Por Eduardo Nates López.
La tal “certificación” es un mecanismo que creó Estados Unidos, en la década de los ochenta, para evaluar qué países están colaborando o no, en la lucha contra las drogas.
A decir verdad, no deja de ser esta una consideración un tanto subjetiva, con una facultad que involucra cierto tufillo de superioridad para calificar según sus propias apreciaciones, a los demás gobiernos. Pero en este caso específico de Colombia, y en las actuales circunstancias aterradoras del tráfico de estupefacientes, principalmente cocaína, el daño a los consumidores en el mundo (cada vez más jóvenes), y la violencia que genera en los países productores e intermediarios de la droga, ha adquirido una importante validez, hasta convertirse en un útil llamado de atención internacional, que no podemos soslayar.
Ciertamente, no podíamos haber esperado un “discurso de agradecimiento” de parte de Gustavo Petro hacia Donald Trump, por la “descertificación”. Y menos, conociendo el alto grado de resentimiento social y político que caracteriza a nuestro inefable presidente. Pero lo que resulta inaceptable es el nivel de grosería, vulgaridad y los términos calumniosos y ofensivos que utilizó en su intervención, contra el presidente y funcionarios del más alto nivel americano, en la octogésima reunión de las Naciones Unidas (ONU), en Nueva York.
¡Qué bajeza y que ordinariez! Para situarnos un poco a ese nivel, digamos que: “acabó hasta con el nido de la perra”… Y no es esa la actitud con la que puede representar a los colombianos ante los demás presidentes del mundo. Como dicen los campesinos: “nosotros somos pobres pero decentes”… En la medida en que el almanaque lo acosa frente a la terminación de su período en el poder, la degradación de sus ideas y del idioma que utiliza para expresarlas va creciendo aceleradamente. Ya la semana pasada había usado unas expresiones referentes a los órganos femeninos para hacer unas admoniciones a sus más altos funcionarios, en una reunión televisada del Consejo de Ministros (nada menos), lo cual desató la ira femenina nacional y, por supuesto, pareció importarle un comino.
Menos mal que la descertificación fue concebida y comunicada a Colombia de una manera política y económica que no involucra la disminución de los aportes económicos de los Estados Unidos para la lucha contra el narcotráfico y otros propósitos nacionales. Y cuando estoy escribiendo esta columna, los medios noticiosos hicieron referencia a una respuesta del gobierno americano en la que parecen insinuar que no van a dejarse “tocar” por la grosería petrista. Es decir que hicieron la necesaria diferenciación entre la ordinariez de Petro y la dignidad del pueblo colombiano. Lo que ciertamente quiere decir esta medida del gobierno americano es que descalifican al circunstancial presidente (que ya casi se va, dentro de “eternos” 10 meses) pero no a Colombia y su gente a quienes siguen considerando unos aliados y amigos fundamentales.
No puedo terminar esta columna sin comentar a los lectores que, con base en este escrito es fácil deducir que, lejos del cuestionamiento político de izquierda o derecha, lo fundamental en un mandatario y representante de los colombianos es la calidad humana que lo acompaña. Y dado el vertiginoso degradamiento y trayectoria decadente de los actos presidenciales me atrevo a relatar la siguiente anécdota: En una charla informal, de tintos entre amigos, me preguntaron cual consideraba la mayor embarrada del presidente Petro y casi sin pensar, pude responder: “La de mañana…