sábado, septiembre 13, 2025
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InicioOPINIÓNEduardo Nates LópezLa grandeza no se aprende…

La grandeza no se aprende…

Por Eduardo Nates López.

Esta columna se origina en las interpretaciones que le han dado los medios a la respuesta que Uribe tuvo que darle a un mensaje irónico que Santos le envió, aprovechando la dolorosa muerte de Miguel Uribe Turbay. Dice Santos: “Expresidente Uribe, lo invito a dejar atrás el odio. Hoy más que nunca, el país necesita grandeza y ejemplo de ambos.”

Comienzo por recordar dos principios básicos de comportamiento social: 1.) El que está quieto, se deja quieto. 2.) Cuando hay agresiones, por pequeñas que sean, preguntar: ¿Quién empezó?

Uribe estaba quieto; “encerrado” (no soy capaz de usar el vocablo “preso”), por cuenta de la absurda justicia mamerta e inmoral. Le cae el vil asesinato de uno de sus alfiles más importantes: Miguel Uribe Turbay. Y encima, Santos, se pone de farandulero a mandarle mensajes como ese, recomendándole “tener grandeza” (como si él la tuviera) y haciéndose el loco frente al panorama de orden público inmanejable, narcotráfico desbordado y crisis general que ahoga al país, cuya génesis es el inservible “Acuerdo de la Habana”… Y aparentando (como siempre) no hacer parte del sórdido Petro-Santismo que nos gobierna…

Algunos medios insinuaron que Álvaro Uribe estaba bravo porque Santos había asistido al homenaje póstumo a Miguel Uribe Turbay, en el Salón Elíptico. Nada más lejos de la generosidad y, esa sí, grandeza de Uribe Vélez. Ya el expresidente Uribe había dedicado días enteros (me consta personalmente), a acompañar a la familia de Miguel en su doloroso tránsito por la Clínica Fundación Santafé, donde aplicaron los más excelsos esfuerzos científicos y humanos para tratar de salvarle la vida. Sin duda, lo que desata la respuesta fuerte, de una persona sensible como Uribe Vélez, es que Santos, haciendo gala de su oportunismo, aproveche el momento de dolor del país, para intentar, una vez más, acercarse a borrar la traición, no solo a los ideales políticos de Uribe Vélez sino a los electores, que creyeron en la promesa de continuar el legado Uribista.

En un país en el que la violencia política es costumbre; Donde el asesinato de candidatos es más frecuente que en el resto del mundo, la tal grandeza de Santos debería girar alrededor del respeto por los demás. Si su pretendida grandeza fuera cierta, no trataba de usar oportunidades; Debió “dejar quieto al que está quieto”; No empezar…

Mientras escribo esta columna, están enterrando a Miguel Uribe Turbay, en una dolorosa ceremonia donde el pedido unánime, desde el Arzobispo Primado de Colombia, los principales miembros del liderazgo político y la familia Uribe Turbay es: bajar la agresividad verbal de las expresiones en la contienda política”. Claro mensaje que ojalá escale hasta el presidente de la república, quien, a pesar de su inexplicable frialdad frente al doloroso atentado, tuvo la exótica intención de asistir a las exequias y la familia Uribe Turbay tuvo la entereza y el acierto de pedirle el favor de no hacerlo.

Santos no tiene sentido del decoro, menos del honor. Traicionar ha sido el patrón de conducta en su vida, Al Presidente Uribe se le advirtió, pero cayó en el engaño de la lisonja de Santos, quien con la ayuda de  Humberto de la Calle y los demás débiles negociadores, le entrego toda la impunidad que las FARC le impusieron, hasta obtener el Nobel de Paz, que la hoy compañera de Sergio Fajardo, le gestiono a las volandas, con los suecos. Y así nos devolvimos 20 años en la seguridad que Uribe recuperó y Santos y quienes le siguieron marchitaron, uno por débil y el otro por su conciencia de cuatrero y contemporizador con los que hoy hacen en armas lo que a él se le perdonó y amnistió. La lapida de Uribe Turbay, seguramente le hará pensar al presidente Álvaro Uribe que: “aró en el mar” y mal escogió el legatario del fruto de la seguridad democrática que tanto bien trajo a Colombia…

Ahora, ante el cadáver del líder inmolado aparece el santista Pinzón, como solución… Se olvida que le fue como a “perro en misa” cuando se sometió a las urnas, como fórmula de Germán Vargas. Como ministro de defensa permitió la deshonra de las fuerzas militares desde la Habana y cuando ya estaba lista la entrega a la impunidad se largó como embajador a USA… ¡No resiste el país otro Santos…!

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