Por: Harold Mosquera Rivas
En días pasados, con ocasión de una invitación a una fiesta de cumpleaños, requerí comprar un sobrero gardeliano, de acuerdo a las exigencias incorporadas a la tarjeta de invitación. Que es lo que en estos tiempos se acostumbra, que el organizador de la fiesta decide las condiciones de vestuario, incluidos los colores que deben utilizar invitados.
Busqué en el centro de Cali, hasta encontrar un almacén especializado en sombreros. Al interior del establecimiento, quien atendía los clientes era la propietaria. Ante mi solicitud, empezó a sacar sombreros, pero ninguno colmaba mis expectativas. Ya terminada la búsqueda, le pregunté a la señora si en realidad no tenía un sombrero de las características que yo estaba necesitando.
Ante este interrogante, la señora respondió que sí tenía uno, pero que era demasiado costoso y que por eso no me lo había ofrecido. Esa respuesta, me recordó el impase que tuvo el jugador de futbol senegalés Sadio Mané, cuando jugaba en el futbol inglés.
Decidió invertir capital comprando un concesionario vendedor de vehículos de alta gama. Después de la inversión, un día, pasó por el almacén principal, donde ninguno de los vendedores conocía al nuevo dueño. La administradora del concesionario lo recibió creyendo que era un eventual comprador, que, a juzgar por su apariencia, no tenía dinero para comprar un vehículo en ese almacén.
Lo trató con desdén y terminó ofreciéndole un listado de almacenes de venta de vehículos usados. El futbolista terminó llamando al gerente de la empresa, quien en minutos se hizo presente, para luego comunicar a todo el personal que estaban ante el nuevo propietario del concesionario.
La administradora que prejuzgó por la apariencia del visitante, no fue despedida, pero aprendió una lección que cambió su vida y por supuesto, jamás olvidará. Guardadas las proporciones, me sentí prejuzgado por la vendedora de sombreros, le pedí que me enseñara ese lujo de artículo que al parecer yo no tenía como comprar. Me sorprendió ver que era justo lo que yo estaba buscando, una vez me informó el precio, le pedí uno negro, otro azul y uno café, los que, ante su asombro, le pagué en efectivo.
La señora me ofreció disculpas por su actitud, ante lo cual, recordando a Mané, le sugerí que, no volviera a prejuzgar a sus potenciales clientes, pues es frecuente que la apariencia de una persona no guarde relación con su capacidad económica o académica.
Por ejemplo, me parece que el presidente Trump prejuzga, cuando afirma que todos los colombianos que está deportando, son narcotraficantes, delincuentes, asesinos y en general personas que solo merecen ser trasladados con grillos y cadenas, para no poner en riesgo a la tripulación que los transporta. Pues de ser así, deberían estar condenados y pagando prisión en los Estados Unidos.
En tanto que, los colombianos que pagan condena en ese país, de inmediato sin deportados. Por tanto, estos primeros deportados, si bien no tenían residencia legal en los Estados Unidos, no pueden ser calificados de esa manera, en especial los que son menores de edad. En cualquier caso, el señor Trump acaba de notificarnos de la forma como va a ejercer su poder imperial.