Por: Sebastián Silva-Iragorri
Dicen que cada generación dura en vigencia entre 20 y 30 años y pasa a ser desplazada por otra y así sucesivamente hasta el final de la existencia humana. Pero ahora la pregunta es si con la inteligencia artificial esa periodicidad se conservará o sufrirá alteraciones por la velocidad de las acciones y los acontecimientos y la capacidad de influencia en los avances de la tecnología y las ciencias. Si a este interrogante, le sumamos la posibilidad de la invasión de los sentimientos o su imposición en asuntos personales o familiares llegando a límites ni siquiera imaginados por la generación anterior, vamos a estar muy preocupados Ya se está hablando sobre proyectos en curso en el Congreso avalando que después de cumplir los 7 años un menor pueda solicitar el cambio de género en los documentos oficiales incluso sin el consentimiento de sus padres. No se puede contraer matrimonio libremente sino a partir de los 18 años, no se puede votar sino a partir de los 18 años y así hay una serie de reglamentaciones considerando la edad de las personas ¿Por qué entonces habilitar una edad tan temprana para otorgar unas facultades a menores que aún no tienen una capacidad de análisis y reflexión que los acerque a una decisión trascendental? Y si nos adentramos en los valores sociales como el orden, la libertad, la democracia y la igualdad de oportunidades ¿cómo podrían fortalecerse sin correr el riesgo de ser debilitados por anarquistas que utilicen mal la inteligencia artificial? Y en cuanto a los valores personales como la integridad, la honradez, la generosidad, la autenticidad y el carácter ¿cómo conservarían su capacidad ante ataques de varios flancos penetrando el fuero íntimo por colonizadores de la personalidad con ínfulas de autonomía y abusando de la inteligencia artificial? Hay una historia muy conocida en los libros sagrados que se enseñaba en los colegios y que se refiere al episodio de Mardoqueo, judío de la tribu de Benjamín y quien en Babilonia no se arrodillaba ante la presencia del primer ministro Amán y por lo tanto fue condenado a muerte con los judíos que aún quedaban en Persia. Ante esta tempestad de autoridad la Reina Esther que era judía utilizó todas sus estrategias de belleza, seducción e inteligencia y convenció al Rey Asuero, su marido, de perdonar a Mardoqueo y los judíos. Allí no hubo inteligencia artificial sino luces de una mujer para salvar a su pueblo. Hoy esto ¿podría ser bien resuelto por un robot nutrido de inteligencia artificial? ¿Implicará para la actual generación este poder una amenaza o unas puertas abiertas de un porvenir promisorio? Es sabido que cada persona, en especial en la juventud, desea por todos los medios figurar, ser reconocida y ser visible para los demás. Ante ese panorama abierto que puede ser fácilmente manipulable o complicarse en caminos equivocados debemos adquirir y conservar los grandes valores personales y sociales, solo así se podrá resistir las oleadas que quieran derrumbarlo todo, desde las estatuas hasta los valores esenciales de la naturaleza humana. Es una lucha a la cual se le agrega el ingrediente de una inteligencia artificial con posibilidad de ser mal usada, que puede ser sol o sombra, luz u oscuridad, triunfo o derrota, sueño o realidad, en fin, valores contrapuestos que podrían confundir la voluntad y los propósitos.
Los invito a hacer inmensas reflexiones como contribución a una generación valiente que está viviendo los riesgos de ideologías sin sustento real de posibilidades de progreso sino de regresos a los más graves momentos del imperialismo estatal y de la anulación de la iniciativa privada. Ante ese gran conflicto y con la inteligencia artificial al fondo no puede haber distorsiones o dudas. La inteligencia artificial ya está aquí y debe aceptarse, pero utilizándola con la más alta responsabilidad positiva y nunca como oportunidad de atacar y destruir el acervo cultural de la historia llena de avances y conquistas, de sueños y esperanzas.
