Los resultados de las pruebas Saber 11 de 2024 muestran un incremento de apenas 2 puntos en el promedio nacional. Sin embargo, persisten grandes desigualdades por género, zona geográfica, tipo de colegio y nivel socioeconómico. El número de estudiantes evaluados sigue sin alcanzar los niveles previos a la pandemia y el leve aumento en el promedio podría estar influenciado por una menor participación de estudiantes de estratos bajos.
Los resultados de las pruebas Saber 11 correspondientes al año 2024 revelan un panorama complejo en materia de calidad educativa. Aunque se registró un leve aumento de 2 puntos en el puntaje promedio nacional (0,04 desviaciones estándar) con respecto al 2023, los expertos coinciden en que este incremento no es estadísticamente significativo ni suficiente para concluir que se está mejorando sustancialmente en los aprendizajes.
Uno de los datos que más llama la atención es que, pese al aumento general, las brechas entre estudiantes de distintos contextos sociales y territoriales siguen siendo profundas. Las estudiantes mujeres obtuvieron en promedio 10 puntos menos que los hombres, los estudiantes de zona rural estuvieron 25 puntos por debajo de los de zonas urbanas y los alumnos de colegios públicos registraron puntajes 30 puntos menores en comparación con los de colegios privados.
A esto se suma un rezago estructural: en 2024 se aplicaron 10.000 pruebas menos que en 2019, lo que indica que, a pesar de la recuperación progresiva desde la pandemia, el sistema aún no ha logrado retornar al número de estudiantes evaluados antes del COVID-19. Esta disminución puede afectar la representatividad del análisis y, sobre todo, evidenciar que hay jóvenes que están quedando por fuera del proceso de evaluación académica.
Otro factor clave es la modificación en la composición socioeconómica de los evaluados. De acuerdo con el informe de la Fundación Empresarios por la Educación, hubo una disminución cercana a los 73 mil estudiantes provenientes de los niveles socioeconómicos 1, 2 y 3, mientras que aumentó en casi 20 mil el número de estudiantes de estratos altos. Esto podría explicar el alza en el promedio general, ya que existe una alta correlación entre mejores condiciones socioeconómicas y mayores puntajes en las pruebas Saber 11.
En términos de desempeño por áreas, las pruebas de Matemáticas, Lectura y Ciencias Naturales presentaron una mejora leve (alrededor de 0,5 puntos), mientras que Sociales y Ciudadanas disminuyó ligeramente. Sin embargo, en todas las áreas, la mayoría de estudiantes sigue concentrándose en los niveles más bajos de desempeño. En particular, preocupa que el 70% de los estudiantes se ubique en los niveles 1 y 2 en Ciencias Naturales y Sociales, y que una proporción similar no pueda comprender textos básicos en Inglés ni inferir significados, lo que evidencia debilidades graves en competencias clave.
Al revisar los resultados por entidades territoriales certificadas (ETC), se identifican diferencias importantes. Envigado, Chía, Floridablanca, Duitama y Tunja registraron los mejores puntajes, mientras que Vichada, Tumaco, Chocó y Uribia figuran con los más bajos. Estas diferencias territoriales, que se han mantenido con el paso de los años, reflejan la desigualdad estructural en el acceso a oportunidades educativas.
No obstante, algunas ETC lograron avances destacados. Ipiales mejoró su puntaje promedio en más de 10 puntos, seguida por Montería y Armenia. En estos casos, se identificó una característica común: la presencia significativa de programas del sector privado. Iniciativas en Zipaquirá, Apartadó y Funza también se asociaron con mejoras notables en colegios públicos. Esta relación refuerza la necesidad de alianzas público-privadas para impulsar procesos sostenidos de mejora educativa.
La Fundación Empresarios por la Educación insistió en que este tipo de análisis no debe centrarse únicamente en las variaciones del promedio nacional, sino en lo que revelan sobre las brechas y los factores estructurales que afectan el aprendizaje. En palabras de su directora ejecutiva, Andrea Escobar Vilá, “estos resultados se deben analizar con detenimiento; si bien hay una tendencia de mejoramiento y se empieza a cerrar la brecha entre estudiantes de colegios públicos y privados, un menor número de estudiantes en niveles socioeconómicos bajos presentó la prueba”.
Uno de los elementos que podría pasar desapercibido, pero que tiene consecuencias de fondo, es el estancamiento en los niveles de desempeño. Desde 2021 hasta 2024, la distribución de los estudiantes en los diferentes niveles prácticamente no ha variado. Eso quiere decir que, más allá del promedio, no se están generando transformaciones estructurales en las habilidades cognitivas y competencias de los jóvenes colombianos.
En términos de política pública, los resultados plantean un desafío: mientras se destacan avances en algunas regiones y sectores, las desigualdades siguen siendo el rasgo predominante del sistema educativo colombiano. Los resultados invitan a repensar no solo las estrategias pedagógicas y de evaluación, sino también la forma en que se asignan recursos y se promueve el liderazgo educativo local.
La Fundación Empresarios por la Educación continúa con el análisis en profundidad de los resultados y ha hecho un llamado a promover políticas que combinen mejoras pedagógicas, participación del sector privado y trabajo articulado entre niveles de gobierno, con el fin de que el país pueda avanzar hacia una educación de calidad para todos. En sus palabras, Colombia necesita no solo subir el promedio, sino garantizar que nadie se quede atrás.