Mg. Carlos Horacio Gómez Quintero.
He estado dedicando mucho a tiempo a pensar si efectivamente la fecha del 18 de marzo anterior, es una fecha que marca un punto de inflexión en La Historia Democrática de Colombia y, si. Realmente lo es. Razones de sobra para pensarlo existen, tal y como paso a exponerlo a continuación.
La mayoría de ciudadanos estábamos pendientes del desenlace de dos categóricos hechos que habían venido marcando las expectativas de los últimos días. Por un lado, seguíamos pendientes de La Sesión de La Comisión Séptima del Senado, encargada de valorar y votar La Proposición de Archivo a La Reforma Laboral tramitada y, por otro lado, esperábamos el desenlace de La Marcha Nacional convocada por el presidente Petro, en procura de convertir en realidad una Consulta Popular, en la cual el pueblo decida soberanamente sobre el futuro de esta y otras reformas que no han pasado el cedazo legislativo. Dados los hechos que configuraron la concreción de estas dos situaciones, los resultados en términos generales fueron los siguientes: La Comisión del Senado por votación de 8 a 6 enterró La Reforma, en tanto que muchas manifestaciones coparon las calles y plazas públicas con participaciones sobre las cuáles no hay, ni habrá ningún acuerdo en términos de valoración de asistencia, pero que efectivamente se dieron y mostraron a un nutrido grupo de participantes defendiendo, tanto los argumentos que desde El Gobierno Nacional se estuvieron promoviendo, como las propias y naturales convicciones sobre un anhelado y necesario mejoramiento laboral.
De lo relatado concluyo varias situaciones. Frente a la actuación senatorial que terminó con el traspiés de la reforma, debe aseverarse contundentemente que La Comisión actúo en función de sus competencias y responsabilidades, dejando al descubierto las protuberantes irregularidades cometidas por El Ejecutivo proponente, tanto en aspectos de forma, como de fondo en el articulado del proyecto. El argumento mayor estuvo del lado de la apreciación constitucional y legal en el sentido que este tipo de iniciativas deben tramitarse como Ley Estatutaria y no como Ley Ordinaria, amén de demostrarse de plano los múltiples efectos negativos a producir, al no contar con soportes fiscales claros. La Sesión corrió el riesgo de verse afectada por la presión de las marchas y el influjo mediático y bodeguero en contra, pero definitivamente la posición estaba estructurada con soportes claros, al punto de que, independientemente de las contradicciones populistas ejercidas por la minoría corporativa y la participación de actores interesados desde el gobierno y las bancadas defensoras del proyecto, no fueron contundentes las actuaciones para tratar de persuadir y obtener otro resultado. Si de antemano estaba cantado el objetivo desenlace de este ejercicio parlamentario, se ha llegado el momento de concluir y aceptar que, es muy clara la intención gubernamental de desprestigiar al Congreso, propiciando una actuación que debía contar con el desenlace observado, para luego enraizar la controversia que inmediatamente empezó a mostrase en público. Afirmo desde este punto de vista que hubo la decisión de tramitar un proyecto lleno de errores, para que la instancia legislativa competente lo enterrara y a partir de ello, mostrar, por ejemplo, al Senador Alfredo Mondragón llenando de improperios, gritos. Insultos, tratos descalificadores y casi golpeando a su colega Alirio Barrera, en demostración de la dinámica descalificadora interna; al Ministro Benedetti anunciando folclóricamente que ya no le interesaba el pronunciamiento de los legisladores, en demostración descalificadora desde El Gobierno y por supuesto, al Presidente, anunciando públicamente, la amenaza de tumbar al Congreso por no tramitar lo que él esperaba, en demostración colectiva y enardecida para descalificarlo y colocarlo al borde de su disolución.
Ahora, frente a las marchas y la Consulta Popular son varios los apuntes por consignar. En un discurso supremamente agresivo y enardecido contra todos sus críticos, como fácilmente se intuía iba a darse, El presidente canalizó un fervor popular que no puede desconocerse bajo ningún pretexto, y ante una Plaza de Bolívar, que no se alcanzó a llenar, utilizó mensajes que llenaron de euforia a los asistentes. Fue el escenario ideal, por ubicación y oportunidad, para formular el llamado para el inicio de La Consulta Popular, que en últimas es el inicio de su nueva campaña política, y lo hizo acompañado de Senadores, ministros, ex – Diplomáticos y Sindicalistas, en demostración plena de que es el caudillo de un Pacto Histórico, que realmente tiene una fuerza importante por reconocer. Durante más de 2 horas alentó a sus seguidores presentes y a los ausentes que estaban pendientes de su intervención, expresando mensajes de diverso tipo, pero definitivamente, el nodo agrio de su discurso estuvo dirigido a Los Congresistas (en especial a los que estaban sesionando), a Los alcaldes críticos de su gestión y remisos a la convocatoria a las marchas, sin dejar de lado a los empresarios. Lo más radical y extremo de su postura se dio al final de su intervención, cuando en relación con El Congreso y en razón de lo que podría suceder, si El Senado no aprueba que los ciudadanos vayan a las urnas en La Consulta Popular “que va o va” bajo una justificación y unas preguntas específicas y que deben tener la luz verde en La Plenaria del Senado expresó: “Si no, el pueblo los sacará del Congreso. No estoy hablando carreta. Los del M-19 aprendimos a no hablar carreta”.
Ante lo escuchado y vivenciado y por fuera de las desastrosas actuaciones de varios vándalos en ciudades como Cali, Medellín y la misma atormentada Popayán, que, por supuesto crítico y cuestiono con rigor, esperando que al menos en nuestra amada ciudad se avance en la identificación y judicialización de los desadaptados, no deja de ser una enorme preocupación, todo cuanto se pueda inferir de lo acontecido en esta fecha de referencia. Me pregunto, estamos ad portas de un Golpe de Estado que parta de la disolución del Congreso y propicie mediante situaciones de hecho, el aparecimiento del escenario para la continuidad violenta de un régimen que no ha entendido el valor y el sentido de gobernar y lo ha cambiado por la pretensión de imponer? Los anuncios de adoptar mediante Decretos, lo que no se logró con una fallida ley mal concebida y estructurada, ¿han sido lo suficientemente valorados para no crear situaciones que coloquen en entredicho Los Derechos ciudadanos a La Salud, mediante la adopción de inapropiadas e ilegales decisiones? ¿Las preguntas de La Consulta, si están o estarán debidamente estudiadas y revisadas para que su trámite no se convierta en otro pretexto de descrédito del Estado Social y Democrático de Derecho y La Separación de Poderes? De no darse lo promocionado públicamente durante las marchas, creando expectativas desmesuradas en la población, ¿se seguirá insistiendo en el arrebato violento de oportunidades al sistema? Si La Consulta Popular, figura absolutamente procedente para tramitar algunos de los temas pretendidos, no pasa, y ese es un riesgo latente, ¿cuál sería el destino de la patria y la sociedad, a la luz de una postura que no mide consecuencias y no abandona el populismo como fuente de argumentos para gobernar? ¿Se seguirán dando los acomodos de Gabinete con personajes cuyas únicas condiciones sean la sumisión y el abandono de las posturas críticas y los llamados racionales de atención?
Estas y muchas otras inquietudes me llevan a pensar, que lo ocurrido es un punto de inflexión en nuestra vida democrática y que ello nos obliga a formular los mejores propósitos y las mejores intenciones, para que, entre todos, busquemos el camino que nos lleve a la luz de la prosperidad y el bienestar. De lo contrario simplemente seríamos observadores de los resultados de un propósito que se veía llegar, que llegó y que siguió de largo queriéndose llevar por delante todo cuanto se le atraviese. Es la sensación que me queda.