Las autoridades de China instaron recientemente a empresas tecnológicas del país a evitar el uso del modelo H20 de Nvidia, una versión adaptada para exportación, en proyectos relacionados con el gobierno y sectores sensibles. Aunque no fue prohibido legalmente, el mensaje representa una nueva presión en el contexto de una guerra tecnológica con Washington.

La H20 fue diseñada para cumplir con los controles de exportación estadounidenses, facilitando su venta al mercado chino. Sin embargo, reguladores chinos han cuestionado su seguridad, alegando riesgos de instrumentos de rastreo o acceso remoto. Medios estatales calificaron el chip como “inseguro, anticuado y poco ecológico”, alimentando el rechazo desde el sector oficial.
Este movimiento forma parte de un impulso más amplio de Pekín hacia la autosuficiencia tecnológica. Recientemente, se anunció una norma que exige que al menos el 50 % de los chips consumidos por centros de datos estatales sean de producción local. Empresas como Lenovo, Alibaba y ByteDance ya están bajo presión para favorecer procesadores nacionales como los de Cambricon o Huawei.
El efecto inmediato sobre Nvidia y AMD aún es incierto. Pese a la guía restrictiva, demanda clandestina sigue activa: en Asia surgieron ventas informales de chips potentes como el B200 y H100, vendidos mediante redes grises, lo que sugiere que el mercado aún encuentra vías alternativas.