Por Diego Fernando Sánchez Vivas
Nos refiere la sabiduría popular que el ser humano para su realización personal debe adelantar fundamentalmente tres grandes acciones en su vida, tener un hijo, escribir un libro y sembrar un árbol.
Tener un hijo es el anhelo más vital de la existencia, ya que significa la prolongación sucesiva del género humano a través del tiempo y garantiza la supervivencia, pero además constituye el vínculo afectivo más significativo en el plano emocional porque es fruto del amor y genera lazos de afecto indisolubles. Escribir un libro responde más a la necesidad del ser humano de trascender en el tiempo y el espacio a través de la palabra, es el deseo irreprimible de romper el destino inexorable de la naturaleza pasajera del hombre, dejando para la posteridad un componente tangible y evidente de la creación humana por medio de las letras, teniendo la ilusión recóndita de que en un futuro lejano alguien reviva nuestros pensamientos con la lectura de lo escrito.
Si bien las dos acciones anteriores tienen una importancia trascendental, la acción de sembrar un árbol tiene en sí una connotación especialmente vital, un significado integral, ya que además de recordarnos el sentido de pertenencia del género humano al Planeta Tierra, nos aborda de una manera directa, la trascendencia del ambiente y los recursos naturales.
La Tierra es nuestra casa, y como tal debemos protegerla, generar todas las condiciones para que el devenir de los procesos vitales que se originan en su espacio, sean siempre ordenados y obedezcan a la lógica natural de la evolución sin alteraciones o acciones que pongan en peligro los ecosistemas y las formas de vida derivadas de sus espacios.
La tala indiscriminada de árboles y el saqueo de la flora y fauna de nuestro entorno constituyen el más grande atentado a nuestra propia supervivencia, porque significa la desaparición de muchos ámbitos naturales que irán extinguiendo y reduciendo inexorablemente espacios que el género humano necesitará más adelante para su devenir existencial.
Resulta vital reflexionar sobre la importancia de los recursos naturales y el ambiente, generar conciencia sobre la necesidad de un desarrollo sostenible y armónico, cuya responsabilidad para su conservación no sea solamente del Estado, sino de todos los habitantes del planeta, que deberíamos sembrar y cuidar todos los días todos los árboles posibles, para que podamos garantizarle a nuestras futuras generaciones un lugar sobre la Tierra.