Por: Alejandro Zúñiga Bolívar, El Liberal.
El 2024 cierra dejando una profunda reflexión sobre la gestión municipal en Popayán. Ha sido un año complejo, marcado por una sensación de parálisis que permeó a toda la administración y generó un sentimiento de frustración entre los ciudadanos. Los resultados no estuvieron a la altura de las expectativas, y la ejecución presupuestal quedó muy por debajo de lo proyectado.
El Concejo Municipal, que no tardó en manifestar su descontento, señala que la desarticulación al interior del gabinete es el principal culpable de esta baja ejecución. Desde esta perspectiva, el problema radicaría no solo en la falta de visión compartida, sino también en la falta de un liderazgo articulador que permita a las diferentes secretarías y oficinas trabajar en sincronía hacia un objetivo común.
Sin embargo, la manera en que se ha manejado este diagnóstico preocupa. La administración ha entrado en una dinámica que parece más una cacería de brujas que un intento genuino por resolver los problemas estructurales. En el escrutinio, el foco ha recaído especialmente sobre las dependencias más técnicas o impopulares, como la oficina jurídica, que debe cumplir con su deber de revisar los procesos con lupa. Mientras tanto, otros despachos que, según los mismos informes del Concejo, también presentan bajos niveles de ejecución, se mantienen intactos y con la máxima confianza del alcalde.
El caso más emblemático es el de la Secretaría General, que, pese a ser señalada por su baja ejecución y su alta exposición mediática, sigue gozando de un lugar privilegiado en el esquema de poder de la administración. Esto genera un inevitable contraste con la situación del Jefe de Gabinete, quien no solo ha enfrentado críticas, sino que fue objeto de una moción de censura promovida por el Concejo. ¿Estamos, entonces, ante un análisis técnico de las fallas o simplemente frente a decisiones cargadas de conveniencia política?
Con los cambios que se avizoran en el gabinete para el 2025, es fundamental que la administración se enfoque en construir una estrategia de gestión coherente y equitativa. No se trata de encontrar chivos expiatorios, sino de asumir con seriedad los desafíos que enfrenta la ciudad. Esto implica, por un lado, identificar las fallas estructurales que afectan la ejecución y, por otro, garantizar que las decisiones de reestructuración estén basadas en criterios técnicos y no en afinidades políticas o personales.
Popayán merece un gabinete que funcione como un equipo, no como una suma de individualidades. La crisis de ejecución no se resuelve con rotaciones arbitrarias o con mantener intactos ciertos espacios de poder. El éxito del 2025 dependerá de que la administración logre alinear sus esfuerzos en torno a un plan claro, ambicioso y realista, que devuelva la confianza de los ciudadanos y permita superar la sensación de estancamiento que ha caracterizado este año que termina.
En este sentido, los cambios deben ser una oportunidad para corregir el rumbo, no un ejercicio más de simulación política.
