Por: Alejandro Zúñiga Bolívar, El Liberal.
El relanzamiento del gabinete que hará hoy el presidente Gustavo Petro no es solo una reorganización burocrática. Es el inicio de una nueva fase en la que la prioridad absoluta será la aprobación de las reformas que el gobierno considera esenciales para su legado. La pregunta no es si el gabinete podrá ejecutarlas con eficiencia, sino hasta dónde está dispuesto el gobierno a llegar para conseguir los votos que necesita.
Desde su llegada al poder, Petro ha intentado sacar adelante un paquete de reformas estructurales, pero el Congreso ha sido un obstáculo mayor del que esperaba. La coalición con la que inició su gobierno se fracturó y, en su intento por recomponerla, ha probado con discursos de conciliación y con amenazas de movilización popular. Ahora, con un gabinete renovado, la estrategia parece ser otra: la de “todo vale” por la aprobación de las reformas.
Este reacomodo ministerial llega en un momento en el que el gobierno enfrenta su mayor desafío político. Sus reformas a la salud, pensiones y trabajo han tenido dificultades en el Congreso, no solo por la resistencia de la oposición, sino por la falta de cohesión dentro del mismo oficialismo. Los cambios de ministros no son gratuitos. Todo apunta a que la recomposición del gabinete busca asegurar votos, más que construir un equipo de gestión eficiente.
En esta nueva fase, el clientelismo y la burocracia se convierten en la principal moneda de cambio. La promesa de un gobierno diferente parece haber quedado atrás y el pragmatismo ha tomado el mando. Quienes en el pasado rechazaban las prácticas tradicionales de la política ahora parecen dispuestos a ceder ante ellas para lograr sus objetivos. Esto deja en el aire una pregunta clave: ¿qué tan alto es el precio que está dispuesto a pagar el gobierno para que las reformas pasen?
El problema de esta estrategia es que, incluso si funciona a corto plazo y las reformas logran avanzar, a largo plazo puede erosionar aún más la credibilidad del gobierno. Petro llegó al poder con la bandera del cambio, pero cada vez es más difícil distinguir su estrategia de la de administraciones anteriores. La gobernabilidad basada en concesiones, burocracia y acuerdos por debajo de la mesa es exactamente lo que su movimiento prometió erradicar.
