Gustavo Adolfo Constaín Ruales. X@moldergc
Capítulo I_76.
Los asesinatos que cambiaron el mundo, JFK. Capítulo II.
Kennedy no fue un santo, era mujeriego, tomador sin ser alcohólico, sus ex guardaespaldas contaban que llevaba mujeres a la Casa Blanca, varias de ellas “chicas de compañía”, pero no era ni pedófilo, ni practicaba cultos oscuros.
Sus íntimos le contaban de la bacanal de Hollywood y del mundo de las artes en el mundo entero. Él conoció a la rubia dorada, Marilyn Monroe, fueron amantes, ella su confidente le conto de las celebraciones, allí los millonarios y poderosos a todo nivel, vivían alejados de la sociedad con sus propias reglas, secretismo y de lealtad, todos eran miembros de sociedades secretas. El presidente era invitado por supuesto a estas majestuosas fiestas, sabían de su gusto por las chicas y se les proveía, buscando algún día extorsionarlo, no muy distante de las fiestas en la isla de Epstein y las fiestas blancas de Sean Diddy Combs hoy en día.
JFK, había sido investigado a profundidad, las -otras fiestas- las que se realizaban bajo tierra, a esas no solo declinaría ir, sino que los mandaría a arrestar a todos y le daría unos buenos golpes a los involucrados.
En la lectura del senador antecesor y en los cambios que intento realizar en su sociedad, no prosperaron, cuando llego a ser presidente de Estados Unidos. Se le acuso de comunista por el ingreso de afroamericanos en colegios públicos, no cambiaron de opinión cuando le demanda a Nikita Jrushchov, presidente de los soviets, que si no desmantelan los misiles nucleares que apuntan a Estados Unidos, invadiría Cuba. Se le acuso de mujeriego -si lo era- de traidor, de cobarde, de todo lo imaginable aborrecible. Toda esta campaña de infamia desatada desde las sociedades secretas, ellas sabían lo que se avecinaba. El día que los cobardes lo asesinaron por la espalda en Dallas, se pegaron afiches con el lema de traidor, igual a como se identifica a los criminales, una foto de perfil y otra de frente, en todos los postes de luz de la ciudad.
Existieron tres francotiradores apuntándole desde varios ángulos, la orden era -no puede salir vivo-. Su propio gobierno conspiro contra él, Hoover el todopoderoso señor del FBI, lo aborrecía. Una respuesta sencilla podría decir que la sociedad americana ultraconservadora lo aborrecía por ser un -rojo-. Esta no fue la causa por la cual lo asesinaron.
El hijo de Massachusetts, después de meditar, pedir consejos y tomar como ejemplo la vida del senador que no incluyo en su libro “Perfiles de Coraje” por miedo a la tormenta que desataría en su momento, rectifico, extrajo varios párrafos del autor y los incluyo en un discurso que preparó con mucha antelación. Escribió un borrador, lo corrigió su esposa Jacqueline que siempre lo apoyo y saco en limpio un escrito sencillo, serio y franco.
El día 27 de abril de 1961 dos años antes de su muerte, JFK en su reunión anual con los periodistas, en el Hotel Waldorf Astoria de Nueva York, empezó una alocución que empezaba diciendo: “Damas y caballeros, la propia palabra secreto es repugnante en una sociedad libre y abierta; y nos hemos opuesto intrínseca e históricamente a las sociedades secretas, a juramentos secretos y a procedimientos secretos. Es un sistema que ha utilizado enormes recursos humanos y materiales para construir una máquina eficaz, estrechamente tejida, que combina operaciones militares, diplomáticas, de inteligencia, económicas, científicas y políticas.”
El discurso proseguía diciendo que estas sociedades secretas a través del secretismo, la infiltración, la intimidación, obedecían un mando unificado que solo buscaba su propio bienestar, no el cumplimiento de la Constitución Americana. Estos grupos en la sombra, todopoderosos, cambiaban de espectro político siempre y cuando, el candidato y el partido del momento, fueran afín a su causa.
Fue un manifiesto corto, pero detrás de esta lectura, venían otro tipo de acciones concretas para limitar el poderío e influencia de estas sociedades secretas. Al lado de su hermano Bobby Kennedy, fiscal general de Estados Unidos, estaba redactado varias leyes para ser aprobadas por su Congreso, con este fin.