En buena hora.
Conversan Aquiles y el compadre en el Centro Comercial Campanario, en la entrada que queda sobre la vía del ‘papodromo’, frente al Comité de Cafeteros del Cauca. El compadre mira hacia el Comité, en donde hay unas banderas de varios países y en su interior una cantidad de grandes carpas y le pregunta a Aquiles, señalando con el dedo índice hacia el edificio de los cafeteros, ¿qué se va a realizar allá?. Aquiles, con tono de extrañeza manifiesta, como que no sabe compadre, ya hace varios años, para esta época, el Comité organiza el concurso ‘El mejor café del Cauca’ que lleva 13 versiones y, desde el año pasado, en alianza con Tecnicafé, realiza la Feria ‘Cauca Sabe a Café’, en donde hay muchas otras actividades en torno al café. Hace un año vine con mi hija y el nieto, la pasamos delicioso…
Vale la pena venir…
Aquiles, hay que pagar la entrada?, pregunta el compadre. No compadre es totalmente gratis le responde Aquiles, y añade: viene mucha gente, no solo de Popayán y del Cauca, asiste gente de otros departamentos; según el noticiero de ayer la Feria tuvo, el año anterior, 13.000 visitantes y para este año esperan cerca de 20.000. Ojalá que lo logren Aquiles, manifiesta el compadre; se que lo van a lograr le dice Aquiles, porque cada vez congrega a más productores caucanos de los mejores cafés de esta región, quienes van a exponer y vender sus cafés, los cuales son muy apetecidos por los consumidores. El compadre mira a Aquiles y con voz muy segura le manifiesta, vale la pena venir a la Feria, no faltaré.
Nostalgia
Aquiles, este evento del café me hizo recordar, por un instante, el Café Alcázar, ubicado en la esquina de la carrera 6 con calle 5, hoy ahí hay un banco, remata el compadre. Como no recordar compadre, en ese sitio se reunían, en torno a un tinto bien cargado y un vaso con agua: poetas, cuenteros, estudiantes de la Universidad, profesores y, no podían faltar, por aquella época, los políticos, manifiesta Aquiles. Claro Aquiles, en ese Café se tomaba con moderación aguardientico, cerveza, se jugaba billar, se nombraban gobernadores, alcaldes y secretarios, concejales y diputados le dice el compadre, y con una frase lapidaria exclama: el terremoto lo derrumbó y muchos patojos se fueron y llegaron otros… Aquiles dice: Cosas que no volverán compadre.
Que así sea…
Aquiles, por otro lado, la administración municipal anda muy ufanada por la decisión tomada para rescatar el matadero municipal, le dice el compadre y remata afirmando: El matadero será público. Aquiles, lo mira con cierto aire de optimismo y le manifiesta: Compadre esperamos que, de igual manera, se rescate el servicio de las basuras, es un anhelo y propósito del pasado Cabildo Abierto contra URBASER, en el barrio Alfonso López, así como el
alumbrado público y los servicios de comercialización de la energía eléctrica, remata diciendo con vehemencia: Esto es solo el comienzo…. El compadre asiente con la cabeza.
Algo inconcebible.
Ya para irme Aquiles, no se imagina la rabia que me dio en uno de los almacenes en donde compre esta camiseta para un regalo, le manifestó el compadre. ¿Y eso por qué?, pregunta Aquiles. Figúrese, en nuestro tiempo cuando uno compraba algo en un almacén de marca, le daban una bolsa, era de papel y bien presentada, pero ahora te la cobran. ¡No hay derecho!
Usted tiene toda la razón compadre, después de la eliminación de las bolsas de plástico, les dio a todos los almacenes por cobrar la bolsa y lo peor es que son de plástico, manifiesta Aquiles. Definitivamente todo se vuelve un negocio y quienes pagamos el ‘pato’ somos los simples compradores….. mi estimado compadre.
A manera de Colofón.
La semana pasada fue la Vega, el apacible municipio del macizo caucano, de gente buena, humilde y trabajadora, agredido vilmente por los grupos al margen de la ley, a través de explosivos, tatucos y drones; en semanas y meses pasados habían sido blanco otras regiones del Cauca. ¿Cuál será el próximo objetivo? Hasta cuando van a tomar como estrategia de guerra y/o política hacer del miedo a la población civil, con estas acciones que ciegan vidas y destruyen la poca infraestructura que han logrado sus habitantes, algunas de ellas apoyadas con recursos de los gobiernos locales, regionales, nacionales e internacionales, la forma de someter a las comunidades a sus ‘particulares’ intereses, los cuales están marcados, en lo fundamental por lo económico. Demostrado está hasta la saciedad, que este tipo de acciones tarde o temprano develaran su ineficacia, ya que los fines perseguidos no se van a cristalizar, por lo menos los que dicen que son a favor de los pueblos de estas regiones agredidas, quizá sí podrán lograr sus propósitos para ellos, pero son mediáticos y no sostenibles en el tiempo. En el Cauca se ha venido aprendiendo que el miedo es el peor consejero para abordar los procesos de cambio y transformación que deriven en mejores condiciones de bienestar y prosperidad para las comunidades y para los territorios. La capacidad resiliente de los habitantes de este territorio es la esperanza de que aquí, en cualquier momento, brillará la luz de la convivencia, la paz y la justicia social.