Por: Sebastián Silva-Iragorri
No hay otra forma de nombrar lo que está pasando en gran parte del mundo que el título del presente artículo. Hay un desbordamiento de la retórica del odio de parte de los radicales, especialmente de extrema izquierda, que no aceptan ni toleran que alguien piense distinto. Es muy peligroso este lenguaje que está haciendo carrera en forma estratégica, convenida y simultánea en varios países del mundo. En ocasiones forman bodegas pagadas para crear tendencias hacia objetivos trazados en sus campañas de resentimientos. Este proceso arbitrario está poniendo en peligro la democracia, la libertad y la posibilidad de discrepar. Unos grupos, no sabemos con qué razones, se han atribuido la posesión de la verdad absoluta y no toleran opiniones diversas. Se autodenominan como de avanzada y defensores de derechos humanos y sociales y resulta que en la realidad no son ejecutores de progreso y mucho menos defensores de derechos. Atrapados en esa retórica y convencidos de poseer la verdad atacan sin discriminación, con ferocidad todo lo que sea diferente a sus postulados creando un ambiente propicio a la violencia. ¿Cómo se pueden explicar los atentados contra Donald Trump cuando era candidato, el crimen de Miguel Uribe Turbay y ahora el asesinato en Utah Estados Unidos, de Charlie Kirk? ¿Sólo porque pensaban diferente debían desaparecer?
¿Por qué no debaten con tesis, programas, ideas y principios? ¿Por qué le temen a la confrontación ideológica pacífica y acuden a las armas para silenciar las voces distintas? Esto no puede seguir creciendo en el mundo pues estaríamos en camino a la disolución del pensamiento y de la libertad. Siempre le escuché a Trump que ejecutaría planes de defensa de las fronteras de su País, que combatiría todas las formas de corrupción y narcotráfico, que buscaría la paz en el mundo con arreglos dialogados y que aplicaría siempre la ley para obtener orden en las ciudades inseguras. La respuesta que obtiene son los atentados como candidato con una feroz y sectaria crítica amenazante y peligrosa. ¿Qué defendía Miguel Uribe Turbay? pues el orden, la libertad, la autoridad y la seguridad, combatiendo la corrupción y el narcotráfico y fue asesinado. Ahora, en Estados Unidos se alimentó contra Charlie Kirk una grave tendencia, dirigida por retóricos radicales perdedores, solo porque Kirk defendía en público y abiertamente en Universidades en foros libres los principios de la derecha con la libertad de empresa, el orden, la ley, la autoridad y el capitalismo equilibrado con principios cristianos y también fue asesinado. En Argentina, Javier Milei ha recibido amenazas y le han realizado algunos atentados que afortunadamente fallaron. En Colombia hoy, según datos oficiales, hay 22.000 hombres alzados en armas que complementados con el lenguaje voraz de radicales van creando situaciones propicias para el crimen y la violencia.
En estos días, el Parlamento europeo elegido por votación y que tiene mayoría de la derecha, le llamó la atención a nuestro presidente para que moderara su lenguaje de división, por los graves riesgos que esto conlleva, pero en lugar de aceptar y crear un ambiente propicio a la cordialidad y la unión les contestó como siempre, que son Fascistas, que son Nazis, que son parecidos a Hitler reencarnado. No hay pues una voz líder de concordia sino voces falsas que agudizan el conflicto. Lo que está pasando en el mundo, tanto en Estados Unidos como en Colombia, en Argentina como en el Asia, es una marea programada, invasora, con peligrosas frases repetidas, que está encendiendo las posibilidades de una catástrofe para la democracia y la libertad.
Ante esta avalancha retórica de odios y sombras proponemos tolerancia y luz, el debate de las ideas con altura, con propósitos serios, con respeto por el pensamiento distinto y en defensa de la libertad, el orden y la democracia. Esta es la única forma de elevar las luchas políticas y obtener en la discrepancia; armonía y paz. Respetemos de verdad la libertad de expresión, los derechos humanos y las garantías sociales y obtendremos el beneficio común.