercicio barato, por eso es una inversión que debería estar respaldada financieramente por una política pública nacional, pues la inmensa mayoría de los municipios no tienen los recursos para ello.

La misma encuesta del DANE señala que la mayoría de los jóvenes ven en las bibliotecas también un sitio de encuentro.
Esto tiene un gran valor desde el punto de vista de estrategia cultural. Necesitamos más amoríos de mesa de lectura, como los de mi amigo, seguro que esas parejas tendrán una conversación más interesante y mayores posibilidades de supervivencia.

Posdata: si revisamos en el baúl de los recuerdos seguramente también encontraremos anécdotas de biblioteca, o al menos el recuerdo del último libro que leímos de una de ellas. Cuál fue el suyo ?

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