El periodismo debe ser responsable en temas de infancia y narrar con empatía las experiencias de los niños afectados por la guerra en Colombia. También debe abordar sus historias con sensibilidad y dando voz a quienes fueron víctimas directas o testigos de la violencia.

Escrito por: Karla Vanessa Betancourt
kbetancourt@unicauca.edu.co
*Especial Co.marca/Alianza el Nuevo LIberal
Pilar Lozano tiene la voz clara, la risa fácil y alegre. Pareciera que siempre sonríe. Es de baja estatura, cabello corto a la altura de sus orejas y unos ojos joviales que se esconden detrás de sus gafas. Su personalidad vivaz encanta a la audiencia: comparten risas y sonidos colectivos de sorpresa. La gente escucha con admiración cada palabra que ella dice. Cualquiera podría intuir el porqué se dedica a la literatura infantil, pues su carácter vibrante agrada con facilidad a los niños.
Cada libro que ha salido de la mente de Pilar es colorido y educativo. Pero así como ha escrito narraciones imaginarias y mágicas también ha escrito sobre los horrores de la guerra en Colombia, especialmente desde la perspectiva y la experiencia de los niños y jóvenes que se vieron atrapados en el conflicto: reclutados por los grupos armados o como sobrevivientes.
Antes de ser escritora Pilar era periodista y este oficio la ha llevado a diferentes lugares de Colombia, donde ha vivido y conocido los estragos de la guerra. Desde el periodismo encontró las formas de narrar no solo la belleza de la infancia, también el dolor. Estos relatos han encontrado vida en libros como “Eran como mi sombra”, “Crecimos en la Guerra” e “Historias de un país invisible”.
De una familia numerosa, Pilar creció con una curiosidad innegable. Tener 10 hermanos le hacía imposible viajar, a pesar de que era algo que deseaba. Entonces, para compensar su deseo de recorrer Colombia y el mundo se convirtió en periodista. Una profesión que le abrió las puertas para cumplir sus sueños: recorrer territorios, conocer y alimentar su interés.
—Me encantan los mapas y empecé a descubrir que Colombia era muy curiosa, estaba llena de puntas, entonces soñaba con ir a esos lugares tan lejanos y pues la única manera era con el periodismo. Así, hice una serie que se llamó “Las puntas de Colombia”, que fue recorrer exactamente esos extremos que tanto me habían llamado la atención cuando era niña.
Dice mientras mueve sus manos en el aire, como trazando líneas imaginarias para formar aquel mapa anhelado.
—Entonces fui al extremo oriental, a Guadalupe, en esa naricita de Colombia, ese territorio que se mete entre Brasil y Venezuela. Fui al sur de Leticia, pero también a San Juan de Atacuari, que es la otra pata del Trapecio Amazónico; a Taroa en Punta Gallinas; al occidente a Cabo Manglares en el Pacífico, y bueno, esa fascinación por conocer un país que nadie me había contado en el colegio.
En total hizo 14 viajes y durante este recorrido de las puntas de Colombia, siguió en el periodismo, a veces haciendo noticias, algo que casi no le agrada mucho, a diferencia de lo que más le gusta escribir: la crónica.
A lo largo de los más de 30 años que ejerció como periodista y en los múltiples viajes que ha realizado por Colombia, las diferentes realidades la han impactado. Reflexiona sobre cómo el abandono de las zonas periféricas del país ha afectado a las personas que allí habitan, en cómo su voces han sido acalladas e ignoradas porque, al no ser parte de la centralidad del país, no son lo suficientemente importantes para ser escuchadas.
—No solamente me ha impactado lo bello, lo malo, lo feo o lo bonito, sino todo ese desconocimiento que tenemos desde el centro de lo que ocurre allá, ese allá que lo digo con mucho cariño.
Incontables veces se ha impresionado no solo por la belleza de los ríos de Colombia y por la selva, también porque al ser bogotana jamás imaginaba ni por asomo cómo se vería la selva en realidad. O el abandono que viven en las fronteras, las comunidades indígenas y los colonos que llegan a estas zonas a buscar un pedazo de tierra.
Ser periodista la llevó a ver y a vivir la guerra, junto a la violencia que azotó al país a principios del siglo pasado y a comienzos de este. Presenciar el dolor de las personas, y especialmente de los niños, fue difícil para ella. Así que empezó a escribir literatura infantil como parte de su trabajo como periodista.
No sabe de dónde vino esta idea de escribir para niños. No lo pensó. Solo salió de su mente y se dio cuenta que lo disfrutaba y que la hacía feliz. Sin embargo, si Pilar tuviera que marcar el momento en el cual empezó con esta parte de su vida, lo haría mencionando una experiencia que tuvo lugar mientras realizaba su último reportaje de la serie “Las Puntas de Colombia”, que se desarrolló en los cayos de Roncador, Quita Sueños, Serrano y Serranilla en el archipiélago de San Andrés y Providencia, cuando subió a un buque oceanográfico y quedó encantada con todas las posibilidades que ofrece un barco lleno de laboratorios.
—Yo ya era mamá. Quería que mi hijo viviera esa experiencia y el capitán, muy serio, me dijo que nunca se subía a un niño allí porque los científicos necesitan silencio para trabajar. Me dio mucha rabia y entonces esa rabia se convirtió en un cuento que se llama “Socaire y el capitán loco”, que es la historia de una niña que hace una pequeña trompita para poder subir a un buque oceanográfico. Me gustó tanto escribir para niños que lo seguí haciendo.
Así empezó su pasión por la escritura infantil. Las ideas venían a su cabeza y rondaban sin dejarla tranquila hasta que decidió plasmarlas y relatarlas. Se convertían en su obsesión y luego las transformaba en una historia, un cuento, una novela o un relato.
—Uno no tiene un objetivo para escribir. Uno escribe porque necesita hacerlo, porque se le mete una idea en la cabeza y se vuelve una obsesión. Uno escribe y la reacción de los lectores es distinta, cada libro llega de una manera diferente.
Fue justamente una de estas ideas la que la llevó a escribir un libro recopilatorio de crónicas llamado “Crecimos en la guerra”. Se inspiró en aquellos niños que vivían en carne propia la guerra, que sabían del sufrimiento que trae cotidianamente. Luego Pilar sintió que expresar aquellas realidades por medio del periodismo no era suficiente, así que dio paso a una nueva creación literaria: “Era como mi sombra” , una novela en la que explora desde una narrativa diferente el drama y vivencias de los niños soldados en los grupos armados. En 2017, Pilar escribió su último libro recopilatorio de crónicas hasta el momento, titulado “Historias de un país invisible”.
—Mi intención es mostrar esa realidad, mostrar cómo la guerra ha impactado en el alma de nuestros niños y jóvenes, y cómo ese dolor ha sido silenciado, como lo recoge el informe de la Comisión de la Verdad, el cual menciona este tema de los niños y adolescentes titulado “No es un mal menor”. Entonces, eso me llevó a interesarme y a escribir. Tengo tres libros sobre el tema.
En el conversatorio: ‘Reflexiones del Sistema Integral para la Paz sobre el reclutamiento de niñas, niños y adolescentes en el conflicto armado’ la Comisión de la Verdad informó que para 2022 se habían recibido cerca de 2300 testimonios de personas jóvenes y adultas que documentaban el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes por parte de grupos armados como las FARC en Colombia. Para Pilar, es importante hablar de estos niños no solo para darles la voz que se les ha robado, sino porque permite que quienes han presenciado la guerra desde la distancia y la frialdad de las noticias, comprendan la realidad de los conflictos y el dolor que generan. A pesar de que pueden parecer lejanos, muchos se viven a tan solo algunos kilómetros de distancia de las ciudades.
—Uno no espera un impacto determinado. Los libros llegan al lector y cada niño, joven o adulto es un mundo diferente. Me parece muy bonito porque yo voy a colegios y veo la reacción de los lectores que me dicen: “gracias por sacarme de mi burbuja”, “yo no sabía que esto pasaba”, “¿qué podemos hacer para que esto no se repita?”. Eso es muy gratificante, pero no es algo que uno escriba pensando: “uy, es que voy a cambiar el pensamiento de los niños”, no, uno escribe y muestra una realidad.
Escribir sobre esta realidad es desafiante. No solo por lo complejo que puedan ser los temas a abordar, sino porque se debe poner especial atención a las víctimas del conflicto. Hablar sobre niños que pasaron por una situación tan difícil debe de hacerse desde una posición de respeto, en la cual se consideren sus heridas, sus experiencias y el horror que vivieron. Hay que poner por delante sus derechos como niños y como víctimas.
—El periodismo tiene que ser responsable en temas de infancia. No podemos hacer notas morbosas, notas escandalosas, notas que revictimizan a los niños, y eso fue tal vez lo más difícil: encontrar el tono, qué debo contar y qué no es necesario narrar para que se entienda el horror, son temas que hay que trabajar mucho —dice enfatizando cada palabra con seriedad, su voz llena de determinación y su rostro serio.
Esta responsabilidad es la que rige el oficio de Pilar. La aplica en cada uno de los ámbitos que giran en torno a la narración de estas vivencias, incluso cuando siente tanta empatía por cada una de las personas que ha conocido y que le han relatado su historia dentro del conflicto, lo cual la hace creer que es imposible aportar objetividad cuando tiene grandes sentimientos de empatía.
—Nadie es objetivo, es imposible tener objetividad periodística, si miramos la misma historia narrada por distintos periodistas, todos le dan un enfoque distinto, de acuerdo a sus propias vivencias y su propia realidad. Entonces, lo único que uno pide a un periodista es que sea responsable, que no se deje llevar por intereses a veces políticos. Uno lee artículos que uno dice: “¿a este qué partido le paga?”, se trata de mostrar las historias con todos sus grises, la realidad no es solo blanco y negro, también tiene muchos matices.
Su libro “La historia, los viajes y la abuela”, lleva algunos años en el mercado. En él relata con la vivacidad que la personifica, la historia de Colombia desde los primeros pobladores hasta la independencia del país. La segunda parte de este libro, que según Pilar es lo más difícil que ha escrito hasta ahora, acaba de ser terminada y se centrará en la historia después de la independencia, narrando otros sucesos importantes del siglo XIX en Colombia. Llevará por título “Los terribles años decimonónicos”.
Actualmente, mientras Pilar espera que su último libro sea ilustrado y nutre su proceso de escritura con diferentes textos y obras.Tiene tres ideas nuevas en su cabeza y espera desarrollar pronto alguna de ellas. Aunque claro, no es fácil, porque los libros llenos de historia, aventuras, recorridos, y sobre todo, de la realidad de Colombia, necesitan tiempo, viajes y dinero.
*Co.marca es el Laboratorio de Medios Periodísticos del Programa de Comunicación Social de la Universidad del Cauca.